martes, 30 de diciembre de 2008

INTENTANDO ESCRIBIR

He escuchado decir que el escritor nace del silencio y de la soledad; escuchar lo que la mente y el corazón dicen no es tarea fácil entre el bullicio y la multitud. Intento escribir de nuevo en esta habitación iluminada y escandalosa donde tiempo a, mis primeros intentos de poesía nacieron a deshoras. Mamá me habla y he olvidado la frase que seguía; se fue al olvido. Tampoco entiendo que me ha dicho, pero a todo le dije que si para no perder el hilo de lo que escribía. Aun así lo perdí. No me puedo concentrar en dos cosas a la vez, no cuando escribo.

Esta habitación tiene ventanales grandes y puertas de más, por eso hay exceso de luz y de ruidos. La luz me despierta a las ocho de la mañana que es el momento justo cuando el sol entra en la habitación y da directo a mi cara. Cierra las persianas, ella me dice cada noche, pero yo nunca le hago caso.

Por las ventanas de adelante escucho el ruido de los carros y motos al pasar y ocasionalmente, los de los inevitables camiones que dejan negra mi ciudad blanca. Por las de atrás, escucho el ruido de los pájaros; el aletear repentino de un pájaro que emprendió el vuelo, diferentes melodías y berreos (sí, algunos pájaros berrean, no cantan), alguno seguro llama a su pareja; me suena romántico su piar. Me pregunto cuánto pájaro distinto habrá en el patio que se ve a través de dos de las ventanas de mi habitación. ¿Será que no se cansan de cantar? El sonido trasero de los pájaros de repente se opaca con el sonido de una campana de vaca lechera que anuncia la venta de helados. Hay elote, coco y chocolate, grita el señor del puesto ambulante y vuelve a agitar la campanita después de su estribillo.

Camionetas del mercado que se destartalan a su paso con altoparlantes de calidad dudosa anuncian las muy improbables mejores ofertas del día. Mamá hace ruidos por toda la casa. Me pregunto qué tanto hace, pero no voy a ver. Intento escribir. Un hombre de voz ronca empieza a cantar en francés algo que parece jazz. El volumen está muy alto por lo que dejo de escuchar a mamá. Mis piernas se empiezan a mover al ritmo de la música sin darme cuenta. Me fascina como suena el francés, más si la música es movida. Oigo el ruido de las patitas de Freesia , mi perrita, cuando se acerca hacia mi cuarto. No pasa desapercibida. Cuando me ve, se acerca a mí, me da lengüetazos para saludarme y mueve incesantemente su rabito (O lo que queda de él). Me da la idea que va a volar de tan rápido que lo mueve. No puedo evitar besuquearla.

Mamá viene con una charola de desayuno. Me pregunto si hace un rato me habló del desayuno. Yo ya comí, pero sonrío y acepto convenientemente para no herir susceptibilidades. El afilador silba esa flauta poco común (que te deja saber que es el afilador quien pasa) y las dos nos sacudimos la ropa automáticamente para ahuyentar las malas vibras y la mala suerte. Luego, me pregunto si tendrá sentido hacerlo cuando uno ya se encuentra salado. La bruja dice tengo mala suerte, que me la quita con una limpia que vale dos mil pesos, pero yo no sé si creerle. Tampoco sé si cerrar el exceso de ventanas y puertas de esta habitación para que yo pueda dormir hasta tarde y que en la tranquilidad y el silencio de mi despertar pueda convertirme en escritora, o por lo menos, en mis sueños. Quizá hoy ya no sirva de mucho hacer nada porque con tantas distracciones olvidé por completo de qué quería escribir...

lunes, 17 de noviembre de 2008

¡COMO QUIEN NO QUIERE LA COSA!

Déjate amar, me dices en voz baja mientras abres mis piernas ansioso y me besas sin cautela.

No me inspira a hacer el amor esta casa fea, te respondo lacónicamente y sin ganas. ¡Ámame como a mí me gusta! Te digo sin perder la compostura, mientras cierro las piernas, me zafo de ti y te doy la espalda, lentamente.

¡Nos mudamos mañana, princesa!, me dices al oído y en voz baja un tanto excitado, mientras acaricias mi cabello largo y luego, mi espalda desnuda expuesta a ti. Me gusta que me hables así, quedito. Por eso, te respondo con preguntas para continuar el juego: ¿Lo prometes? ¿Mañana? ¿A la casa que me gusta? Tú me confirmas lo que quiero escuchar. Luego, me dices cosas bonitas rozando tu nariz en mi oreja. Me conoces bien, sabes que eso me gusta. ¡Ándale, déjate amar!, me repites insistente. Yo también te conozco bien; se que mientes, que no habrá mudanza mañana. Aun así, yo me dejo querer en esta casa fea, como quien no quiere la cosa.

jueves, 13 de noviembre de 2008

My baby cats

Lo que resulta de mi clase de “Writing”.

I never thought I would love cats as much as I do, especially because I used to hate them before. I was so wrong; now I have five of them, three inside my house and two outside. Lisa is the mom. She was a stray cat, and when I first moved here to Miami, she decided that she wanted to be adopted by me. I fed her a couple of times, and that was enough to make her mine. What I like the most about her is that she is a very grateful cat, and I love when I call her out and she comes right away; she is the only obedient cat I have. She is very playful and curious about every single space of the house. A couple of months after I adopted her, I thought Lisita was getting fat because she was eating well; my mistake, she was pregnant. I didn’t know how much happiness she and her babies were going to bring to my life. Violet and Charlie are the babies. They are the opposite of each other. In one hand, Violet is a skinny and small cat. She is very bold, restless, independent, and she is so unfriendly she doesn’t like to be touched at all. Of course, I don’t care, so I hug her and pat her very often. The problem occurs when she gets tired of me and I don’t let her go, so she bites me or slaps me with her paws, or at least she tries to. Anyway, I still wonder how come she likes to sleep right beside me, every night. On the other hand, Charlie is a fat, quiet, dependent and friendly cat, and he loves to be hugged and touched all the time. When I’m on the computer he always sits on my lap (he is now here with me) and looks at me as if waiting to be patted, and then he starts purring as if he were the happiest cat on earth until he falls asleep. He is so sweet.

I’ve got two more cats, but both of them are still stray cats. Patty meows every time she sees me arriving and she walks with me the all the way from my car to my house. She has yellow fur and, even though she doesn’t speak Spanish, she is very friendly with me. At the beginning when I first meet her, I thought she was my neighbor’s cat, so when she went out to visit her country, I decided to feed the cat until she returned. Then, I discovered she wasn’t my neighbor’s cat. How could I deny that defenseless cat food now? I feed her every day at my front door; she knows I will give her food, that’s why she stays sitting down there, and she waits for me to get her food inside the house. I wish I could adopt her because we get along. “El niño” is the last cat and he is the babies’ father; he comes to visit very often, but not every day. He is a good father, I guess. He is hurt all the time, as if he had fights constantly. He is ugly, big and gets easily scared, but I don’t mind. I like him because when he realized Lisita was here, he started coming to visited her and he would stare at her through the door’s window as if telling her: “Here I am, my love, to rescue you and to set you free”. Of course, he would wait to have a well-served plate of food too. I get really excited when I see him waiting on the patio, so I turn on the lights as fast as I can so that he can notice I have already seen him. I love his face when I show him food is coming. I’ve never touched him but that’s fine with me. We’re friends, anyway.

I always thought of myself as being a dog person, but now I think I changed the definition of me: I’m an animal lover, and I love my cats as I never thought I could ever love a cat.

jueves, 6 de noviembre de 2008

LA GRAN CALABAZA


La gran calabaza se disfrazaba de mamá para el día de muertos. No recuerdo a nadie de mis amiguitos recibiendo dulces para ese día, sólo nosotros y los niños gringos. No hay duda, la confusa mezcolanza fue inminente, pero la felicidad también y cuando uno es niño, nada le importa de tradiciones si se tiene la boca y una bolsa llenas de bombones y caramelos sabrosos.


La gran calabaza no olvida lo feliz que nos hizo de niños cuando nos advertía que llegaría pronto para llenar nuestras bolsitas “halloweenescas” con cosas deliciosas. Por eso, continuando con tradiciones ajenas que un día ella misma acuñó y esta vez, valiéndose de métodos más modernos, este año La Gran Calabaza nos hizo una invitación vía “e-mail”:

“Hoy viene la gran calabaza a traer galletitas, pan, chocolatitos, pastel y refrescos para los niños de la casa y los Fieles Difuntitos (¡qué horror por el 'melange' de tradiciones culturales que su madre hizo!). Bueno, lo importante es que a partir de la puesta del sol pueden venir a cualquier hora, la Gran Calabaza les espera.”

Besos.

La Gran Calabaza

La Gran Calabaza siempre prometió sueños, fantasía, ilusión. Hoy no fue la excepción, por eso me escribió.

UN CUENTO DE LA GRAN CALABAZA A LA PRINCESITA JO
Por Elizabeth Ojeda (La Gran Calabaza)

La Gran Calabaza no olvida que un día señalando hacia las Estrellas dijo 'Mira que hermosas son' a la pequeña niña Jo que mirando a su madre, miraba el combo cielo que sobre ellas se cernía. 'Qué lindas son' dijo la niñita mirando los miles de puntos luminosos que sobre el terciopelo negro de la noche brillaban con mágico resplandor, 'Quiero un telescopio para mirarlas mejor' añadió después de algunos momentos de silenciosa contemplación. En espera del Telescopio para contemplar las estrellas del cielo, el tiempo voló y con el correr de los años en hermosa Princesita la niñita se transformó, pero la Gran Calabaza todavía seguía con el pendiente del Telescopio que ofreció.

Hoy nuevamente se encuentran en el Ciberespacio, un espacio tan grande como el Espacio Sideral, la Gran Calabaza y la Princesita Jo, que a través de un e-mail sideral dice a la Gran Calabaza 'Yo he sido muy buena este año, por favor tráeme algo padrísimo para Navidad'.
La Gran Calabaza que durante los avatares del “Halloween” se había encontrado fascinada con la labor que en una Universidad realizan hombres sabios estudiando los cuerpos celestes con potentes telescopios, no había podido dejar de recordar a la pequeña niña Jo que amaba las Estrellas y no dejaba de repetir 'Quiero un Telescopio para ver las Estrellas mejor'.

Es así que al leer el Cibermensaje de la Princesita Jo, la Gran Calabaza le respondió. 'Si tu deseo de antaño todavía persiste, que se cumpla en esta Navidad. Ve mi Niña. Busca el Telescopio más lindo que encuentres. Será para tí. La Gran Calabaza pagará la factura con gran beneplácito, y cuando lo hayas instalado, invítame a visitarte a tu Castillo Encantado, para mirar a través del mismo lente, los Miles de Cuerpos Celestes que penden sostenidos de Hilos transparentes en la inmensidad del Éter Azul, esos mismos que son Estrellas Mágicas para los seres que sueñan con llegar a ellas y fundirse en los Rayos de su Luz, objetos Apasionantes de Estudio para los Científicos y los Sabios, Escarcha de Navidad, para los niños que esperan encontrar bajo el Árbol de Noel los regalos del Hombre del Costal, Polvo Celeste con que juega en los cielos el Niñito Dios y al soplarlo llena los Corazones Humanos de Paz, de Armonía y de Amor. Es muy grande el Universo y muy pequeña la dimensión humana, pero con la ayuda de un Telescopio podremos mirar más grande el Universo, más brillantes los Astros, más hermosa la Vida y nuestro Mundo, más amplio y más luminoso de lo que lo contemplamos hoy. Con Amor de la Gran Calabaza a la Princesita Jo'.

Vuela el e-mail a su destino a través de los invisibles hilos de la Red para la que el tiempo y la distancia no son dimensiones de su naturaleza, pero que es sin lugar a dudas la realidad más evidente del presente de la Humanidad, mientras la Gran Calabaza sueña sueños de ternura imaginando junto al Árbol de Noel a la Princesita Jo mirando al cielo a través del telescopio las miles de Estrellas luminosas que le envían guiños y sonrisas cuando a través del lente las logra atisbar.

¡Gracias Gran Calabaza por el telescopio!

Seguiré portándome tan bien como siempre. Ya me imagino mirando cuerpos, no creo celestes, si te soy sincera. Con esos vecinos tan guapos, me parece que el telescopio será de gran ayuda. Sin duda podremos mirar más grande el Universo, más hermosa la Vida o al menos, convenientemente, más de cerca la belleza de la naturaleza (humana).

