“Aprender a amar a Dios en tierra ajena”; he aprendido muy bien lo que este refrán significa. Por eso, hoy amo a México profundamente. Por eso también, tras leer los titulares de los diarios y escuchar las noticias, hoy también, me duele mi México, profundamente.
Mi lábaro patrio aparece en la fotografía de la página principal de un periódico nacional. Es día de nuestra independencia. Pero la imagen de mi bandera, no es aquella en la que se enarbola orgullosamente por mexicanos gritando de alegría por celebrar que somos un país libre, soberano, independiente. Todo lo contrario. Es triste la imagen del forense que impávido mira la bandera, una bandera bañada de sangre e impregnada de dolor.
Dos granadas explotan confundidas con la música regional. La alegría se ofusca. La fiesta se detiene, acaba mal. El grito de independencia, se vuelve un grito de dolor. Más de un centenar de heridos y siete muertos es el resultado. El país entero entra en conmoción, en duda: ataques narcoterroristas es lo que los diarios nos dicen que ocurrió en Michoacán...
Me hierve la sangre del coraje. De escuchar esas palabras una vez más, palabras que se han hecho comunes a mis oídos y a los de muchos mexicanos.
Me resulta especialmente irónico a mí, viniendo de Yucatán, un estado donde nunca pasaba nada y ahora, pasa todo. Mi estado (y todo el país) vive una ola de violencia que nunca antes vivió. Mérida, mi ciudad natal, dejo de ser blanca como tanto presumía, ahora es roja. Se ha manchado de un rojo, pero no un rojo vivo, todo lo contrario, es un rojo oscuro, violento, desgarrador, un rojo como el color de la sangre de los muertos y heridos de los atentados de Morelia.
Yo creo que hemos dejado de ser una nación libre. Sí, no podemos hablar de libertad cuando hay temor, cuando hay pavor. Antes, yo escuchaba noticias de bombas, secuestros, narcotráfico, y pensaba ¡pobres colombianos, no se lo merecen! y me lamentaba con horror por ellos, porque Colombia resulta ser una gran nación y pese a eso, los titulares con noticias de esa índole, comúnmente la mencionaban. A la vez, agradecía saber que estábamos muy lejos de Colombia e, ilusamente, muy lejos de pasar lo que ellos pasaban.
Todavía se continúan escuchando noticias de bombas, secuestros, narcotráfico y ahora, me lamento boquiabierta y estupefacta porque hoy las noticias mencionan en los titulares a mi ciudad natal, a ciudades hermanas; a mi México querido, resquebrajándose, haciéndose añicos. Entonces pienso ¡pobres de nosotros los mexicanos, no nos lo merecemos!
Hoy no se respira libertad, se respira miedo en mi país y el grito de libertad se ha vuelto un grito aterrador que aclama paz: ¡No más decapitados!, ¡No más muertos!, ¡No más secuestros!, ¡No más atentados!, ¡No más inseguridad!, ¡No más amenazas de bombas!, ¡Paz es lo que queremos los mexicanos! Paz en Yucatán, señora Gobernadora Ivonne Ortega; paz en Michoacán, señor Gobernador Leonel Godoy, y queremos paz en todo el país, señor Presidente Felipe Calderón. ¿Es acaso, eso mucho pedir, Señores del gobierno?
Esto es lo que queremos gritar los mexicanos hoy, aunque hoy ya no sea el día de la celebración de nuestra independencia, hoy porque es justo y nos lo merecemos: ¡Viva nuestro México libre!, ¡Viva nuestro México sin violencia!, ¡Viva nuestro México en paz!, ¡Viva nuestro México lindo y querido!
¡Sí, viva nuestro México, tan lindo y tan querido!
JKO
Mi lábaro patrio aparece en la fotografía de la página principal de un periódico nacional. Es día de nuestra independencia. Pero la imagen de mi bandera, no es aquella en la que se enarbola orgullosamente por mexicanos gritando de alegría por celebrar que somos un país libre, soberano, independiente. Todo lo contrario. Es triste la imagen del forense que impávido mira la bandera, una bandera bañada de sangre e impregnada de dolor.
Dos granadas explotan confundidas con la música regional. La alegría se ofusca. La fiesta se detiene, acaba mal. El grito de independencia, se vuelve un grito de dolor. Más de un centenar de heridos y siete muertos es el resultado. El país entero entra en conmoción, en duda: ataques narcoterroristas es lo que los diarios nos dicen que ocurrió en Michoacán...
Me hierve la sangre del coraje. De escuchar esas palabras una vez más, palabras que se han hecho comunes a mis oídos y a los de muchos mexicanos.
Me resulta especialmente irónico a mí, viniendo de Yucatán, un estado donde nunca pasaba nada y ahora, pasa todo. Mi estado (y todo el país) vive una ola de violencia que nunca antes vivió. Mérida, mi ciudad natal, dejo de ser blanca como tanto presumía, ahora es roja. Se ha manchado de un rojo, pero no un rojo vivo, todo lo contrario, es un rojo oscuro, violento, desgarrador, un rojo como el color de la sangre de los muertos y heridos de los atentados de Morelia.
Yo creo que hemos dejado de ser una nación libre. Sí, no podemos hablar de libertad cuando hay temor, cuando hay pavor. Antes, yo escuchaba noticias de bombas, secuestros, narcotráfico, y pensaba ¡pobres colombianos, no se lo merecen! y me lamentaba con horror por ellos, porque Colombia resulta ser una gran nación y pese a eso, los titulares con noticias de esa índole, comúnmente la mencionaban. A la vez, agradecía saber que estábamos muy lejos de Colombia e, ilusamente, muy lejos de pasar lo que ellos pasaban.
Todavía se continúan escuchando noticias de bombas, secuestros, narcotráfico y ahora, me lamento boquiabierta y estupefacta porque hoy las noticias mencionan en los titulares a mi ciudad natal, a ciudades hermanas; a mi México querido, resquebrajándose, haciéndose añicos. Entonces pienso ¡pobres de nosotros los mexicanos, no nos lo merecemos!
Hoy no se respira libertad, se respira miedo en mi país y el grito de libertad se ha vuelto un grito aterrador que aclama paz: ¡No más decapitados!, ¡No más muertos!, ¡No más secuestros!, ¡No más atentados!, ¡No más inseguridad!, ¡No más amenazas de bombas!, ¡Paz es lo que queremos los mexicanos! Paz en Yucatán, señora Gobernadora Ivonne Ortega; paz en Michoacán, señor Gobernador Leonel Godoy, y queremos paz en todo el país, señor Presidente Felipe Calderón. ¿Es acaso, eso mucho pedir, Señores del gobierno?
Esto es lo que queremos gritar los mexicanos hoy, aunque hoy ya no sea el día de la celebración de nuestra independencia, hoy porque es justo y nos lo merecemos: ¡Viva nuestro México libre!, ¡Viva nuestro México sin violencia!, ¡Viva nuestro México en paz!, ¡Viva nuestro México lindo y querido!
¡Sí, viva nuestro México, tan lindo y tan querido!
JKO