jueves, 18 de septiembre de 2008

A MI MEXICO LINDO Y QUERIDO


“Aprender a amar a Dios en tierra ajena”; he aprendido muy bien lo que este refrán significa. Por eso, hoy amo a México profundamente. Por eso también, tras leer los titulares de los diarios y escuchar las noticias, hoy también, me duele mi México, profundamente.

Mi lábaro patrio aparece en la fotografía de la página principal de un periódico nacional. Es día de nuestra independencia. Pero la imagen de mi bandera, no es aquella en la que se enarbola orgullosamente por mexicanos gritando de alegría por celebrar que somos un país libre, soberano, independiente. Todo lo contrario. Es triste la imagen del forense que impávido mira la bandera, una bandera bañada de sangre e impregnada de dolor.

Dos granadas explotan confundidas con la música regional. La alegría se ofusca. La fiesta se detiene, acaba mal. El grito de independencia, se vuelve un grito de dolor. Más de un centenar de heridos y siete muertos es el resultado. El país entero entra en conmoción, en duda: ataques narcoterroristas es lo que los diarios nos dicen que ocurrió en Michoacán...

Me hierve la sangre del coraje. De escuchar esas palabras una vez más, palabras que se han hecho comunes a mis oídos y a los de muchos mexicanos.

Me resulta especialmente irónico a mí, viniendo de Yucatán, un estado donde nunca pasaba nada y ahora, pasa todo. Mi estado (y todo el país) vive una ola de violencia que nunca antes vivió. Mérida, mi ciudad natal, dejo de ser blanca como tanto presumía, ahora es roja. Se ha manchado de un rojo, pero no un rojo vivo, todo lo contrario, es un rojo oscuro, violento, desgarrador, un rojo como el color de la sangre de los muertos y heridos de los atentados de Morelia.

Yo creo que hemos dejado de ser una nación libre. Sí, no podemos hablar de libertad cuando hay temor, cuando hay pavor. Antes, yo escuchaba noticias de bombas, secuestros, narcotráfico, y pensaba ¡pobres colombianos, no se lo merecen! y me lamentaba con horror por ellos, porque Colombia resulta ser una gran nación y pese a eso, los titulares con noticias de esa índole, comúnmente la mencionaban. A la vez, agradecía saber que estábamos muy lejos de Colombia e, ilusamente, muy lejos de pasar lo que ellos pasaban.

Todavía se continúan escuchando noticias de bombas, secuestros, narcotráfico y ahora, me lamento boquiabierta y estupefacta porque hoy las noticias mencionan en los titulares a mi ciudad natal, a ciudades hermanas; a mi México querido, resquebrajándose, haciéndose añicos. Entonces pienso ¡pobres de nosotros los mexicanos, no nos lo merecemos!

Hoy no se respira libertad, se respira miedo en mi país y el grito de libertad se ha vuelto un grito aterrador que aclama paz: ¡No más decapitados!, ¡No más muertos!, ¡No más secuestros!, ¡No más atentados!, ¡No más inseguridad!, ¡No más amenazas de bombas!, ¡Paz es lo que queremos los mexicanos! Paz en Yucatán, señora Gobernadora Ivonne Ortega; paz en Michoacán, señor Gobernador Leonel Godoy, y queremos paz en todo el país, señor Presidente Felipe Calderón. ¿Es acaso, eso mucho pedir, Señores del gobierno?

Esto es lo que queremos gritar los mexicanos hoy, aunque hoy ya no sea el día de la celebración de nuestra independencia, hoy porque es justo y nos lo merecemos: ¡Viva nuestro México libre!, ¡Viva nuestro México sin violencia!, ¡Viva nuestro México en paz!, ¡Viva nuestro México lindo y querido!

¡Sí, viva nuestro México, tan lindo y tan querido!

JKO

miércoles, 17 de septiembre de 2008

En tu rostro

En tu rostro, cuando digo una lisonja
de repente, hay una risa que se esboza
y yo he visto que tu cara se sonroja
y al instante en tu mejilla, un hoyuelo brota.

Largas pestañas las que tu mirar enmarcan
y es el brillo de tus ojos lo que encanta
y ese falaz color oscuro transparenta,
la bondad y el carisma de tu alma.

Son tu ternura, tu cariño y tu afecto,
los que ofrecen la magia a mi cuerpo,
son los que hacen surgir el efecto
de sentir el cielo, sin dejar el suelo.

Quiero sacar de tu abrazo una hechura,
reproducirlo, pues al tenerlo todo cura
y traficarlos, aunque suene a locura:
¿Quién se va a negar a esa gran dulzura?

¡Y de tu sonrisa que nada se diga!
Que la flor, no le llega, aun siendo hermosa
y abrumada siente celos y se indigna,
de que te robes la atención más que una rosa.

viernes, 12 de septiembre de 2008

TU NOMBRE

Trato de borrar tu nombre
y entender que ya nunca más
será escrito junto al mío.
Trato de borrarlo para así
dejar de conjugar “Nosotros”
como si todavía estuviéramos unidos

“Nosotros” ya nunca más.
Al menos, no remplazando tú nombre y el mío.
No más un “tú y yo” con conjunción de unión;
Ya solo disyuntivas “Tú o yo”

Quiero el olvido de los verbos de amor,
esos que ya no pueden
ser conjugados para nosotros.
Verbos distintos son más propicios.

También quiero que caigan en desuso
aquellos pronombres melosos
que sólo los enamorados usan.
Ya no volveré a llamarte mi vida, mi cielo.
No a ti. Tampoco, a darte mis besos.

Trato de olvidar tu nombre;
si pudiera tus iniciales, borrarlas
del abecedario y de mi alma
para que ya no signifiquen nada.

Trato de olvidarlo todo.
No saber quien fuiste
para ver si con ello se borran
las huellas en mi cuerpo
de todo aquello que me diste.

Tú le llamaste amor, pero lo olvidaste
mucho antes que yo.

Por eso trato de olvidar tu nombre…

domingo, 7 de septiembre de 2008

UNA PERFECTA IDIOTA

“Si no tienes nada bueno que decir de alguien, mejor no digas nada”. Mamá no sólo me ha repetido esta noble frase constantemente a lo largo de mi vida, sino que, en sus momentos de poca ofuscación y de mucha lucidez mental, me la ha demostrado con “hechos y no con palabras”. Por eso, aunque es divertido, trato de no hablar nunca mal de nadie.

Excepto en dos ocasiones: Una, cuando se trata de la cubana de mi trabajo, no por ser cubana, sino porque habla con sosedad, impertinencia y en demasía, repitiendo sus palabras una y otra vez, y me marea y no puedo hacer nada para alejarme de ella, ni para ignorarla porque siempre intenta (para que la gente crea que no está loca por hablar sola, aunque yo ya creo que está loca y que además, es sistemática e inevitablemente molesta), hacer de su monólogo una plática de dos con su frase “¿Me oíste?” y porque me obliga a contestarle afirmativamente cuando en realidad, quisiera contestarle que desearía ser sorda cuando estoy a su lado o que me da gusto cuando se enferma de la garganta (aunque me he dado cuenta que esa ayuda, si acaso fuera divina, resulta no sólo ineficaz, sino que además, perniciosa, pues ella insiste en tratar de articular teniendo intervalos no de silencio, sino de una composición sinfónica de tos ). Pero no puedo hacerlo, ni pedirle que se calle porque me resulta grosero y una falta total de respeto hablarle así a una persona mayor.

A veces, desearía no tener educación o tan si quiera, no tener que trabajar a lado suyo. Por eso, para evitar faltar el respeto, me he propuesto hacer este anuncio de manera formal en un intento desesperado por dejar de trabajar. Por favor, entiendan el martirio al que soy sometida todos los días en mi horario laboral.

“Se vende alma grande. Mala, pero reformable y 100% moldeable a las circunstancias que la rodean. Se le venderá al mejor postor. Interesados favor de enviarme un correo electrónico o dejar mensaje en mi blog“.

“Ojalá sea un tormento acordarte de mí si es que un día lo haces, ojalá sea tanto el dolor que supliques perdón y se vuelva tan insoportable. Ojalá que te mueras que todo tu mundo se vaya al olvido, sé que no debo odiarte pero es imposible tratar de olvidar lo que hiciste conmigo. Ojalá que te mueras que todo tu mundo se quede vacío, ojalá cada gota de llanto te queme hasta el alma, ojalá que no encuentres la calma, ojalá que te mueras.”