Besos a la Gran Calabaza, que no se olvida de mis sueños de infancia.

martes, 28 de octubre de 2008

EL OTONO, CAPRICHO DE DIOS



Una felicidad sin motivo aparente me embarga en esta mañana otoñal, por eso sonrió como una estúpida sin darme cuenta. No, no sé en qué pienso, en nada en especial supongo. Es el ambiente lo que me hace feliz, por eso me siento feliz y sonrío solita como para mí, aunque sé que nadie me ve. Como a veces cuando duermo y me dicen que sonrío, sólo Dios sabrá las travesuras que sueño porque ni yo misma las sé o al menos, eso respondo cuando me preguntan porque en verdad, no lo recuerdo.


No sé si es por el estío ruidoso y juvenil que acabo y con ello trajo la calma aparente. Una agradable calma que se instala con el caer suave de las hojas, cada vez que Dios da sopliditos porque tiene antojos de un ambiente otoñal. Es su capricho, yo lo presiento, dejar los arboles desnudos y las plantas sin flores para llenarlos en la primavera de mil colores. Estoy segura que se da gusto haciendo eso. El ambiente otoñal me inspira a la alegría sin saber porque. Tal vez porque me deja ver que a veces, es Dios un viejo caprichoso, como lo soy yo. Me gustan sus caprichos coloridos, son como los míos. O quizá es mi locura lo que me hace alegre en el otoño de Dios, quizá sea eso nada más. Eso también sólo Él lo sabrá.


Quizá es que me gusta sentir el aire fresco que me advierte la llegada pronta del invierno. Ese mismo aire fresco que tira las hojas y ensucia mi jardín. Me gusta mi jardín sucio de otoño, colmado de hojas secas y colores sepia. Hojas secas que llegan como una lluvia antojadiza a mí. Una lluvia que me alegra el alma abrigada y no entiendo el por qué. A pesar del ir y venir de las hojas arrastradizas con el viento, mi alma permanece así, porque no es inquieta como ellas.


Me gusta el otoño. Me inspira a la soledad, a una soledad que me da nostalgia y que extrañamente y sin disimulo, disfruto. Tal vez porque en el encierro y sin que nadie moleste, sueño de más, sin permitir que mis fantasías sean rotas. Tal vez porque en ese encierro logro escuchar el silencio que añoro y que no suelo escuchar entre el bullicio cotidiano. El silencio que me permite escuchar lo que mi alma parlanchina tiene por decir. Me gusta el silencio otoñal, me parece sabio. Pero más sabio el viento cuando ulula y lo rompe a carcajadas, haciendo de este un deleite musical, que no se escucha el resto de las estaciones.


Yo sonrío en el otoño sin razón aparente, como cuando duermo. Como cuando se hacen travesuras o se pierde la cordura o se cumplen los caprichos más absurdos. Sé que en el otoño me siento feliz, lo que no estoy segura es el por qué. Dios me hace sonreír así, seguro es otro más de sus caprichos o es tal vez es porque me gusta su otoño tanto como a él. No, no lo sé. Sólo Él mismo lo sabrá.


JKO
Una traducción “macabra” al inglés.
I feel a sudden happiness with no reason in this first autumn morning. That’s why I smile without noticing it. I’m not quite sure what I’m thinking about. Nothing special, I deduce. The aymosphere makes me happy and makes me smile even though I know nobody sees me. It’s the same when I am asleep and my husband tells me that I grin, but only God knows which mischief I could be dreaming about. It might be the youthful noisy summer that just ended and brought calm and peace. It’s a hypnotic calm which arrives, with the fall of plenty of leaves, every time that God blows slowly because He longs for a taste of fall. I feel it. It’s His whim leaving the trees naked and plants without flowers, so he can fill them all with spring colors. I think he loves doing it. I feel happy in autumn, but I still wonder why. It is probably that autumn lets me see that God is an old capricious fellow, as I am. I like his colorful whims because they are like mine. Or the reason for my happiness could be nothing but my madness in this God’s autumn. Only He knows. It could be the fresh air which I love because it lets me know winter is not far away. A fresh air which makes the leaves fall and gets my garden dirty. I like my dirty garden all full of sepia leaves, a bunch of dried leaves which come to me as a whimsical rain. It’s a rain that makes my soul happy although I don’t understand the reason why. I love autumn because it inspires loneliness in me. I enjoy being a lonely person in the fall because that lets me hear the silence I’m longing for, so I can hear what my talking soul has to say. I like autumn silence. It looks wise to me, but the wind is wiser when it breaks that silence by singing and composing a beautiful song we don’t hear in another season. I usually simile in autumn the same way I do while I’m asleep. I smile as when people do mischiefs, or when soundness of mind is broken, or when the most absurd whims are fulfilled. God makes me smile like this. It could be just another of his whims, or it could be because I love his autumn as much as he does. No, I don’t know. He is the only one who really knows.

domingo, 12 de octubre de 2008

EL MES DE LA HISPANIDAD




A unos escasos días de concluir la celebración del “Mes Nacional de la Hispanidad” en Estados Unidos (Se celebra a partir del 15 de septiembre hasta el 15 de octubre), me he tomado la libertad de hacer algunas observaciones al respecto. Me da la idea que la palabra “hispano” es un término un poco exclusivo, si de lo que se trata es de reconocer y dar homenaje a los países que, por sus tradiciones culturales, valores morales y valores cívicos, han tenido y siguen teniendo impacto en la sociedad norteamericana. El aporte de algunas tierras hermanas Latinoamericanas con una cultura similar, pero que no hablan español, como es el caso de Brasil por citar un ejemplo, considero que merecerían el mismo reconocimiento que las tierras hispano-parlantes del continente americano.


Sin embargo, si de lo que se trata esta festividad es de celebrar los aportes exclusivos de los hispanos en Estados Unidos por el hecho de tener como lengua materna el español, debo reconocer lo plausible que me parece la proclama del presidente norteamericano Jorge Bush, aún a sabiendas -o al menos ese es mi sentir- de que para él resulte ser esto un mero formulismo y un protocolo obligado que quizá le hará ganar (desgraciadamente a mi parecer) un poco mas de votos a su partido en las próximas elecciones presidenciales.

Haciendo a un lado las implicaciones que esta celebración pueda tener, tanto políticas como quizá, sociales (por aquellos países Latinoamericanos que se sientan menospreciados por tener una lengua distinta al español), debo reconocer la aceptación con la que yo la percibo y les doy mis porqués.


Primeramente, porque se celebra precisamente en una tierra cosmopolita donde bien se conjugan las costumbres, valores, comidas, formas de hablar y regionalismos de cuatro punto tres millones (no una cifra pequeña) de hispanos de diferentes países latinoamericanos. Sin duda alguna es una mezcla que da lugar a una subcultura muy peculiar de la que ya me considero formar parte.


En segundo lugar porque en el marco de esta celebración, se ha dado un espacio educativo, cultural y artístico, teniendo eventos de baile, teatro, música, comida, exhibiciones y ferias, entre otros. Cabe mencionar la palabra gratuita en muchas de estas actividades. Un ambiente que pocas veces se vive, al menos en esta ciudad plástica miamense.

Por último sin ser esto lo menos importante, es porque me siento muy orgullosa de ser latina y además, ser hispano parlante. Sin despreciar a otras lenguas romances que me parecen fabulosas, yo adoro mi lengua materna española por lo vasta que es. Por citar un ejemplo, me fascina descubrir como la palabra en inglés “pig”, en español pueda decirse de tantas maneras diferentes: puerco, marrano, cochino, cerdo, gocho, lechón, chancho, gorrino. Este es sólo una de las tantas palabras que tenemos con sinónimos. Por eso me niego a perderlo y me enojo conmigo misma cuando no logro traducir del inglés al español ciertas palabras que, aunque sé que significan, se me quedan siempre "en la punta de la lengua" por no recordarlas rápidamente en español.


Es sin duda alguna el “Mes de la Hispanidad” una celebración de la que deberíamos sentirnos orgullosos, todos los latinoamericanos, incluso los que no viven dentro de los Estados Unidos de América. Es un reconocimiento admirable, aunque a mi punto de vista, debería ser un poco más inclusiva el año entrante. Tal vez, considerar la celebración como “El mes nacional latinoamericano”.


Promoviendo activamente y participando de manera constante en eventos de este tipo, quizá se logre cambiar la imagen espeluznante de que Miami únicamente son el “Shopping” y las playas llenas de chicas lindas en biquini con sinuosidades falsas.
JKO

jueves, 18 de septiembre de 2008

A MI MEXICO LINDO Y QUERIDO


“Aprender a amar a Dios en tierra ajena”; he aprendido muy bien lo que este refrán significa. Por eso, hoy amo a México profundamente. Por eso también, tras leer los titulares de los diarios y escuchar las noticias, hoy también, me duele mi México, profundamente.

Mi lábaro patrio aparece en la fotografía de la página principal de un periódico nacional. Es día de nuestra independencia. Pero la imagen de mi bandera, no es aquella en la que se enarbola orgullosamente por mexicanos gritando de alegría por celebrar que somos un país libre, soberano, independiente. Todo lo contrario. Es triste la imagen del forense que impávido mira la bandera, una bandera bañada de sangre e impregnada de dolor.

Dos granadas explotan confundidas con la música regional. La alegría se ofusca. La fiesta se detiene, acaba mal. El grito de independencia, se vuelve un grito de dolor. Más de un centenar de heridos y siete muertos es el resultado. El país entero entra en conmoción, en duda: ataques narcoterroristas es lo que los diarios nos dicen que ocurrió en Michoacán...

Me hierve la sangre del coraje. De escuchar esas palabras una vez más, palabras que se han hecho comunes a mis oídos y a los de muchos mexicanos.

Me resulta especialmente irónico a mí, viniendo de Yucatán, un estado donde nunca pasaba nada y ahora, pasa todo. Mi estado (y todo el país) vive una ola de violencia que nunca antes vivió. Mérida, mi ciudad natal, dejo de ser blanca como tanto presumía, ahora es roja. Se ha manchado de un rojo, pero no un rojo vivo, todo lo contrario, es un rojo oscuro, violento, desgarrador, un rojo como el color de la sangre de los muertos y heridos de los atentados de Morelia.

Yo creo que hemos dejado de ser una nación libre. Sí, no podemos hablar de libertad cuando hay temor, cuando hay pavor. Antes, yo escuchaba noticias de bombas, secuestros, narcotráfico, y pensaba ¡pobres colombianos, no se lo merecen! y me lamentaba con horror por ellos, porque Colombia resulta ser una gran nación y pese a eso, los titulares con noticias de esa índole, comúnmente la mencionaban. A la vez, agradecía saber que estábamos muy lejos de Colombia e, ilusamente, muy lejos de pasar lo que ellos pasaban.

Todavía se continúan escuchando noticias de bombas, secuestros, narcotráfico y ahora, me lamento boquiabierta y estupefacta porque hoy las noticias mencionan en los titulares a mi ciudad natal, a ciudades hermanas; a mi México querido, resquebrajándose, haciéndose añicos. Entonces pienso ¡pobres de nosotros los mexicanos, no nos lo merecemos!

Hoy no se respira libertad, se respira miedo en mi país y el grito de libertad se ha vuelto un grito aterrador que aclama paz: ¡No más decapitados!, ¡No más muertos!, ¡No más secuestros!, ¡No más atentados!, ¡No más inseguridad!, ¡No más amenazas de bombas!, ¡Paz es lo que queremos los mexicanos! Paz en Yucatán, señora Gobernadora Ivonne Ortega; paz en Michoacán, señor Gobernador Leonel Godoy, y queremos paz en todo el país, señor Presidente Felipe Calderón. ¿Es acaso, eso mucho pedir, Señores del gobierno?

Esto es lo que queremos gritar los mexicanos hoy, aunque hoy ya no sea el día de la celebración de nuestra independencia, hoy porque es justo y nos lo merecemos: ¡Viva nuestro México libre!, ¡Viva nuestro México sin violencia!, ¡Viva nuestro México en paz!, ¡Viva nuestro México lindo y querido!

¡Sí, viva nuestro México, tan lindo y tan querido!

JKO

miércoles, 17 de septiembre de 2008

En tu rostro

En tu rostro, cuando digo una lisonja
de repente, hay una risa que se esboza
y yo he visto que tu cara se sonroja
y al instante en tu mejilla, un hoyuelo brota.

Largas pestañas las que tu mirar enmarcan
y es el brillo de tus ojos lo que encanta
y ese falaz color oscuro transparenta,
la bondad y el carisma de tu alma.

Son tu ternura, tu cariño y tu afecto,
los que ofrecen la magia a mi cuerpo,
son los que hacen surgir el efecto
de sentir el cielo, sin dejar el suelo.

Quiero sacar de tu abrazo una hechura,
reproducirlo, pues al tenerlo todo cura
y traficarlos, aunque suene a locura:
¿Quién se va a negar a esa gran dulzura?

¡Y de tu sonrisa que nada se diga!
Que la flor, no le llega, aun siendo hermosa
y abrumada siente celos y se indigna,
de que te robes la atención más que una rosa.

viernes, 12 de septiembre de 2008

TU NOMBRE

Trato de borrar tu nombre
y entender que ya nunca más
será escrito junto al mío.
Trato de borrarlo para así
dejar de conjugar “Nosotros”
como si todavía estuviéramos unidos

“Nosotros” ya nunca más.
Al menos, no remplazando tú nombre y el mío.
No más un “tú y yo” con conjunción de unión;
Ya solo disyuntivas “Tú o yo”

Quiero el olvido de los verbos de amor,
esos que ya no pueden
ser conjugados para nosotros.
Verbos distintos son más propicios.

También quiero que caigan en desuso
aquellos pronombres melosos
que sólo los enamorados usan.
Ya no volveré a llamarte mi vida, mi cielo.
No a ti. Tampoco, a darte mis besos.

Trato de olvidar tu nombre;
si pudiera tus iniciales, borrarlas
del abecedario y de mi alma
para que ya no signifiquen nada.

Trato de olvidarlo todo.
No saber quien fuiste
para ver si con ello se borran
las huellas en mi cuerpo
de todo aquello que me diste.

Tú le llamaste amor, pero lo olvidaste
mucho antes que yo.

Por eso trato de olvidar tu nombre…

domingo, 7 de septiembre de 2008

UNA PERFECTA IDIOTA

“Si no tienes nada bueno que decir de alguien, mejor no digas nada”. Mamá no sólo me ha repetido esta noble frase constantemente a lo largo de mi vida, sino que, en sus momentos de poca ofuscación y de mucha lucidez mental, me la ha demostrado con “hechos y no con palabras”. Por eso, aunque es divertido, trato de no hablar nunca mal de nadie.

Excepto en dos ocasiones: Una, cuando se trata de la cubana de mi trabajo, no por ser cubana, sino porque habla con sosedad, impertinencia y en demasía, repitiendo sus palabras una y otra vez, y me marea y no puedo hacer nada para alejarme de ella, ni para ignorarla porque siempre intenta (para que la gente crea que no está loca por hablar sola, aunque yo ya creo que está loca y que además, es sistemática e inevitablemente molesta), hacer de su monólogo una plática de dos con su frase “¿Me oíste?” y porque me obliga a contestarle afirmativamente cuando en realidad, quisiera contestarle que desearía ser sorda cuando estoy a su lado o que me da gusto cuando se enferma de la garganta (aunque me he dado cuenta que esa ayuda, si acaso fuera divina, resulta no sólo ineficaz, sino que además, perniciosa, pues ella insiste en tratar de articular teniendo intervalos no de silencio, sino de una composición sinfónica de tos ). Pero no puedo hacerlo, ni pedirle que se calle porque me resulta grosero y una falta total de respeto hablarle así a una persona mayor.

A veces, desearía no tener educación o tan si quiera, no tener que trabajar a lado suyo. Por eso, para evitar faltar el respeto, me he propuesto hacer este anuncio de manera formal en un intento desesperado por dejar de trabajar. Por favor, entiendan el martirio al que soy sometida todos los días en mi horario laboral.

“Se vende alma grande. Mala, pero reformable y 100% moldeable a las circunstancias que la rodean. Se le venderá al mejor postor. Interesados favor de enviarme un correo electrónico o dejar mensaje en mi blog“.

“Ojalá sea un tormento acordarte de mí si es que un día lo haces, ojalá sea tanto el dolor que supliques perdón y se vuelva tan insoportable. Ojalá que te mueras que todo tu mundo se vaya al olvido, sé que no debo odiarte pero es imposible tratar de olvidar lo que hiciste conmigo. Ojalá que te mueras que todo tu mundo se quede vacío, ojalá cada gota de llanto te queme hasta el alma, ojalá que no encuentres la calma, ojalá que te mueras.”

Canto de manera inspirada esta canción. No sé porque me gusta tanto. No se la canto a nadie en particular, pero me siento mala y sé que soy mala cuando la canto con mi hermanita, sobre todo, si subimos el volumen hasta el tope mientras vamos en el carro.

La segunda ocasión cuando digo cosas malas de alguien es cuando hablo mal de mí, porque lo prefiero a que alguien más lo haga por mí.

Sin duda iré al infierno. La gente mala y mentirosa con certeza va ahí. Tengo la sospecha que igual, los que tiran a la basura lo que queda de la comida, ya tienen su alma en elevador que va en descenso. Presiento que los tontos también (“El que se apendeja, Dios lo deja”). Y si acaso mi alma, se pudiera salvar por bondadosa, estoy segura que por decir que soy mala cuando no lo soy, por recoger la mesa después de comer y por descuidada, no tendría salvación. Especialmente, por esto último.

“…más que mala suerte, creo que puede ser distracción…”, me comenta mi querido Rodrigo después de leer aquel escrito de la mala suerte que un día escribí. Siempre me resultó más divertido echarle la culpa a la mala suerte que a mi estupidez. Pero hoy, armada de valor, reconozco lo inevitable: Una perfecta idiota, eso es lo que soy. Y estoy segura de ello.
Hoy me decido salir a correr después de año y medio de no poder hacerlo. Estar a la moda no es pecado y acepto lo bien que luzco en ropa deportiva. Por eso, perfecta combinación de playera, pants y tenis. Buena elección de colores para proyectar una imagen más esbelta de la real. Visera, lentes y protector, por eso del sol (¡Una peca más en mi nariz y seguro me vería ridícula!). Repelente en aerosol para ahuyentar bichejos molestos durante el maratón. Cabello recogido de una manera que lo hace lucir más largo de lo que en realidad está. Un poco de perfume florar, para dejar mi aroma por donde paso. Una botella de agua para la rehidratación. Salgo de la casa y suena el celular, contesto mientras me dirijo con paso decidido al lago donde todo el mundo hace ejercicio. No cuelgo, sigo hablando por teléfono mientras me hago la interesante: “¡Sí todo de maravilla, doña Mickey!”. Heme ahí, sexy, radiante, hermosa y, mucho más rápido para darme cuenta de qué ha pasado… en el piso con el pie torcido. Nadie pierde el glamur de una manera tan tonta como yo. Y ese orgullo que me hace caminar altiva, Dios me lo tira al suelo al igual que mi botella de agua, que se pierde entre los arbustos. Cuelgo, recojo mi vergüenza porque mi botella no la alcanzo.

De regreso a casa (a los 3 minutos de haber salido), con la sensación de derrota y los ánimos por el suelo, analizo la situación mientras veo como mi pie y mis deditos se hinchan como tamal: ¿Qué hacía ese hueco en el césped?, ¿Habría algún señalamiento de peligro que yo transgredí involuntariamente?, ¿Será factible demandar al complejo donde vivo y con eso, dejar de trabajar?, ¿Dejará de ser necesario rematar mi alma? ¿Será esto una respuesta a mi llamado, para no tener que escuchar más a la señora del trabajo?, ¿seré yo o es el ambiente que me rodea demasiado peligroso?, ¿Debería perder el glamur y forrarme de hule-espuma cada que salga a hacer ejercicio? Y la más importante de todas, ¿tendré oportunidad todavía de salvarme o será que con esta caída he asegurado mi pase directo al infierno?

¡Definitivamente me iré al infierno! Me recrimino, pero me consuela saber que mi hermanita irá también. Ella ha prometido estar conmigo siempre y esta, no será la excepción. Mi primo Roberto. Gorki. El abuelo que nunca conocí. Varias de mis amigas. Mi maestro de inglés. Una de mis jefas que es tan despistada como yo o quizá mucho más. Mi hermano el mayor. El señor Jaime Bayly también, lo ha dicho más de una vez (Espero que cumpla y continúe haciendo sus programas ahí).

¡Quizá ser una perfecta idiota, no sea tan malo después de todo! Al menos ir al infierno no será aburrido.

JKO

miércoles, 27 de agosto de 2008

La primavera del amor

A mi bebe
(Para ver si con este poema lo convenzo de visitar mi blog)

Es un boleto al cielo la naturaleza de tu cuerpo,
pase directo después de amarte.
Hora de bañar las flores. Hora del amor.
Bocanadas de aire fresco de tu boca se respiran.
Cascadas que se estrellan en los pedregales
de tus muslos vastos, delirantes.
Tierras áridas que se riegan en la lluvia de besos
y se vuelven húmedas y fértiles.
Praderas florecidas con olor a grama
en la primavera de tu cuerpo.
Suavidad de rosas al amar.
Tempestad después de la calma.
Piel bañada de rocío.
Olor de naranja en flor al atardecer del amor.
Polinización.

domingo, 17 de agosto de 2008

YO SÓLO QUIERO DORMIR

Mi vida es un libro abierto. El capitulo que vivo, el tres, segunda parte: Yo solo quiero dormir.

4:30 a.m. la hora de mayor odio del día: la alarma suena, se la “mento”. La apago. Un ratito más, le ruego; pero no escucha mis suplicas, se vuelve a prender. Me canta canciones de moda, le grito que se calle, pero no hace caso. Quisiera apretar el botón de dormir (para siempre). No me atrevo. ¡Mama, hoy no quiero ir a la escuela! Recuerdo el chiste aquel del joven que no tenía ganas de levantarse. Idiota, pero si tu eres el profesor, le contesta en replica su mamá. Yo sólo quiero dormir.

Hoy me decido hablar con mi jefa de la farmacia. Le pido mi renuncia temporal mientras están las olimpiadas. No me toma en serio. Me manda a trabajar. Le prometo contar mal en el inventario, seré la peor auditora. Tampoco me cree. ¡Que me vaya a trabajar! Recuerdo una frase: “Si el trabajo es salud, que sólo trabajen los enfermos”. A favor. Yo sólo quiero dormir.

Se avecina huracán. Deseo si llegase que se lleve con su paso al esposo de mi jefa. Molesta mucho. Tuvo suerte con el tornado que paso cerca de su casa. Salió ileso. Yo hubiera deseado que volara lejos, como Dorothy en el “Mago de Oz”, pero que no encontrara nunca el camino de regreso a casa. Maldigo su suerte. Yo, en el súper por jamón y queso porque no hay nada para desayunar. La gente hace compras de pánico. Me pregunto si debería preocuparme, pero no lo hago. Yo sólo quiero dormir.

El teléfono suena. No contesto, duermo. Suena el celular. Despierto con cuatro en la cama. Pateo a uno sin querer. Me maúlla, me muerde el pie. Encuentro el celular, lo maldigo. ¿“Allo”? (es la jefa). No, no quiero horas extras. Deseo que venga el huracán. Mi novio quiere hacer cosas. Le digo que no. Me incita al amor, insiste. ¡Que no!, grito enojada. Se enoja él igual. Trata de vengarse. Me hace “wedgie” (calzón chino). A mí no me importa nada. Yo sólo quiero dormir.

JKO

lunes, 11 de agosto de 2008

EL AMOR QUE NO SE PUEDE DAR

Mi pequeña gata adolescente se unta en mí como mantequilla en el pan. Se restriega, ronronea, me maúlla, me mira con ojos de amor. Las palmaditas que, extrañada, le doy en su espalda provocan que suene como un muñeco de peluche con sonido que tiene el botón en on. Ella no suele ser tan cariñosa como ahora. Aún así, yo trato de quererla, apapacharla y darle amor, pero ella se da cuenta que no es el que necesita. Por eso, cuando se fastidia de mí, se va a la alfombra a regar su amor en ella. Por eso también, después de un rato, vuelve sin éxito otra vez a mí.

Mamacita, ¿No ves que ese amor no te lo puedo dar yo?, le digo quitada de pena mientras continuo dándole golpecitos, como si hablara yo con un ser humano al que trato de hacer comprender. Yo me doy cuenta que le hablo a mi gata que me ignora, pero a veces cuando me mira directamente, pienso que ella puede llegar a tener un entendimiento mayor que algunas personas que conozco (¡Y pocas no son!).

Quizá sí hay amor que no se puede dar. Quizá no lo hay y simplemente es caprichoso y a veces, cabrón. Me he preguntado si habrá seres humanos que no tengan capacidad de amar o que no quieran hacerlo. Yo creo que sí los hay. Amor impotente, que enamora sin entregarse, que huye en plena primavera, que promete lo que se lleva el viento, que tiene miedo de ser la potencia que puede ser. Un amor miedoso, timorato. Un amor que duda, que sueña de más. Hay amor que no se puede dar. Ese de aquellos que aman a destiempo, desfasados de su momento ideal; su amor llega antes de lo esperado o llega tarde cuando la puerta alguien más ya la tocó. Amor errante, confuso, arrebatado. Por esos ella llora, él se queja, alguien más sueña castillos de cristal. El amor es así; es muchas veces azar y pocas, certidumbre, es muchas, casualidad y pocas, certeza, es muchas, incierto y pocas, certero. Es como ya lo dije, algunas veces caprichoso y algunas otras, cabrón.

¡Obvio! Ya no le estoy hablando a mi gata, no espero tanto de ella. Tampoco le hablo a él. No después de poner a prueba y validar como cierto aquel artículo donde se comprueba científicamente que la voz femenina agota al cerebro masculino. Por eso, intento cansarme yo misma con mi propia voz: pruebo un poco de mi propia medicina.

Mientras tanto, mi gata me mira como si nada le importara más que la acaricie. Por eso, se echa sobre mí. Alguien alguna vez me hizo el comentario: “Yo creo que el gato es el animal más ingrato”. Pueda ser que sí, como también igual de ingrato el corazón que ama esperando algo a cambio o peor aún, que no ama porque sabe que lo que espera, no le será concedido. Es una manera de envilecer el amor, me pienso, más canalla que la “ingratitud” del gato. Yo amo a mi gata, pero después de un rato la echo y le digo: ¡Vamos, niña, que ese amor que tú buscas, no es el que yo te puedo dar!

NO LO HAGAS

No prometas el viento
cuando es imposible tenerlo;
no prometas amor eterno,
si sabes que mañana no estarás.
No desates este hilo del que pendo,
no me sueltes porque siento que me pierdo.
No le cortes las alas a mis sueños
porque te dio miedo estar en ellos.
No me pidas que te deje de querer,
si al no quererte mato parte de mi ser.
No pretendas saldar deudas ya olvidadas,
ni a tus otras cuentas, unas nuevas aumentar.
Róbate aquellos momentos desastrosos,
y déjame los inolvidables y maravillosos.
No dejes que aparezca la demencia,
cuando es la conciencia la que debe conquistar.
No me permitas caer en tu juego
o tan siquiera enséñame cómo jugar.
¡No deje restos de amor regados en mi vida!
¡No sonrías por favor, que tu sonrisa mata!
No renuncies a esto que te ofrezco
respondiendo que inesperado te llegó.
No hace falta que me des explicaciones,
basta con que digas que sobró o que faltó.

JKO

lunes, 4 de agosto de 2008

LO QUE AMO DE MIAMI


“What do you love about Miami? (¿Qué es lo que amas de Miami?)”, me preguntó una tarde saliendo de clases, Calvin, un fabuloso profesor de inglés.

Poco creíble dada mi verborrea crónica y como pocas veces, la prudencia de permanecer callada, totalmente innecesaria ese día, estuvo presente. No le respondí. Lo pensé de más y no hallé una respuesta sensata, por eso prometí contestarle cuando supiera, algún otro día.

Terminaron mis clases y nunca le contesté. Sin embargo, continúe preguntándome lo preguntado.

Pueda ser el clima que me recuerda tanto a mí: loco, caprichoso, voluble, antojadizo. Los dos cambiamos de acuerdo al humor de Dios. Bueno, yo así me digo para no culpar a mis hormonas. Suena un tanto más romántico de esa manera. Cierto y acertado fue el comentario de un locutor de radio cuando habló acerca del pronóstico climatológico para Miami: “Quizá llueva, quizá no. Yo soy igualita, aunque no me debato en ningún dilema “Shakespeareano” profundo(Quizá sea, quizá no). Yo, una simple mortal, me debato con pensamientos superfluos: Quizá hoy sea pelirroja, quizá no. Y a la merced de mi humor, mi cabello sufre los estragos, por tener un alma bohemia, delirante y cambiante.

Quizá son los atardeceres tostados tan únicos de ésta ciudad, manchados en el horizonte con tonos violetas, azules, naranjas y rosados pastel; mezclados, puros, con destellos de luz a la caída del sol. Ese cielo que Dios, sin duda, en sus ratos libres, utiliza como paleta para pintar. Son las nubes floridanas con forma de borregos amontonados, en las que descubro por vez primera, la línea que las define, argéntea y esperanzadora que nunca antes vi o a la que jamás le preste atención hasta después de escuchar el refrán en inglés: “Every cloud has a silver lining” (cada nube tiene una línea plateada). No, nunca antes la vi.

Mezcla. Eso me gusta de esta ciudad. Mezcolanza en términos más coloquiales, pero que a mi gusto definen mejor la magia de este lugar; sí, es una mezcla extraña, incluso confusa, pero que me encanta. Lo diferente, lo extraño, lo nuevo y su revoltijo. Los anuncios de la tele en “spanglish” que definen bien la subcultura de esta ciudad. Las palmeras regadas por toda la ciudad, que dan la idea de estar ahí por equivocación. Sus lagos por doquier, el lago de la parte trasera de mi hogar con la pequeña playita donde descanso con mi vecinita después que caminamos cuatrocientos metros y con la que soñamos para llevar nuestras computadoras y sentarnos a escribir en medio de ese paraíso lleno de aves, especialmente de patos cagones acostumbrados a que la gente les dé de comer, ese paraíso lleno de ruidos naturales, de ruidos humanos que, gracias a Dios, se pierden ante tanto espacio abierto.

Me gusta mi televisión prendida de lunes a viernes a las diez de la noche en el canal veintidós, un canal local. Me gusta escuchar a Jaime Bayly hablar de política, con un lápiz en mano y un cuaderno para anotar todas las palabras extrañas que utiliza para buscarlas posteriormente en el diccionario. Me gusta como habla. Es capaz de mentarte la madre de una manera educada. Eso me encanta.

Por último, me gusta el camino que me lleva a él. Es la calle Krome. Larga, y en los puntos donde yo la transito, sin semáforos y con algunas curvas poco pronunciadas por las que me gusta pasar a gran velocidad cuando es de día. De noche, una carretera de paso para muchos viajeros, tediosa, extensa y sin iluminación que me da pánico y me hace bajar la velocidad para ver como lentamente las luces de los carros del carril contrario me deslumbran con su paso. Pero de día pareciera que el escenario está listo para comenzar la excelsa obra de teatro. Los telones se suben. De ida, pongo más atención al canal pantanoso que hay del lado derecho ignorando un tanto a los arboles gigantes y majestuosos de alrededor. Imagino la cantidad de cocodrilos que se pasean debajo de las hojas de loto, recuerdo a las tortugas tímidas que a veces se ven por ahí. De regreso al lado derecho, los pinares y arbustos y sus hojas que hacen un juego de luces y sombras espectaculares me dan la sensación de estar manejando en medio del bosque, de encontrarme en una alameda sin fin. Imagino estar en un viaje cuyo destino no ansío llegar porque descubro que lo mejor de él se encuentra precisamente en el camino. Me gusta sobre todo, cuando llego a él y entonces, me toma entre sus brazos, como él bien sabe hacerlo.

Esta vez sin tener que pensarlo tanto. Ahí está profesor, le dije que algún día le contestaría.

Mientras hacia este escrito, me acorde de esta poesía de mi poemario de antaño. La comparto.

SIENTE

Siente el viento como pasa,
Cómo tierno te acaricia,
Oye atento como llama,
Y te envuelve con su brisa.

Siente el aire en movimiento
Que jugando está, tu pelo,
Trata un solo momento,
Con tus manos retenerlo.

Mira el rayo tenue y cálido
Que tocando esta, tu cuerpo.
Siente aquél quemar fallido,
Que triunfará al correr el tiempo.

Mira el cielo tan brillante
Con sus nubes de algodón.
Mira aquél azul radiante,
Ávido de admiración.

Nota cuánto el árbol crece,
Mira su fuerte ramaje.
Huele la flor que pretende,
Con pétalos vestir de traje.

Mira la danza de las hojas
Si el viento sin querer las toca.
Mira aquella fruta roja,
Que te pide que la cojas.

Oye el ave cuando canta
Como anuncia la mañana,
Mira altiva cómo encanta,
Cuando el vuelo al cielo traza.

Mira la vida y sonríe,
Que Dios nunca nos miente,
Convence a tu cuerpo que vive,
Que es verdad lo que siente.

Dale gracias al Señor,
Que te permite estar vivo,
Y sentir la naturaleza,
A través de tus sentidos.

JKO

domingo, 27 de julio de 2008

CREO QUE ES NECESARIO DETENER

Menos poesía y más concentración fue siempre lo que me hizo falta a la hora de sentarme a estudiar para mis exámenes. “Habrá poesía”, era una frase a la que le temía en esas noches limítrofes y aparentemente cortas, en esas noches de libros gruesos por leer y pocas ganas de hacerlo. Aún me pregunto porque esos momentos fueron de los más fecundos. No es que me gustara divagar, de eso estoy segura. Pero había algo. Por eso, aún te culpo por aquellos exámenes en los que me fue mal y te agradezco la poesía (o sus vagos intentos) y tanta inspiración.

Creo que es necesario detener mi estudio por un momento;
¡De nuevo tú vuelves a irrumpir en mi pensamiento!¡De nuevo imagino estar contigo, de nuevo, que siento y toco tu piel!(Ya estoy contando los días que faltan para volverte a ver).

Estoy aquí y al mismo tiempo no; mi cuerpo, sin más remedio,se quedó conmigo, pero mi pensamiento se ha escapado, allá donde tu estás. Trato de concentrarme pero en cada instante, cada minuto, cada segundo, este insistente y loco pensamiento de pensarte, no me deja en paz. Solamente quiere hablar de ti, no interesa nada de administración, matemáticas o economía, sólo importamos tú y yo y nuestro amor.

Y mira el grado al que ha llegado todo esto que sucumbí una vez más:Dejé todo para después y me senté a escribir, y a pensar un rato en ti.No puedo evitarlo, siempre estás en mi mente y aunque a veces trato de ignorarte, no resulta, tal pareciera que a ti no te molesta importunarme así.¡Mírame, me siento como tonta cada vez que peleo contigo de esta manera!Dejemos ya esto, que tengo cosas por hacer.Te he dedicado el tiempo que no tengo. No, no me pidas un minuto más.¡Vamos no seas celoso, que no pienso en nadie más!Es sólo que… ¡tú sabes, tengo que estudiar!

Pronto nos veremos,¡No se diga más!Quizá en otra sesión de estudio nos volvamos a encontrar,Tal vez me robarás unos minutos pero... ¡nada más¡ Ya vete que la noche acaba, se ha hecho corta y yo debo terminar. Uno de estos días nos volveremos a encontrar...

JKO

viernes, 25 de julio de 2008

AL CHINITO



¡Qué alegría da decir que tengo un gemelo!
Bueno, más bien yo diría que es como mi abuelo:
¡Gruñón, cascarrabias y calvo!
Pero es mi chinito y con pelo o sin pelo,
no deja de ser mi gemelito.

JKO

A MI MADRE

Yo no quiero hablar diciendo
cuán perfecta y cuán excelente
es mi madre, pues la Perfección
y la Excelencia sólo Dios las tiene,
mas mi madre acercóse en tal manera,
pues un ángel caída es del cielo
y simulando entre la gente ser humana,
en el fondo, lleva el alma,
cual celestial mensajero.

Madre, conversión
que de un momento a otro sucedió,
siendo vida has convertido en vida,
algo que en tu vientre se formó,
mas privilegiada eres de este modo,
pues el Don que llevas en el cuerpo,
nuestro Dios sólo a las madres se los dio.

Y sé que no eres perfecta
y también que no eres excelente,
mas para mí: ¡Perfecta y excelente!
por el simple hecho
de permitirme llamarte ‘mamá’.

martes, 15 de julio de 2008

domingo, 6 de julio de 2008

EN UNA TARDE DE LLUVIA NOSTALGICA Y DESCONECTADA




No es la ventana con gotas aplastadas y nubes llorosas, es el refugio obligado, la soledad de la tarde desvanecida, su tono mate. Es la tristeza que se siente si se mira a través de ella cuando no hay nadie afuera. Es el ruido del aguacero que ahoga mis plantas y las quiebra.

No es el calor y mucho menos el bochorno de mi tierra; es el afecto lo que se extraña, la compañía de todos y de nadie. Es el bullicio que mata al silencio cuando rara vez existe; son los secretos en voz baja de la gente chismosa, que son malintencionados, pero que divierten; son los desayunos sabatinos con exceso de necedades y dolor de estomago de tanto reír; las comidas de los domingos familiares donde todos hablan y nadie se escucha, y sobretodo, donde se come rico y a montón. No es que no me gusten los domingos gringos, es sólo que no me caen bien, porque te hacen trabajar, por negreros, porque son todo, menos familiares.

No es que no me lleve bien con tus amigos raros, es que extraño a los míos. No es el vecino que no saluda aunque ya me conoce, no es el gordito nuevo que no pasa desapercibido y tira clandestinamente sus restos de comida en el jardín de su vecino, ni el vejete cubano que se cuela descaradamente delante de mí en la cola de la farmacia y que lleva en la mano medicinas para la próstata. Tampoco es la llamada de la tarde que me canceló y frustro mis planes de salir. Son las manos desconocidas que deje de ver, que antes me saludaban o me abrían la puerta amablemente o inclusive, me cedían el lugar. Es recibir la invitación de la fiesta de cumpleaños a la que no podré ir o el mensaje del la reunión que sin duda me perderé. Es desear estar ahí cuando se juntan. Es saber que no llegaré.

No es dieta, ni ganas de no cocinar, tampoco es pereza, es falta de amor propio porque no me gusta cocinar para mí. No me motiva. Además, no me gusta la lechuga sin preparar y el tomate de la Florida tiene salmonella y te enferma cuando lo comes. No es no necesitar un buen baño, son ganas de ayudar al planeta cuidando el agua que ya casi no hay. No es flojera de arreglar la casa que está de cabeza y pide a gritos auxilio, son más bien las intenciones de ahorrar ganas y dejarlas para luego, ahora que estamos en recesión.

Llueve a cantaros, pero no es la ventana con gotas aplastadas y nubes llorosas. Tampoco es estar sin perro que me ladre (con el perro del vecino del tercer piso tengo suficiente). Es la tarde nostálgica con gatos dormidos y silenciosos. Es la tarde solitaria y silente. Es el ruido de mi i-pod que se quedo sin audífonos porque los gatos los mordieron antes de dormir. Son los libros que no tienen ganas de ser leídos porque hay poca luz. Es la música que no toca porque se hace nada con el ruido de los truenos, porque se pierde en el estruendo que provocan. Es la computadora apagada porque le da miedo quemarse con los rayos y, que los bomberos no lleguen a tiempo para rescatarla.

No es la tarde lluviosa que en otras ocasiones puede encantarme más, si no la tarde lluviosa sin compañía con quien disfrutarla y sin aparatos eléctricos funcionando. Es la tarde lluviosa que sin ti se ha vuelto melancólica, que sin electricidad, se ha vuelto taciturna. No es que no me guste el silencio, si no que es tanto, que yo sola no me doy abasto para acabar con él. No es el encierro que otros días no molesta, son las ganas de salir por saber que no se puede salir. Es sentirme obligada. No es depresión, es nostalgia. (Eso dice mi vecinita alegre).Quisiera culparte (siempre es mejor tener a alguien a quien culpar), pero no puedo. De verdad no eres tú, no podrías serlo, si tú ni si quiera estás. No eres tú, soy yo cuando estoy desconectada, porque es cuando resulta que no se cómo lidiar con mi soledad…

JKO

sábado, 14 de junio de 2008

Las pequeñas de papá




A un padre maravilloso, en su día.

Difícilmente recuerdo la canción infantil del vestidito azul que él me cantaba después del baño. El vestidito azul era mi preferido. Lo era porque él me lo decía y yo, pequeña, le creía todo lo que él me decía. El vestidito azul, lo recuerdo a cada detalle: sus tablones, sus tirantes, sus botones, sus pequeñas flores. Él también le solía cantar a ella la misma canción. Su vestido era igual al mío, a diferencia del tamaño (más pequeño) y del color (amarillo), por eso, la versión de su canción había sido un tanto, modificada. No sé si era el preferido de ella, pero bastaba cantarnos para que nosotras quisiéramos usar dichos vestiditos. Lo cierto es que a él le gustaba vernos vestidas así.

¿Y tú quien eres, eh? Me preguntaba todo el tiempo porque le gustaba la respuesta que siempre le contestaba: “Soy la chingada chiquitita”. Yo le contestaba como si no entendiera aquel insulto que la frase encerraba. Seguro la ingeniosa e inconveniente respuesta él me la enseño, por eso reía orgulloso cada que yo la repetía.

Él todo lo sabía, por eso era capaz de contarme mis aventuras del jardín de niños como si hubiera estado ahí viéndolas: Siempre sabía cuando me quitaba los zapatos y corría descalza por el área de juegos, cuando comía galletas de más o cuando dormía dentro del salón de clase (¡Diablos, mi futuro desesperanzador y desastroso podía verse desde ahí!). ¿Y cómo lo sabes, papi?, le preguntaba inocentemente. ¡Ah, me lo contó un pajarito!, esa era siempre su respuesta. Yo imaginaba un pajarito que sobrevolaba con las alas abiertas el jardín y observaba todo lo que yo hacía y que luego, volaba a él para contarle todo. ¡Maldito pajarraco bocón!, lo bueno que en mis años de mayores travesuras supo mantenerse callado...

Él jugaba con todos nosotros como un niño más. Se entretenía tanto jugando “busca-busca” (escondidillas) como nosotros. La casa era grande, por eso la diversión duraba horas. Nuestro escondite preferido era la repisa más alta del clóset del cuarto de atrás, todos siempre queríamos meternos ahí, por eso nos pillaban rápido. Él siempre tenía maneras más ingeniosas de desaparecer, por eso, terminábamos todos siendo buscadores y nos pasábamos largos ratos tratando de hallarlo en nuestros escondites conocidos. Una tarde, estuvimos a punto de llamar a mamá para pedirle disculpas y avisarle que habíamos perdido, sin querer, a papá. No lográbamos hallarlo por ningún lado. De repente, nos quedamos con los ojos saltones y la boca abierta: grata fue nuestra sorpresa cuando, debajo de aquellas prendas que estaban en el piso y que para nosotros habían pasado tan desapercibidas, él apareció. ¡Qué tramposo!, le gritamos los cuatro y fuimos corriendo tras de él. ¡Con cuánta alegría recuerdo esa tarde de juegos!

A ese señor siempre le gusto mucho divertirnos de chicos, por eso nos hacía “hot-cakes” de animalitos, nos cortaba la sandía de formas extrañas o hacía caritas felices sobre el huevo estrellado. Hasta la fecha le gusta divertirnos, por eso nos cuenta chistes y cosas graciosas.

Creo que debió ser profesor de profesión. Me ayudo a leer la tarea del kínder hasta que pude leerla yo sola: “El pato nada en el lago”, me repetía lenta y reiteradamente a la vez que me recordaba las vocales y las consonantes de la frase una por una. La imagen de al lado de la frase sugería exactamente eso: un pato feliz nadando en un lago. ¿Qué tanto nada?, me preguntaba con ganas de ahogarlo para que ya no hubiera frase que repetir y papá me dejara ir a jugar con los demás.

Me explicó los números romanos unas cien veces en la primaria y me sentó a hacer mi tarea, a pesar de que yo pensaba que no eran necesarios y que para leer la hora, podía usar reloj digital.

En la secundaria, supe en clase de física que existían las leyes de la atracción, la velocidad y la aceleración, pensé ilusa, que podrían servir para conquistar, de manera pronta, al chico nuevo que se sentaba a tres sillas de mí, pero sin duda alguna papá se encargo, no sólo de de sacarme de ese tremendo error, si no que además de explicarme que la única química a la que debía poner atención era la que impartía la maestra dentro del salón de clase.

Sin duda alguna, descifro para mí los misterios incomprensibles del algebra preparatoriana y me invito a estudiar, digámoslo así, de una manera sensata y motivante: ¿Ves este libro?, me dijo señalando un libro grueso de algebra al que los maestros solían llamar “Baldor” , siéntate a estudiar que si truenas te mando a escuela de gobierno. No necesitaba más, por eso regrese a casa con un cien en ese examen.

Nunca ha dejado de sorprenderme su enorme paciencia y vaya que entre mis hermanos y yo lo pusimos no una, sino mil veces a prueba, pero él no la perdía fácil, nunca lo hizo.

Gracias a él aprendí a conducir, por eso, su pobre carrito tiene un golpe en la parte trasera, golpe que yo prometí arreglar y hasta la fecha no lo he hecho. Siempre ha sido muy condescendiente con sus hijos, por eso, aquel día ni siquiera me regañó a sabiendas que fue mi culpa y más bien, se limito a preguntarme como había ocurrido aquel accidente.

Jamás olvidare cuando le dije de mi primer novio. “Tiene que venir a hablar conmigo y pedirme permiso”, me dijo. Yo no logre convencerlo por nada del mundo de que cambiara de opinión, ninguno de mis argumentos fueron validos: “papá, esas son cosas de viejos”, ¿Para qué va a venir a hablar?, ¡Prefiero no tener novio, entonces! Por eso, sólo conoció a dos de de ellos: al primero y al último, con el que me casé. Bueno, me tenía que ahorrar, a como diera lugar, la letanía tan bochornosa. Se lo tomaba muy en serio: ¡Qué horror, papá!

Le encantan los niños, nunca lo ha ocultado. Ciertamente, con la mitad de sus hijos casados, aunque no nos lo diga directamente, sé que le ilusiona ser abuelo, por eso me mira con ojos de borrego a medio morir y lanza sus insinuaciones: “Soy el único de mis hermanos que no tiene nietos”. “Ay no papi, ahí hay dos de tus hijos que todavía pueden meter la pata” le digo señalando a mis dos hermanos solteros, “o dile al mayor, a mí no me mires”, le respondo alborotada. ¡Si papi, lo acepto!, es mi venganza dulce, pero cruel por aquellas platicas bochornosas a las que nos sometiste a mi hermanita y a mí, para dejarnos tener novio.

Si, él se da cuenta que ya hemos crecido. Pero en cierto modo, sé que mi hermanita y yo seguimos siendo sus pequeñas, aunque ahora usemos vestidos de mujeres y no de niñas. Por eso ahora en vez de cantarnos, nos platica. Por eso ahora en vez de cuentos, nos da consejos. Pero, seguimos siendo sus pequeñas, por eso todavía nos toma de la mano cuando caminamos juntos o cuando cruzamos la calle, nos toma de la mano como cuando niñas, como si en verdad lo fuéramos. No me molesta, por eso no lo suelto. No sé si a ella le moleste, pero tampoco lo suelta. Supongo que no. A él le gusta sentir que somos sus pequeñas y a mí, sin duda alguna, todavía me gusta sentir que sigo siendo la pequeña de papá.




JKO

lunes, 2 de junio de 2008

MI TIERRA, SU COMIDA Y SU CALOR



Mi país natal, bizarra sensación volver a él después de estar más de un año fuera. Un tiempo que, hay que mencionar, se me hizo eterno.

En el vuelo de ida me propuse firmemente, en primera instancia y a como diera lugar, hacer llegar a mi poder (y a mi boca) unos sabrosos tacos. Pero no cualquier tipo de tacos, tenían que ser al pastor, de esos que tanto me gustan. Así me lo propuse y así fue. Mis hermanos no tuvieron objeción en consentir a la recién llegada. Ni la hora (casi media noche), ni el lugar (Cancún) y, cabe mencionar, ni el precio, fueron propicios para el amor (amor que puede llegar a nacer entre mi persona y un buen plato de comida). Tampoco el sabor. No, no estuvieron tan buenos como mi mente retorcida lo imaginó todo el camino, aún así, a mí me supieron a gloria. Al punto, que me permití la grosería de chuparme los dedos a media cena.

¿Y cómo no habrían de saberme a gloria, si después de la exhaustiva búsqueda durante la misión secreta “Buscando tacos decentes en los Yunaites”, no sólo me tope con los peores malhechores, tacos desabridos, imitaciones “chafas” nada baratas, sino que además, como símbolo de desesperación y falta de cordura y sensatez, me permití coronar con laureles y ramo de rosas en el primer lugar del pódium, a la franquicia “Taco bell” y lo hice merecedor del premio “El mejor taco”?

¡Ah! ¡La madre! ¡Qué calor!, exclamo en mi primer día de vuelta a mi hermosa ciudad Yucateca, la "Blanca Mérida", exactamente a las dos de la tarde, mientras me derrito y siento que me cuezo por dentro, sin alivio alguno, a pesar de la botella de litro de agua bien fría que llevo junto a mí. Por momentos el calor me hace desvariar y en mi delirio, me pregunto si habré muerto. Me imagino con un trajecito rojo, no con el de caperucita roja que alguna vez mi mamá me hizo de pequeña, sino más bien con uno bien pegadito que me hace ver sexy junto con mi trinchante, mis cuernitos y mi larga cola. Pero luego, es tanto el calor, que mi cuerpo con todo y mi traje lindo empiezan a arder en llamas hasta el punto de achicharrarse. Mis pecados no logran ser perdonados aún, cuando el sonido de un claxon me saca del transe. Ah sí, estoy en mi hermosa ciudad “panuchera”, me doy cuenta, no en el infierno. ¡Maldito calor de abril! Si acaso existiera el infierno, segura estoy que tendría una temperatura promedio a la de Yucatán. Por eso, me doy el lujo de portarme mal, total que ya estoy acostumbrada a las temperaturas infernales.

Definitivamente no extrañé el calor en lo más mínimo. Pero cuánto extrañé el sabor de un sabroso platillo yucateco. Panuchos coloridos y bien servidos y salbutes de carne molida del mercado de Santiago del puesto de Don Marquitos; esos vaporcitos de Montejo hechos por Oscar y su familia bañados en salsa de tomate recién preparada; exquisitos tacos de relleno blanco cortesía de Doña Elda, la abuelita de poncho; huevos motuleños remojados en salsa de tomate y frijol, salpicados de jamón, queso y chícharos, del restaurante de Don Manuel, en Motul; ese tamal colado y esos panuchos del pueblo de paso, donde paramos a cenar (por cierto, los más baratos que me encontré); ese pip de Oxcutzcab, hecho a la leña y fuera de temporada, que Miguel y su esposa Ana María, tan amablemente, mandaron a hacer especialmente para mí (¡Gracias chicos!), sopa de lima humeante y queso relleno de carne molida preparado a la perfección, sabrá Dios por qué ángeles, que se sirvió en la fiesta de clausura de la Cámara de Comercio; brazo de reina con pepita y hoja de chaya, longaniza con cebolla roja, naranja agria y unas tortillas recién salidas del molino, polcanes, tacos de relleno negro, tortas de carne asada, empanizado y cochinita pibil. Bueno, ¡Tendrían que haber estado ahí conmigo, para que supieran de lo que les hablo! ¡Ah, manjar de Dioses! Si acaso existiera el cielo, segura estoy que tendrían comida como la de Yucatán. Por eso, trato de portarme bien, a pesar del calor.

¡ABRE LA LATA Y DEJANOS BAJAR!, grita mi hermanita con un dejo de histeria, en la parte trasera del “volcho” de mi hermano. Fue una manera sutil, pero vil de castigar al gemelo por no tener aire acondicionado en su carro y habernos obligado a subir en él con esas temperaturas. “¡La lala laaaata, la lala laaata!” canto yo a manera de burla después de su exclamación. Ella y yo nos soltamos a carcajadas, sobre todo después de ver la cara de indignación que nos puso el gemelo por haber insultado a su carrito así. ¡Bonita época en la que elegí para ir: en la del calor más intenso! Claro que la bebida de chaya con limón, ese día de tanto calor, nos supo más sabrosa.

Una parte de México se vino conmigo a mi regreso. No en mi alma, sino en mis maletas, de contrabando. Salsas picantes, botana y dulces enchilados, cacahuates enchilados y los nipón (¡No, no hay aquí!), panecitos y galletas Bimbo y Marinela, quesos, tostadas, dulces típicos mexicanos, concentrados para preparar horchata, jamaica y tamarindo, bebidas embriagantes (Bienvenidos a mi casa Licor de Nance y X’tabentun)…y claro, tortillas congeladas para preparar panuchitos (el mayor de mis orgullos que sobrevivió a la aduana y a la “migra” americana). Un pedazo de rosca “Brioch” también se coló en mi bolsa de mano sin problemas.

¡Viva el aire acondicionado y la comida chatarra que traje de Mérida! Ojalá nunca se acabara, pienso alegre e ilusamente, mientras a bocanadas de jugo de tamarindo trato de quitarme la quemazón de la boca por comer tanta botana enchilada. Con cada palanqueta me como a México, con cada charrito a Yucatán. ¡Qué recuerdos tan gratos vienen a mí, mientras embuto mi boca de cosas sabrosas! Mi panza está un poquito más prominente de lo normal y me arde levemente, pero no me importa. La época de las vacas flacas, de la rana (Ranitidina) y de la añoranza llegarán. Mientras tanto, no me queda otra opción dada mi felicidad del momento que gritar: ¡Viva mi tierra y su comida sabrosa, manjar de Dioses, pecadores y gordos!

JKO

domingo, 25 de mayo de 2008

"Piaf" un petit grand oiseau (Piaf, una pequeña gran pajarita)


Una pequeña pajarilla con canto sublime hace música que deleita mis oídos. Es una gorrioncita. Canta excepcional. Su cántico a la vida, al amor, a los tiempos difíciles es magnífico, esplendido.

Padam...padam...padam... (padam…padam…padam…)
Des "je t'aime" de quatorze-juillet (Los “Yo te amo” del catorce de Julio)Padam...padam...padam... (padam…padam…padam…)
Des "toujours" qu'on achète au rabais (Los “Siempre” que compramos en descuento)Padam...padam...padam... (padam…padam…padam…)
Des "veux-tu" en voilà par paquets (Los « Quieres » eh aquí, por paquetes) Et tout ça pour tomber juste au coin d'la rue (Y todo eso para tirarlo justo en a la vuelta de la esquina)
Sur l'air qui m'a reconnue ( al viento que me ha reconocido)

Canta en las calles, ojerosa, de cara triste y desnutrida. Demasiado menuda que sorprende no sólo verla de pie, si no también verla cantar así. Se llama Edith Giovanna, de apellido Gassion. Su voz no se parece en nada a ella: fuerte, segura, hermosa. Se ha quedado grabada en mi mente, por eso tarareo y repito sus canciones sin darme cuenta. Es algo más que obvio que no canto igual que ella, pero que más da. El recuerdo de su voz es la que viene a mí. Una voz que emociona mi alma, la hace bailar, la estruja, la hace suya, en ocasiones, la parte en dos. Sobre todo, después de conocer un poco de su vida y entender el por qué de sus canciones, a través de la película “La vida en rosa” (“La Môme Piaf").

Je vous connais, Milord (Yo lo conozco, Señor)
Vous ne m'avez jamais vue (Usted no me había visto jamás)
Je ne suis qu'une fille du port (Yo no soy más que una chica de puerto)
Une ombre de la rue... (Una sombra de la calle)
Allez venez! Milord (¡Vamos, venga, senor!)
Vous avez l'air d'un môme (Tiene usted el aire de un jovencito)
Laissez-vous faire, Milord (Ceda, señor)
Venez dans mon royaume (Venga dentro de mi reino)
Je soigne les remords (Yo curo los remordimientos)
Je chante la romance (Yo canto el romance)
Je chante les milords (Yo canto a los señores)
Qui n'ont pas eu de chance (que non han tenido buena suerte)
Regardez-moi, Milord (Míreme, señor)
Vous ne m'avez jamais vue... (Usted nunca me había visto…)

De las inmundas calles parisinas y los miserables cabarets que la vieron nacer, a la glamur de la “Comédie-Française” y del teatro Olympia de París que la vieron dejar no sólo su alma, sino también, su vida en el escenario.

Icono francés por antonomasia. Es descubierta, mientras cantaba en las calles, por el gerente de un cabaret en los Campos Elíseos y es así, como logra sobresalir de entre tantos artistas callejeros. A pesar, de tener el espíritu de un “caballo salvaje”, educa su voz, sus manos y su cuerpo que le permiten ser, no sólo una admirable cantante, sino también una de las mejores intérpretes de todos los tiempos.

En su canto puede escucharse su lamento y su felicidad, su pobreza y su riqueza, sus fracasos y sus triunfos, sus desamores y sus grandes amores. En la letra de sus canciones puede leerse sus pasiones y su vida. Sí, digo sus canciones porque fueron compuestas especialmente para ella.

Et toujours, toujours, quand je chante, (Y siempre, siempre, cuando yo canto)
Cet oiseau-là chante avec moi. (Ese pájaro de ahí canta conmigo)
Toujours, toujours, encore vivante, (Siempre, siempre, todavía vivo)
Sa pauvre voix tremble pour moi. (Su pobre voz tiembla por mí)
Si je disais tout ce qu'il chante, (Si yo dijera todo lo que él canta,)
Tout c'que j'ai vu et tout c'que j'sais, (Todo lo que yo he visto y todo lo que sé)
J'en dirais trop et pas assez (Yo diría de eso mucho y no lo suficiente)
Et tout ça, je veux l'oublier. (Y todo eso, yo lo quiero olvidar.)

Ella no es bonita, pero nada importa con esa voz y esa personalidad tan magníficas que la hacen distinguirse. Más de uno fueron los que la adoraron. Varios, sus romances conocidos, a saber: con Marlon Brando, Yves Montand, Charles Aznavour, Théo Sarapo, Georges Moustaki, entre otros. Pero ninguno como el de Marcel Cerdan, su adorado Marcel que la hizo ver la vida de color rosa.

Des yeux qui font baiser les miens, (Unos ojos que me hicieron bajar los míos)
Un rire qui se perd sur sa bouche, (Una risa que se pierde sobre su boca)
Voila le portrait sans retouche (Eh aquí el retrato sin retoque)
De l'homme auquel j'appartiens (Del hombre al cual yo pertenezco)
Quand il me prend dans ses bras (Cuando él me toma entre sus brazos)
Il me parle tout bas, (El me habla todo en voz baja)
Je vois la vie en rose. (Yo veo la vida en rosa)
Il me dit des mots d'amour, (Él me dice palabras de amor)
Des mots de tous les jours, (Palabras de todos los días,)
Et ca me fait quelque chose (Y eso me hace sentir algo)

La “niña Gorrión” ("la Môme Piaf") es su nombre artístico. Pequeña de estatura y frágil de cuerpo, pero de un alma grande y un carácter poderoso que la hicieron llegar lejos, a pesar de las adversidades y de los malos momentos que la atormentaron. La vida parecía enojada con ella y en sus desvaríos, no cansada de darle una niñez miserable y de haberle quitado a su pequeña hija Marcelle de dos años y a su manager descubridor, le arranca de sus brazos al amor más grande que ella hubiera tenido: Marcel.

Mon Dieu ! Mon Dieu ! Mon Dieu ! (¡Mi Dios! ¡Mi Dios! ¡Mi Dios!)
Laissez-le-moi (Déjamelo)
Encore un peu, (Todavía un poco)
Mon amoureux (a mi enamorado)
Mon Dieu ! Mon Dieu ! Mon Dieu ! (¡Mi Dios! ¡Mi Dios! ¡Mi Dios!)
Même si j'ai tort, (Igual si he sido yo la que se ha equivocado)
Laissez-le-moi (Déjamelo)Un peu... ( un poco…)

Marcel ha partido. ¡Vamos, no llores, Edith! Mejor canta, gorrión, canta como sólo tú lo haces. Tú lo has dicho bien: “Dieu réunit ceux qui s'aiment” (Dios reúne a aquellos que se aman). Ya no lo esperes a él. No ahora. Él ya no llegará en este vuelo a tu rencuentro. Otro será el vuelo que los reunirá. Espera un poco o mucho. En otro momento, en otra vida, la hora de amarse vendrá. Ahora recuerda a Marcel y cántanos ese himno al amor que le cantas a él.

Tant qu'l'amour inondera mes matins (Tanto que el amor inundara mis mañanas)
Tant que mon corps frémira sous tes mains (tanto que mi cuerpo se estremecerá bajo tus manos)
Peu m'importe les problèmes (poco me importan los problemas)
Mon amour puisque tu m'aimes (Mi amor puesto que tú me amas)
Si un jour la vie t'arrache a moi (Si un día la vida te arranca de mi)
Si tu meurs que tu sois loin de moi (Si tu mueres, que tu estés lejos de mi)
Peu m'importe si tu m'aimes (Poco me importa si tú me amas) Car moi je mourrais aussi (Porque yo moriré también)
Nous aurons pour nous l'éternité (Nosotros tendremos para nosotros la eternidad)
Dans le bleu de toute l'immensité ( Bajo el azul de toda la inmensidad)
Dans le ciel plus de problèmes (Dentro del cielo mas problemas)Mon amour crois-tu qu'on s'aime (Mi amor ¿Tú crees que nos amemos?)
Dieu réunit ceux qui s'aiment (Dios reúne a aquellos que se aman)

Cansada de la vida borrascosa que te tocó, enferma, quebradiza, adicta, aún así te niegas a dejar el escenario. Un poco de morfina te servirá. Te está matando lo sabes bien, pero más te mata el no cantar ¿No es así Edith? Haz de morir cantando, esa es tu vida, lo sabemos. Lo que importa es que no te arrepientes de nada. ¡Haces bien! No lamentes nada, Edith Piaf: ¿Qué sería de nosotros sin tu legado, sin tu música, sin tu voz? ¡Vamos, cántanos una vez más! ¡Transpórtanos otra vez a la vieja Francia! Déjanos escuchar tu sublime voz diciéndonos “Non! Rien de rien” (¡No! Nada de nada), esa voz tuya altiva, orgullosa, altanera, como la de quien segura está que no tiene nada que lamentarse del pasado, como la de quien se encuentra en paz con la vida, aunque ésta no siempre le haya sonreído como lo hubiera esperado.

Non, rien de rien, non je ne regrette rien, (¡No! Nada de nada, Yo no me arrepiento de nada)
Ni le bien qu’on ma fait, ni le mal, tout a m’est bien egal. (Ni el bien que se me ha hecho, ni el mal, todo me da igual)
Non, rien de rien, non je ne regrette rien. (No, nada de nada, yo no me arrepiento de nada)
C’est payé? Balayé? Oublié je me fous de passé? (Esta pagado, barrido, olvidado, a mí me vale el pasado)

TRAILER DE LA PELICULA : La Môme Piaf

sábado, 15 de marzo de 2008

LA MALA SUERTE

“Para ella no existían los días a los que la gente solía llamarles días infelices…”. Si, así empezaba ese escrito que saqué del libro de lecturas de mi tercer año de primaria, donde un pequeño hablaba de su madre y la alegría que la embargaba, aparentemente infinita e inacabable, no importaba que pasara. No recuerdo su titulo, pero recuerdo la imagen en tonos sepia de una mujer sentada a la que, a pesar de la oscuridad de la foto, lograba vislumbrarse su rostro hermoso y sobre todo, su paz interior.

Yo desde muy pequeña ya sentía esa pasión por el mundo de la literatura y la lectura, y esa obsesión escalofriante de acumular y guardar, como ratón, todo aquello que llamaba mi atención. Por eso muchas veces, arranqué de mis libros las lecturas que me gustaron y las guarde durante muchos años. No recuerdo que se hizo de ella y de otras tantas, pero me atrevería a decir que siguen guardadas en algún lado de la casa donde crecí.

Sí, para ella no existían los días infelices. Tengo esa primera frase grabada profundamente en la memoria. Recuerdo haber leído esa historia mil veces, cada que algún nuevo cachivache merecía ser guardado o con cada termino de un curso escolar, cuando mamá nos obligaba a deshacernos de lo que ya no nos servía, que en mi caso, resultaba siempre ser poco, por esa manía mía de pensar que quizá más adelante, lo que guardaba me serviría para algo, aunque confieso ahora que nunca fue así.

Me gustaba mucho, no sé si por la manera en como el niño se expresaba de su madre o quizás, tal vez porque desde pequeña, aunque de manera subconsciente, ya presagiaba los desastres venideros que provocarían juntas, mi mala suerte y mi alma tan distraída, por no decirle “apendejada”, y desastrosa que tengo, por lo que me serviría como un himno a la esperanza, la paciencia y la bienaventuranza, en los momentos de desesperación, ofuscación y falta de cordura provocados por uno o una serie de eventos desafortunados. Tal vez me gustaba por ambas razones, porque muy en el fondo pensaba que, cuando creciera, quería ser como esa mujer para que no existieran más que días felices en mi vida y cuando algún día infeliz se colara en mis momentos, yo supiera ignorarlo y no dejarlo que me turbe, como si este no hubiera existido nunca.

Creo que esa mujer tenía muy buena suerte, no puedo pensar en otra cosa para tanta felicidad. Por eso nunca seria posible que yo fuera como ella, con la suerte que me tocó. Tengo muy mala suerte, a mí no me digan que no. Si no, pregúntenselo a mi papá y el amablemente lo confirmara. No por nada, él y mi esposo me apodaron, a manera de burla, “lucky lady” (Dama de la suerte) el día lo llevamos al casino. Mi papá, contrariamente a mí, tiene la mejor de las suertes, así que no fue ninguna sorpresa cuando me acerqué a su maquina y lo vi ganando. El obsesionado, como toda la gente que se encuentra jugando ahí, ni me hizo caso por estar como garrapata a la maquinita, así que me quedé dos minutos sentada y después, me fui. Pero la sorpresa la tuve cuando al minuto de que me quité, se apareció mi papá, alegando que había empezado a perder apenas me acerque junto a él. ¡Pobre mi papá!, lo hice perder. ¡”Oops”! Al menos, si notó cuando me senté junto de él (jijiji).

¡Nunca digas que tienes mala suerte!, me decía de manera alarmada un peruano muy amable que conocí alguna vez en mis clases de inglés. ¡Pues si la tengo!, le rezongaba yo, al tiempo que le ponía cara de resignación - un gesto ya, común en mí- como la pongo cada vez que me pasa algo malo. Ahora entiendo que uno atrae la mala suerte con los pensamientos negativos y cuando uno cree que ya nada puede salir más mal, pasa algo peor. Por eso, para no invocar al karma negativo, el peruano me enseñó un concepto frutal que no acabo de relacionar y mucho menos entender, se dice ¡Tengo mala piña! Así es, no sólo tengo mala piña, tengo todo un ponche de frutas: que si la cubana de migración, que ya me trae más idiota y más loca de lo común, me sigue haciendo perder mi tiempo y mis energías sin definir nada de mi caso; que si me voy a perder la boda de otra de mis mejores amigas porque la cubana no delibera; que si las cosas que prometí enviar a México no llegan porque el avión donde las enviaría, extrañamente y poco usual, se descompone; que si tengo que cancelar boleto de avión una vez más y deshacer maletas; que si pierdo las mariposas que adornaban mi celular y no siendo esto suficiente, al rato después, pierdo entonces el celular con todos mis contactos; que si me pierdo yo manejando por esta ciudad tan grande, aun cuando sigo al pie de la letra las instrucciones del mapa y además de todo, llego tarde al trabajo; que si la maquina vendedora no me acepta mi billete y cuando me cambio de maquina y esta si lo acepta, se lo traga; que si mi cabello se cae; que si la alergia, me pica la garganta, la nariz, el dedo chiquito del pie y la nalga; ¡Que si la canción! Aunado a esto, estoy en la semana en la que mi humor se encuentra sobre una montana rusa, ¡Maldita menstruación, odio ser mujer esta semana! No crean que esto es la historia de mi vida, ¡NO!, sólo han sido las últimas dos semanas. Además de todo, me he quedado sin cable y mi tele no agarra ni los canales locales y eso, que se le consiguió una antena disque sofisticada. ¡Maldita tele!, sabía que las amenazas que alguna vez proferí en su contra, tarde o temprano se las merecería. No me deja ver a Jaime, al señor Jaime. Puedo soportar todo… ¿Pero llevar casi una semana sin ver al señor Bayly? ¡Adiós encuentros nocturnos! ¡Nooo! Eso sí lo amerita: ¡Depresión, depresión! (Gritan mis voces internas)

Hablando del señor Jaime, tengo que hacer un paréntesis para mencionar el único día bueno que he tenido antes de que empezara mi mala racha. Fue el día que lo conocí. Juré no lavarme nunca más la mejilla derecha, porque fue ahí donde me dio, no uno, si no dos besitos: uno cuando lo salude y le entregue la comida que le prometí (antojitos mexicanos), y el otro, cuando se despidió de mí. No podía haber estado más alucinada ese día. Repetí -en voz alta- que lo había conocido, todo el camino de regreso a casa. Sí, no me lavaría la mejilla nunca más. ¡Conocí a Jaime Bayly!, ¡Conocí a Jaime Bayly!, ¡Conocí a Jaime Baylyyyyyy!, le repetía como taradita a mi esposo, a manera de presunción - como si el no hubiera estado ahí, también- , pero mi esposo, no se si por despecho, por celos o más bien, por molestar, después de un rato de escuchar mi cantaleta, me lleno de besos ambos cachetes repetidamente y a montones, haciendo que todo encanto terminara en ese momento. ¡Noo, los besitos de Jaime!, ¡Que malvado!, le grité molesta. Entonces, después de eso, decidida me levante y me talle la cara (primero agua y jabón y después, astringente) para quitarme tanta baba y tantos gérmenes que me había dejado ahí, en aquel lugar donde alguna vez estuvieron los besos de Jaime, que diga del señor Jaime. Al par de días después, empezaron mis días tormentosos y mi mala suerte me volvió a acompañar una vez más.

No puedo evitar deprimirme a veces, por la mala suerte que se empeña en perseguirme a donde quiera que yo vaya. Me mude para los “Yunaites” para cambiar de aires, pero hasta aquí me persiguió. Por eso desde que empezó la ultima mala racha que he tenido (y no se acaba aún), no he podido evitar tener un atracón de “Pringles”, “Doritos”, “M & M’s”, “Ferrero Rocher”, “Snikers”, “Nerds” y “Skittles”, mientras le ruego a Dios que no me de un paro cardiaco, un coma diabético, me ponga gorda o peor aún, las tres cosas a la vez. Me siento como la comediante mexicana “la chupitos” (cada que la llevan a la comisaría), repitiendo constantemente: ¡No es justo!, ¡no es justo!, mientras me atraganto compulsivamente de comida chatarra y lloro mis amargas penas, al tiempo que veo la televisión sin imágenes y en modo “silencio”, esperando que suceda un milagro que me devuelva la señal.

“La vida no es justa”. Sí, “Life is not fair”, se podía leer fácilmente en letras mayúsculas esas palabras en el afiche pegado en el techo del consultorio del ginecólogo. ¡No me digas!, me pensaba con ironía y agudeza, como si el darse cuenta de eso, hiciera mas fácil la visita. La vida no es justa, sin embargo todo es cuestión de actitud, se dice. Piensa positivo, piensa positivo. Yo me pregunto si la suerte cambiará si se piensa positivo. ¡PUES NO! me respondo yo sola, después de tener pruebas fehacientes de que no es así.

Necesito probar algo diferente, creo que necesito una limpia, no, no creo, más bien, estoy convencida. ¡Necesito una buena limpia!, me repito con angustia, zozobra y desconsuelo. Una amiga me dijo que me pase un huevo por el cuerpo y si sale negro, es que sí lo necesitaba. He pensado seriamente hacerlo, aunque, pensándolo bien, creo necesitar algo más drástico al respecto. Necesito ayuda de una profesional que sacuda unas yerbitas en mi cuerpo, le tuerza el pescuezo a una gallinita, diga cosas sin sentido que sea natural no entender, baile la danza del pavo, que me haga ponerme de cabeza y luego de temblar como desquiciada y poner cara de orgasmo o de loca, me diga que ha logrado expulsar a todo espíritu y toda mala vibra lejos de mí. ¡Sí, buscare a una profesional!

Es irónico como puedo dar los mejores consejos a todo el mundo, pero no soy capaz de escucharme nunca: “Estas en el lugar correcto, Dios quiere que estés en lugar donde estas”, le decía hace poco a una amiga que la deportaron del país por problemas con migración. Calma, paciencia y perseverancia le decía. “Todo pasa, todo pasa”, le decía a otra. “No dejes que nada, ni nadie te quiten la felicidad” a una tercera. Yo en cambio, en vez de seguir mis propios consejos, estoy como loca, dándome de golpes contra la pared.

Por supuesto mis amigos y mi familia siempre corren a mi rescate.

¡La suerte de las feas a las bonitas nos vale madre!, pone mi hermanita a lado de su “nick” del Messenger, para hacerme olvidar todo ese rollo de la mala suerte. Pero yo, lejos de creérmelo, y llena de envidia porque además de ser bonita, ella heredó la buena suerte de mi papa, le envío uno de esos “Emoticon” (de esos muñequitos curiosos del Messenger) que tengo guardado con el titulo “Toma”, en el que el muñequito, lleno de saña, le da de golpes al otro con un mazo, hasta quitarle la cara de felicidad.

¡Haces muchos planes!, me dice uno de mis queridos amigos. Las cosas se darán cuando se tengan que dar. Ya no planees tanto y veras que cuando lo que anhelas se cumpla, lo vas a disfrutar más. Me río por dentro como si fuera una burla lo que acababa de decirme, sabiendo que vengo de una escuela de contaduría y administración donde, desde el primer hasta el ultimo día de mis casi 6 años de carrera, nos hicieron desayunar, almorzar y cenar la planeación. Pero me parece sensato lo que me dice. ¿Planeación estratégica?, ¡Las bolas de mis dos hermanos!-me pienso, ¡al diablo con la planeación! Ahora iré a donde me lleve el viento, dependeré del humor de Dios o del diablo en un momento dado. Yo propongo, dios dispone, viene el diablo y, nada de me descompone, me “chinga” todos mis planes. Pero si es necesario, haré una fiesta con él, creo que puede llegar a ser divertida después de todo.

Me han servido de consuelo una canción hermosa llamada “Tienen tu color” de Jesus Adrian Romero y un “foward” (reenvío) titulado “Nunca te enojes”, que recibí, vía correo electrónico, de diferentes amigos (los comparto como anexos al escrito).

Todo me turba, todo me espanta, nada se pasa. Mi paciencia se fue por el caño, le dije a una de mis mejores amigas después que me dijo una oración muy bonita para consolarme de santa Teresa de Ávila, que yo distorsioné de manera aberrante. No hay quien se salve de mí cuando estoy en mis peores etapas de negativismo.

“Nada me sale bien”, me quejé por segunda vez consecutiva esta semana con la misma amiga, por una cosa diferente, mientras las lagrimas se me escapaban de los ojos. ¿Te acuerdas de la oración?, me pregunto mientras me la repetía una vez más esa semana: Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa. Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta.

“Para ella no existían los días a los que la gente solía llamarles días infelices…”. No creo que alguien alguna vez escribiera algo así de mí. Pero si me suena, más bien, algo así: “Para ella existían, de manera común, los días a los que la gente solía llamarles días infelices y desastrosos, pero como le gustaba burlarse de ellos para sentir que todo y, a la vez, nada pasaba.”












