sábado, 26 de enero de 2008

LA CARTA QUE NUNCA SE ENVIÓ

(No me pregunten de donde salio. La verdad es que me la fumé)

No te tomes esto a mal, pero si pudiera definirte con un signo de puntuación, seguramente te llamaría interrogación. Interrogación con los signos al principio y al final, como en las oraciones. Ayer pensando en lo difícil que siempre fue entender tu forma de pensar, sentir y actuar, hallé dos palabras que a mi gusto logran definirte con acierto: abstruso e inasequible. Siempre enigmático e incomprensible a los ojos de una mujer que tanto te amó, aunque debo confesarte que el segundo título, lo reafirmaste apenas hace algunos meses atrás cuando me contaste de aquella persona que ahora merodeaba tu vida, con la cual te pensabas casar.

No me encanto escucharte decir eso y esa tarde, sin dar crédito a lo que mis oídos escuchaban, me senté lentamente temiendo que mi integridad, no solo física si no también emocional, pudieran en cualquier momento desfallecer. Fue entonces cuando me di cuenta que aquel amor tan grande que alguna vez nos había unido, ahora si, había llegado a su fin. Fue entonces así, como te sentí un poco más lejos e inalcanzable para mí.

Tratando de acabar con aquel silencio incomodo me dijiste:-Tu eras la que ya no querías estar más conmigo ¿Recuerdas?- Y lo dijiste en un todo tan apacible, que hasta parecías decir al final de la frase: mi amor, aunque no pude evitar sentir que fue mas un intento de justificarte de algo, por lo que no tenias que, y yo tuve que quedarme callada una vez más, puesto que ambos bien sabíamos que tu boca se encontraba llena de razón. Yo te deseé lo mejor del mundo y colgué el teléfono, fingiendo que todo estaba bien, odiándome a mí misma el no haber dicho todo lo que sentía que tenía por decir. Pueda ser que la abstrusa, indescifrable e incomprensible haya sido sólo yo, por callarte todo lo que en verdad sentía.

Era justo mencionar que probablemente el poema “SOLEA" DEL AMOR GENEROSO", que tanto nos gustaba, no fue y quizá no sería nunca loable ni digno a nuestro amor, quizás ni hidalguía, ni bajeza por parte de ninguno de los dos: Ni tu me lo negaste todo ni yo te di todo cuanto tenía. Pero te amé, profunda y sinceramente, yo te amé. Que quizás ningún poema mereciera nuestro amor cansado en su ocaso, a veces febril y otras tantas veces frío, fatuo e ingenuo y otras veces astuto y perspicaz. Debí convencerte que quizás ningún poema fuera escrito alguna vez para nuestro amor, pero era nuestro y eso, era lo único que a mí me importaba

Debí decirte que quería volver a nuestros tiempos mozos en los que nos juramos amor eterno, y pensamos que no habría nada en el mundo que nos pudiera separar. Quería que supieras que no rompí nunca esa promesa, porque no deje un instante, en todo este tiempo, de amarte. No deje de ser tuya y mis sueños siempre te pertenecieron. Tuviera que haberte dicho esa tarde sin reparos que mi corazón te seguía sintiendo mío, no importa que ya no estuviéramos unidos, que yo te poseía porque poseía tu alma que un día, tu mismo pusiste entre mis manos.

Desearía no haber tenido tanto miedo esa mañana, en que dijiste querer desposarme para siempre. No fui genuina contigo y presa de un impulso te negué mi amor. Desearía no haberte dicho nunca que no. ¡Que si somos muy jóvenes! ¡Que si mis papas! ¡Que el que dirán! ¡No es un buen momento para mí! Excusas tontas que ahora giran en mi mente y me provocan recriminarme, una y otra vez, lo inmadura que fui. Quería gritarte, a ti y a los cuatro vientos, que te amaba y que lamentaba que hubiéramos terminado así. Claro que quería casarme contigo y deseaba tener el valor de decírtelo esa tarde, esperando que no fuera, ya demasiado tarde.

Pero… ¡No lo hice!... Y ahora que no somos mas que dos extraños, que pretenden no haberse amado nunca, ahora que el tiempo hizo su trabajo y se encargo de separar nuestras vidas; ya no sirve de nada que sepas cuanto te he amado todo este tiempo ni, me queda más remedio que aceptar que nuestra historia de amor acabó.

Nuestra historia de amor nunca mereció un poema probablemente porque fue abstrusa, indescifrable e incomprensible como tu y como yo, empero, nuestra historia de desamor, como la de muchos, alguien en algún poema triste, tal vez, ya la plasmó.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Johanna:
Tu epístola centrada en la categorización de "dos palabras" por cierto bastante fuertes, en las que en principio, involucras con todos sus huesos al destinatario, para acabar metidos en su casilllero los dos, me ha causado una ligera confusión. Si se amaban desde la infancia y terminan con una llamada telefónica en donde en pensamiento lo pones como camote con esas dos palabras y su argumentación inherente, queda para mi perdida en la incertidumbre de la carta, el hecho prioritario de pedirte casamiento. Quizá esa negatiga tuya lo hundió en la más profunda acepción de los términos que encierran las dos palabras que utilizaste para calificarlo, sabiendo que en el fondo estaba profundamente herido por tu negativa (Una negativa de boda duele mucho preciosa) y ten seguro que ello lo marcó profundamente. La incertidumbre queda adscrita a lo que fué primero y lo que fué después para ponderar la calificación que le das. Esos elementos como vez no están en el argumento de la carta faltaría para ponderar lo dicho.

En todo caso eso no demerita tu escrito introspectivo de facil narrativa, que le da un valor literario.

Déjame contarte que un amor de la infancia me dió el tesoro más grande que pueda descubrirse "el amor". Ello te lo digo mejor en el poema "Amor de un solo beso" que podrás leer en el blog. Espero te guste y me comentes algo al respeto. Saludos. Un beso para ti.

Jorge Arié