Canto de manera inspirada esta canción. No sé porque me gusta tanto. No se la canto a nadie en particular, pero me siento mala y sé que soy mala cuando la canto con mi hermanita, sobre todo, si subimos el volumen hasta el tope mientras vamos en el carro.

La segunda ocasión cuando digo cosas malas de alguien es cuando hablo mal de mí, porque lo prefiero a que alguien más lo haga por mí.

Sin duda iré al infierno. La gente mala y mentirosa con certeza va ahí. Tengo la sospecha que igual, los que tiran a la basura lo que queda de la comida, ya tienen su alma en elevador que va en descenso. Presiento que los tontos también (“El que se apendeja, Dios lo deja”). Y si acaso mi alma, se pudiera salvar por bondadosa, estoy segura que por decir que soy mala cuando no lo soy, por recoger la mesa después de comer y por descuidada, no tendría salvación. Especialmente, por esto último.

“…más que mala suerte, creo que puede ser distracción…”, me comenta mi querido Rodrigo después de leer aquel escrito de la mala suerte que un día escribí. Siempre me resultó más divertido echarle la culpa a la mala suerte que a mi estupidez. Pero hoy, armada de valor, reconozco lo inevitable: Una perfecta idiota, eso es lo que soy. Y estoy segura de ello.
Hoy me decido salir a correr después de año y medio de no poder hacerlo. Estar a la moda no es pecado y acepto lo bien que luzco en ropa deportiva. Por eso, perfecta combinación de playera, pants y tenis. Buena elección de colores para proyectar una imagen más esbelta de la real. Visera, lentes y protector, por eso del sol (¡Una peca más en mi nariz y seguro me vería ridícula!). Repelente en aerosol para ahuyentar bichejos molestos durante el maratón. Cabello recogido de una manera que lo hace lucir más largo de lo que en realidad está. Un poco de perfume florar, para dejar mi aroma por donde paso. Una botella de agua para la rehidratación. Salgo de la casa y suena el celular, contesto mientras me dirijo con paso decidido al lago donde todo el mundo hace ejercicio. No cuelgo, sigo hablando por teléfono mientras me hago la interesante: “¡Sí todo de maravilla, doña Mickey!”. Heme ahí, sexy, radiante, hermosa y, mucho más rápido para darme cuenta de qué ha pasado… en el piso con el pie torcido. Nadie pierde el glamur de una manera tan tonta como yo. Y ese orgullo que me hace caminar altiva, Dios me lo tira al suelo al igual que mi botella de agua, que se pierde entre los arbustos. Cuelgo, recojo mi vergüenza porque mi botella no la alcanzo.

De regreso a casa (a los 3 minutos de haber salido), con la sensación de derrota y los ánimos por el suelo, analizo la situación mientras veo como mi pie y mis deditos se hinchan como tamal: ¿Qué hacía ese hueco en el césped?, ¿Habría algún señalamiento de peligro que yo transgredí involuntariamente?, ¿Será factible demandar al complejo donde vivo y con eso, dejar de trabajar?, ¿Dejará de ser necesario rematar mi alma? ¿Será esto una respuesta a mi llamado, para no tener que escuchar más a la señora del trabajo?, ¿seré yo o es el ambiente que me rodea demasiado peligroso?, ¿Debería perder el glamur y forrarme de hule-espuma cada que salga a hacer ejercicio? Y la más importante de todas, ¿tendré oportunidad todavía de salvarme o será que con esta caída he asegurado mi pase directo al infierno?

¡Definitivamente me iré al infierno! Me recrimino, pero me consuela saber que mi hermanita irá también. Ella ha prometido estar conmigo siempre y esta, no será la excepción. Mi primo Roberto. Gorki. El abuelo que nunca conocí. Varias de mis amigas. Mi maestro de inglés. Una de mis jefas que es tan despistada como yo o quizá mucho más. Mi hermano el mayor. El señor Jaime Bayly también, lo ha dicho más de una vez (Espero que cumpla y continúe haciendo sus programas ahí).

¡Quizá ser una perfecta idiota, no sea tan malo después de todo! Al menos ir al infierno no será aburrido.

JKO