lunes, 28 de enero de 2008

NO LO OLVIDES, MUJER

-¿Quién entiende a las viejas?- Me preguntaba mi amigo Manuel, confundido y adolorido.

Yo encogiendo los hombros y poniéndole una mueca, que le daba a entender que no tenia respuesta, le contesté: “Ni yo misma me entiendo, no me preguntes por las demás”

-¿Qué opinas de la carta?- Me cuestionó.
-¡Dásela! Se la merece.- Le dije. - ¡Le vas a romper el corazón!... Si es que tiene-

No me arrepiento haberte dicho que te amaba, mujer.
Ni de ofrecerte un amor, que el tiempo no marchitaría:
¡Perenne primavera, siempre, para ti florida!
Ni siquiera lamente, haber desatrancado
las puertas de mi corazón para albergarte ahí,
y dejarte, a tu antojo invariablemente, entrar y salir
¡Pero de amarte ahora con este sufrir…!

Si tu sonreír timorato, tu humildad fingida,
Tus miradas, con supuesto amor, alborotadoras y expresivas
y esa vocecita tierna, enloquecedora, y contrastante
con ese cuerpo tan exquisito que me provocaba amarte,
fueron tus armas para desmantelarme… ¡Lo conseguiste!
Y ahora dime, ¿Qué quieres hacer de mí, así?

Lo único que hice fue darte amor y ternura,
y tú, me correspondiste mal, mujer;
pagando los frutos de mi apego, con desdén.
Dime, ¿Por qué me abandonaste así?
¿Por qué sólo dejaste noches cargadas
de insomnio y amarga soledad?
Si tuvieras respuesta, dime por qué, mi bien.

La gente piensa que sólo los hombres podemos
ser viles, infames, canallas o truhanes.
Yo lo pensaba también… ¡Hasta que te conocí!
Veo, que, contigo mujer: ¡Me equivoqué!
“El ruin, delante.” Con enojo, me advertí.

Mi vida hoy, se ha tornado indiferente; te lo debo a ti.
Es por ti, esta enfermedad de amor;
Tengo anemia de alegría y voluntad.
El espejo me ha hecho recodar
Que con barbilla luzco, verdaderamente, mal;
pero… ¡Qué más da!
Ahora en vez de besos: cigarrillos.

Mi corazón se cansó de perdonar tanta doblez.
¿Mas quien soy yo para juzgarte? Ese no es mi deber.
Mejor que yo, tus motivos sabrás. Yo no te juzgo, no soy quien;
Que te juzgue y (si acaso lo mereces),
Dios, perdone tu infame proceder.

Si tu corazón no me pertenece,
por mí mujer: ¡Que te vaya bien!
¡Te deseo siempre la mejor de las suertes!
Y si rendida estas a los pies de un hombre casado,
sus migajas, tal vez, son todo lo mereces.
Mas no olvides nunca el amor sincero y entregado,
de este que no es nadie; solo el hombre que más te ha amado.

No hay comentarios.: