martes, 28 de octubre de 2008

EL OTONO, CAPRICHO DE DIOS



Una felicidad sin motivo aparente me embarga en esta mañana otoñal, por eso sonrió como una estúpida sin darme cuenta. No, no sé en qué pienso, en nada en especial supongo. Es el ambiente lo que me hace feliz, por eso me siento feliz y sonrío solita como para mí, aunque sé que nadie me ve. Como a veces cuando duermo y me dicen que sonrío, sólo Dios sabrá las travesuras que sueño porque ni yo misma las sé o al menos, eso respondo cuando me preguntan porque en verdad, no lo recuerdo.


No sé si es por el estío ruidoso y juvenil que acabo y con ello trajo la calma aparente. Una agradable calma que se instala con el caer suave de las hojas, cada vez que Dios da sopliditos porque tiene antojos de un ambiente otoñal. Es su capricho, yo lo presiento, dejar los arboles desnudos y las plantas sin flores para llenarlos en la primavera de mil colores. Estoy segura que se da gusto haciendo eso. El ambiente otoñal me inspira a la alegría sin saber porque. Tal vez porque me deja ver que a veces, es Dios un viejo caprichoso, como lo soy yo. Me gustan sus caprichos coloridos, son como los míos. O quizá es mi locura lo que me hace alegre en el otoño de Dios, quizá sea eso nada más. Eso también sólo Él lo sabrá.


Quizá es que me gusta sentir el aire fresco que me advierte la llegada pronta del invierno. Ese mismo aire fresco que tira las hojas y ensucia mi jardín. Me gusta mi jardín sucio de otoño, colmado de hojas secas y colores sepia. Hojas secas que llegan como una lluvia antojadiza a mí. Una lluvia que me alegra el alma abrigada y no entiendo el por qué. A pesar del ir y venir de las hojas arrastradizas con el viento, mi alma permanece así, porque no es inquieta como ellas.


Me gusta el otoño. Me inspira a la soledad, a una soledad que me da nostalgia y que extrañamente y sin disimulo, disfruto. Tal vez porque en el encierro y sin que nadie moleste, sueño de más, sin permitir que mis fantasías sean rotas. Tal vez porque en ese encierro logro escuchar el silencio que añoro y que no suelo escuchar entre el bullicio cotidiano. El silencio que me permite escuchar lo que mi alma parlanchina tiene por decir. Me gusta el silencio otoñal, me parece sabio. Pero más sabio el viento cuando ulula y lo rompe a carcajadas, haciendo de este un deleite musical, que no se escucha el resto de las estaciones.


Yo sonrío en el otoño sin razón aparente, como cuando duermo. Como cuando se hacen travesuras o se pierde la cordura o se cumplen los caprichos más absurdos. Sé que en el otoño me siento feliz, lo que no estoy segura es el por qué. Dios me hace sonreír así, seguro es otro más de sus caprichos o es tal vez es porque me gusta su otoño tanto como a él. No, no lo sé. Sólo Él mismo lo sabrá.


JKO
Una traducción “macabra” al inglés.
I feel a sudden happiness with no reason in this first autumn morning. That’s why I smile without noticing it. I’m not quite sure what I’m thinking about. Nothing special, I deduce. The aymosphere makes me happy and makes me smile even though I know nobody sees me. It’s the same when I am asleep and my husband tells me that I grin, but only God knows which mischief I could be dreaming about. It might be the youthful noisy summer that just ended and brought calm and peace. It’s a hypnotic calm which arrives, with the fall of plenty of leaves, every time that God blows slowly because He longs for a taste of fall. I feel it. It’s His whim leaving the trees naked and plants without flowers, so he can fill them all with spring colors. I think he loves doing it. I feel happy in autumn, but I still wonder why. It is probably that autumn lets me see that God is an old capricious fellow, as I am. I like his colorful whims because they are like mine. Or the reason for my happiness could be nothing but my madness in this God’s autumn. Only He knows. It could be the fresh air which I love because it lets me know winter is not far away. A fresh air which makes the leaves fall and gets my garden dirty. I like my dirty garden all full of sepia leaves, a bunch of dried leaves which come to me as a whimsical rain. It’s a rain that makes my soul happy although I don’t understand the reason why. I love autumn because it inspires loneliness in me. I enjoy being a lonely person in the fall because that lets me hear the silence I’m longing for, so I can hear what my talking soul has to say. I like autumn silence. It looks wise to me, but the wind is wiser when it breaks that silence by singing and composing a beautiful song we don’t hear in another season. I usually simile in autumn the same way I do while I’m asleep. I smile as when people do mischiefs, or when soundness of mind is broken, or when the most absurd whims are fulfilled. God makes me smile like this. It could be just another of his whims, or it could be because I love his autumn as much as he does. No, I don’t know. He is the only one who really knows.

domingo, 12 de octubre de 2008

EL MES DE LA HISPANIDAD




A unos escasos días de concluir la celebración del “Mes Nacional de la Hispanidad” en Estados Unidos (Se celebra a partir del 15 de septiembre hasta el 15 de octubre), me he tomado la libertad de hacer algunas observaciones al respecto. Me da la idea que la palabra “hispano” es un término un poco exclusivo, si de lo que se trata es de reconocer y dar homenaje a los países que, por sus tradiciones culturales, valores morales y valores cívicos, han tenido y siguen teniendo impacto en la sociedad norteamericana. El aporte de algunas tierras hermanas Latinoamericanas con una cultura similar, pero que no hablan español, como es el caso de Brasil por citar un ejemplo, considero que merecerían el mismo reconocimiento que las tierras hispano-parlantes del continente americano.


Sin embargo, si de lo que se trata esta festividad es de celebrar los aportes exclusivos de los hispanos en Estados Unidos por el hecho de tener como lengua materna el español, debo reconocer lo plausible que me parece la proclama del presidente norteamericano Jorge Bush, aún a sabiendas -o al menos ese es mi sentir- de que para él resulte ser esto un mero formulismo y un protocolo obligado que quizá le hará ganar (desgraciadamente a mi parecer) un poco mas de votos a su partido en las próximas elecciones presidenciales.

Haciendo a un lado las implicaciones que esta celebración pueda tener, tanto políticas como quizá, sociales (por aquellos países Latinoamericanos que se sientan menospreciados por tener una lengua distinta al español), debo reconocer la aceptación con la que yo la percibo y les doy mis porqués.


Primeramente, porque se celebra precisamente en una tierra cosmopolita donde bien se conjugan las costumbres, valores, comidas, formas de hablar y regionalismos de cuatro punto tres millones (no una cifra pequeña) de hispanos de diferentes países latinoamericanos. Sin duda alguna es una mezcla que da lugar a una subcultura muy peculiar de la que ya me considero formar parte.


En segundo lugar porque en el marco de esta celebración, se ha dado un espacio educativo, cultural y artístico, teniendo eventos de baile, teatro, música, comida, exhibiciones y ferias, entre otros. Cabe mencionar la palabra gratuita en muchas de estas actividades. Un ambiente que pocas veces se vive, al menos en esta ciudad plástica miamense.

Por último sin ser esto lo menos importante, es porque me siento muy orgullosa de ser latina y además, ser hispano parlante. Sin despreciar a otras lenguas romances que me parecen fabulosas, yo adoro mi lengua materna española por lo vasta que es. Por citar un ejemplo, me fascina descubrir como la palabra en inglés “pig”, en español pueda decirse de tantas maneras diferentes: puerco, marrano, cochino, cerdo, gocho, lechón, chancho, gorrino. Este es sólo una de las tantas palabras que tenemos con sinónimos. Por eso me niego a perderlo y me enojo conmigo misma cuando no logro traducir del inglés al español ciertas palabras que, aunque sé que significan, se me quedan siempre "en la punta de la lengua" por no recordarlas rápidamente en español.


Es sin duda alguna el “Mes de la Hispanidad” una celebración de la que deberíamos sentirnos orgullosos, todos los latinoamericanos, incluso los que no viven dentro de los Estados Unidos de América. Es un reconocimiento admirable, aunque a mi punto de vista, debería ser un poco más inclusiva el año entrante. Tal vez, considerar la celebración como “El mes nacional latinoamericano”.


Promoviendo activamente y participando de manera constante en eventos de este tipo, quizá se logre cambiar la imagen espeluznante de que Miami únicamente son el “Shopping” y las playas llenas de chicas lindas en biquini con sinuosidades falsas.
JKO