JKO

jueves, 6 de marzo de 2008

NIVELES DE UNIÓN DE LAS PAREJAS



Para los casaderos

Unos más jóvenes que otros aunque, la mayoría cree que ya es el momento. Unos porque sienten que ya es hora de dejar “el nido”, otros porque ya están hartos de vivir en él. Unos porque “metieron la pata”, otros porque querían meterla y otros porque ya la metían y querían legalizar su situación. La mayoría porque terminó por fin la escuela, porque consiguió un buen trabajo, porque cree haber encontrado a la pareja perfecta. Quiero pensar que todos ellos, por amor, ignorando completamente los muchos matrimonios “de la alta alcurnia” de la suciedad, que diga, de la sociedad Yucateca, que son por interés.

Por todo eso, una carrera de bodorrios entre mis amigos y familiares inicio el año pasado y continúa incesante y galopante a lo largo de todo este año. Es el motivo de ese retoque de campanitas que escucho constantemente. Es el motivo también, por el cual me decidí a continuar este escrito que inicié hace algún tiempo y deje sin terminar.

Al principio, pensé en dar algún consejo práctico a los futuros casaderos, pero lo único en lo que pude pensar fue: “Antes de aventarle a tu pareja cualquier objeto corto punzante, pesado o que pueda lastimar, cuenta hasta mil lentamente, si aún así el enojo continua, entonces aviéntalo sin remordimiento”. El consejo, aunque netamente práctico, me resultó un tanto descabellado. Nunca he sido la más indicada como para dar buenos consejos, lo acepto. Es más, aquí entre nos y con un poco de sinceridad, yo no seguiría mis propios consejos tampoco. Por eso, me resulta difícil entender cómo es que muchos de mis amigos cuando tiene problemas, continúan recurriendo a mí. .

Así que cambié mejor de idea y opté por hablar de cosas más bonitas como la felicidad eterna que les deseaba a todos y los cuentos de hadas con finales felices que creía que era posible que existan en la realidad, aunque tuviera que mencionar también la existencia, al por menor o por mayor, -como en todo cuento- de: brujas, locas, ogros, sapos desencantados, zorros y zorras y toda esa clase de animalejos perversos que suelen hablar y echar, nuestros cuentos de color de rosa, a perder. Pero no quise hablar de los aspectos negativos y arruinar el encanto y la magia.

Así púes, me decidí, a hablar de lo maravilloso y lo importante del amor de pareja y lo primordial, cómo conservarlo. Y… ¡DIABLOS! Fue ahí precisamente, donde me tope con el problema mayor. Estaba segura, como muchos, que es muy bonito y muy importante, pero… ¿Qué más podría decir una chica con poca experiencia en el matrimonio, de padres divorciados, que nunca hubo tomado cursos prematrimoniales, ni curso alguno de superación personal como “la escuela para mujeres” o algo similar? Me encontré absorta en mis pensamientos y después de un rato como todo bribón, recurrí a mi última esperanza: la fe. Intenté desesperadamente, recordar alguna frase, idea o pensamiento que hubiera escuchado y sirviera como base para desarrollar este escrito, pero todo fue en vano. Me reproché una vez más, como tantas otras, el haber sido siempre tan distraída y no haber prestado atención la mayoría de las veces que fui a misa.

Mi escrito lo dejé inconcluso porque sentí que me quedé sin respuestas. No hace mucho afirmé que no entendía la extraña manera que Dios tenía para trabajar y aún sigo sin entenderla, sin embargo me he dado cuenta de algunas de sus “movidas”: cuando tenemos buenas intenciones e intentamos hacer un bien, Dios se pone de nuestro lado. Por eso, un tiempo más adelante la respuesta que esperaba llegó a mí, sin que yo pusiera mucho esfuerzo por encontrarla.

Un par de días antes de que eso pasara, sucedió una anécdota que me gustaría compartirles. Más adelante entenderán cual es la relación con todo esto.

Coincidí una tarde con un amigo habitual y nos pusimos a conversar. Él es de creencias católicas fuertemente arraigadas. Yo lo sé bien. Aun así, me atreví a contarle que me cambiaría de religión.

Al principio, muy serio él, me preguntó acerca de esta nueva religión que había logrado cambiar mis convicciones ideológicas de la noche a la mañana. Yo le dije que era una religión relativamente nueva y aunque, ya contaba con un número considerable de integrantes para no ser ignorada, la hermandad seguía en búsqueda de adeptos comprometidos con un nuevo sentido de fe y de religión.

No era necesario tener que ir a misa, ni confesarse cada semana, le recalqué con ánimos triunfantes, puesto que nunca me pareció tener que confesarme, con alguien que, posiblemente, se encontraba con una lista más larga de pecados que la mía. Es más, también le conté que ni si quiera había que congregarse en algún sitio en particular, cualquier sitio podía ser lugar propicio para la adoración. Él extrañado y tratando de no perder la calma que lo hicieran emitir juicios, que luego pudieran ser usados en su contra en un futuro posterior, me pidió que continuara.

Le expliqué que a pesar de eso, existía un centro de culto y alabanza, para los que lo desearan. Yo le conté muy seria que ahí, adorábamos a un tótem gigante en forma de falo. Él pareció desconcertado y puso una mueca de extrañeza porque creyó haber escuchado mal, por eso, me pidió que le repitiera lo que acababa de decir. Fue entonces, cuando me solté a reír porque ya no pude contener la risa.

Mi amigo pronto se dio cuenta de que todo lo que acababa de decirle era una broma. Soltó una carcajada (creo que después de imaginarse con detalles, lo que acababa de decirle). Me dijo que era una zonza y que lo había asustado. Además, también me dijo que era una grosera. Yo lo acepté, lo acepté porque me dio mucha risa verlo tan angustiado todo ese tiempo, también le dije que no podía negar que lo había hecho reír.

No tarde en recordar mi maldad cuando, sin intenciones genuinas de cambiar de religión y más bien, por azares del destino y algo de curiosidad, terminé un par de días después de ese suceso, en una iglesia bautista. Tampoco tarde en pensar temerosa, no de Dios, si no de mi amigo, en el papel de juez castigador, dándome golpazos con un mazo, si se enteraba donde me encontraba.

Sin embargo, puedo decir que me fue muy grato y sobre todo, revelador haber estado ahí.
Quiero que quede constatado: al compartir esto, no lo hago con ánimos de promoción alguna hacia la iglesia bautista, que dicho sea de paso, es tan cristiana como la católica. No intento que nadie deje la religión católica, cambie de convicciones, ni mucho menos empiece a asistir a una iglesia bautista. No, simplemente intento compartirles la revelación que llegó a mí, porqué me parece adecuado compartirla. Además, preferiría no ser excomulgada a tan pronta edad de la iglesia a la que he “pertenecido” toda mi vida, por andar robándome a los pocos adeptos que todavía creen en ella como institución. Por eso, diremos que les contaré todo esto únicamente con ánimos periodísticos neutrales.

Ese domingo me sorprendió la amabilidad de la gente que saludaba como si fuéramos feligreses del lugar. Todos sonrientes, como si ir al “servicio”, como ellos le llaman, fuera una alegría y no una obligación.

Un coro de pequeñitos de entre cuatro y cinco años de edad sentados en las escaleras del lugar, al que yo, posiblemente de manera equivocada, le llamaré altar, entonaban sus vocecillas infantiles con una canción que decía algo así:

“Holiness, holiness is what I long for” ( Santidad, santidad es lo que ansío)“Holiness is what I need” (Santidad es lo que necesito) “Holiness, holiness is what You Want from me…”( Santidad es lo que Tú quieres de mí)
Fue después de eso, que un pastor hizo su aparición con la repuesta que yo ya no me acordaba que buscaba. Mencionó algo acerca del origen del hombre y luego, una frase del Libro Génesis que varias veces había oído, pero nunca le había prestado verdadera atención: “No es bueno que el hombre esté sólo; le haré ayuda idónea para él”.

Algo que me pareció muy curioso fue que los asistentes, a manera intercalada con el sermón del ministro, levantaban su voz, y sin permiso alguno, gritaban “Aleluya” o “Amen”, de manera emocionada y convincente. Yo, tan curiosa como siempre, no podía evitar no voltear para ver quien era el que gritaba, pero al parecer eran varios de los asistentes los emocionados.

Fue entonces, cuando el ministro hablo de los tres niveles de unión que eran necesarias para que un matrimonio fuera exitoso y durable:

1) Debía haber una unión de cuerpo con cuerpo. ¿Por qué no hablar del sexo si Dios lo inventó? Grito repentinamente y más emocionado que los feligreses. Yo, por supuesto, saque lápiz y papel y empecé a apuntar. ¡Sí! El sexo es importante y practicarlo con frecuencia es sano para la estabilidad de la pareja. No hay que menospreciarlo, ni hacer que caiga en desuso.-Dijo. Así que, por favor, esposas, no es bueno tener dolores de cabeza todos los días. ¡ALELUYA!- Gritó una voz iluminada con mucho entusiasmo y felicidad. Yo no supe si reír o no. Pero empecé a convencerme de cambiar de religión. El ministro me parecieron un personaje muy curioso, más curioso que los niños del coro.
2) Un mejor matrimonio incluye una unión de alma con alma, en adición a la de cuerpo con cuerpo.-Continuó- Señores, hay que compartir actividades en común con su pareja. Hagan un esfuerzo por pasar un tiempo a solas con su esposo o esposa. Un tiempo sólo para ustedes. ¿Qué es eso de que tu alma gemela está por su lado y tú por el tuyo? Tienen que encontrar alguna actividad en común que disfruten hacer juntos: vayan al cine, a bailar, a cenar, pescar, caminar, etc.

Ejemplifico el punto, contando como su esposa a pesar de no gustarle subirse a los barcos, lo había acompañado a bucear para compartir tiempo con él. Para él fue suficiente con que haya ido, aunque ella no haya querido bucear. Él pidió un aplauso especial para ella, después de contar que mientras se encontraba bajo el agua, le pareció ver la sombra de una persona asomando la cabeza por fuera del barco, vomitando, y que después de un rato, cuando regresó a la superficie, descubrió que aquella sombra era la de su pobre esposa que se había mareado. Claro, eso a mí me pareció un extremo, sin embargo, creo que fue plausible el esfuerzo de la mujer por compartir un poco de tiempo y de las actividades que le interesaban a su marido.

3) Un verdadero matrimonio debe tener una unión de cuerpo con cuerpo, alma con alma. Además, debe tener una unión de espíritu con espíritu. Aquí, habló de la importancia del matrimonio guiada por la religión y de compartir las mismas creencias religiosas para asegurar el éxito en el matrimonio. No solamente era importante tener una base religiosa, si no también tener las mismas creencias al respecto. Esto es, era necesario buscar desde el noviazgo parejas de nuestra misma religión o en su defecto, si no era esto posible, definir cual de las dos religiones seria la que como pareja se profesaría, pero no tener dos distintas. Hacia falta esa unión también para el éxito del matrimonio.


Yo tengo algunas ideas al respecto, sobre todo, para las parejas jóvenes: Todo es paso por paso. Creo que no importa cuantas veces se falle en el intento de llegar al punto número tres: siempre se puede volver a empezar y volver al punto número uno, cuantas veces sean necesarias, y lo mejor (a mi parecer) es que se puede permanecer en el punto uno el tiempo que se juzgue necesario, hasta que se crea que se puede pasar al punto número dos de manera satisfactoria. El sexo aunque es una actividad en pareja, no cuenta para pasar al punto numero dos, hay que buscar alguna otra actividad más, en común. Por ultimo, yo creo el camino de la felicidad se encuentra cuando las parejas van tomadas de la mano de Dios.

Por eso es importante asistir a alguna iglesia, templo o centro de adoración. El que sea, lo importante es ser constantes. Yo por ejemplo, no me decido si volver a esta iglesia bautista que tan buenos consejos me dio o averiguar acerca de la iglesia de Ybor City, Florida cuyo pastor llamado Paul Wirth, el pasado diez y nueve de febrero, anunció un reto llamado “The 30-Day Sex Challenge” (El reto de los 30 días de sexo) para los miembros de su iglesia. “Hanky-panky every day” (Hanky-panky todos los días) fueron sus palabras literales. Yo sé que la mayoría de ustedes saben a qué se refiere el término “hanky-panky”, ¡A mí no me engañan, no se hagan los inocentes! Si alguien no lo sabe, por favor, pregúntenselo a quien más confianza le tengan. ¡A mi no!, que yo no sé qué es, traté de averiguar en el diccionario, pero no aparece el término. Así que iré a preguntarle a ese pastorcito acerca de ello y a ver, qué buenos consejos me puede dar al respecto...

JKO