jueves, 12 de noviembre de 2009

EL PRECIO JUSTO Y REAL DE LA CARNE


“La verdad esta ahí, para aquel que se atreva a verla”

Como mercadóloga, es bien sabido para mí: la empresa líder es aquella que sabe generar mayor valor para sus clientes. Dicho valor al cliente se basa en los beneficios que éste pueda obtener de la oferta del mercado y lo que tiene que dar a cambio para conseguirlo.

No es de dudarse que en un intento por sobrevivir a una economía vertiginosa, con sube y bajas constantes, las empresas estén poniendo mayor importancia al cliente y a sus demandas. Tampoco hace falta pensarle mucho para entender el porqué del aumento del uso de las líneas de producción industrial. Dichas líneas de producción se caracterizan por permitir a las empresas maximizar la producción y minimizar los costos. La ley resulta bastante simple: a mayor cantidad producida (llamese unidades, litros, kilogramos, etc.), menor costo por unidad. La parte del pastel que le corresponde a las industrias agropecuaria y avícola es grande y jugosa por eso, ambas industrias intentan, a cualquier costo, modernizar sus procesos para no quedarse sin su parte, pero ¿a qué costo?. Hablemos un poquito de realidades espeluznantes.

Cuando se habla de líneas de producción en productos de origen animal como son la carne, los huevos, la leche y sus derivados son pocas las personas que tienen conciencia y certeza de lo que esto implica y por lo tanto, de las exigencias reales que deberían tener como consumidores con las empresas para que éstas generen un valor genuino, no sólamente para sus clientes, si no también, para el medio ambiente en el que dichas empresas se desarrollan.

Hablemos un poco más a detalle acerca de las industrias agropecuaria y avícola modernas. La maximización de la producción de la carne, la leche y los huevos implica no sólo el amontonamiento de los animales en espacios reducidos como son jaulas de alambre, pequeños establos de metal o cajones diminutos que les permiten a los animales poca o casi nula movilidad, a fin de disminuir los requerimientos laborales humanos, si no tambien, implica la privación de ejercicio para el animal de manera que toda su energía vaya dirigida directamente a la producción para el consumo humano. Este confinamiento se da en todas las “granjas” tipo industriales (que son el tipo de granja que predomina actualmente) las cuales no cuentan con luz natural o aire fresco. Además de la privación de un ambiente natural donde crecer, algunos animales son forzados a comer de más o por el contrario, se les reduce el alimento y el agua, las horas de oscuridad e incluso, se les mantiene a ciertas temperaturas con el fin de modificar sus ciclos productivos. Los animales son modificados geneticamente y reciben hormonas para acelerar su crecimiento y así, modificar sus patrones de crecimiento normal. También, reciben grandes cantidades de antibióticos y pesticidas para prevenir enfermedades y plagas resultantes de vivir en condiciones tan estresantes y deplorables. De esta manera el animal es obligado a producir carne, leche o huevos más rápido y más barato, aunque ésto implique forzarlos más allá de sus límites.

En las granjas industrializadas los animales:
• Sufren de privación de estimulos como son caminar, pastar, vivir al aire libre y de manera natural.
• Sufren castración, marcas con hierro al rojo vivo, corte de colas y de cuernos sin anestesia, ni cura para el dolor. A las aves se les corta una parte del pico con una cuchilla caliente para evitar el canibalismo entre ellos que es provocado por el estrés en el que viven.
• Debido a los espacios tan reducidos en los que viven sus cortas vidas, sufren de enfermedades respiratorarias, deformaciones en las patas (por las jaulas), ataques al corazón y otros males.
• Sufren los efectos de los electrochoques de alto voltaje, ya que éstos son de uso generalizado: para moverlos de un lugar a otro, para aturdirlos antes de ser degollados.
• Sufren de degollaciones poco efectivas que provocan que muchas veces, que aún estando consientes, sean echados a tanques de agua hirviendo para remover sus plumas o su pelo o incluso, lo que resulta peor, sean desmembrados y/o despellejados aún estando vivos.
• Incapaces de levantarse por alguna enfermedad, herida crónica o vejez son mandados a matar para evitar tener que pagar por cuidado veterinario.

Ahora, cerremos un poco los ojos. Ignoremos el hecho de que las dietas vegetarianas son dietas seguras que pueden cumplir con todas las recomendaciones nutricionales diarias de los seres humanos. Olvidemos el hecho de que el ser vegetariano es un estilo de vida posible y de que existen productos alternativos como los frijoles, las nueces, los chícharos, la soya, el tofu y los distintos tipos de cacahuates y manís que aportan proteínas y otros nutrientes que el cuerpo necesita, sin comprometerlo a enfermedades y, lo que es muy importante, sin ocasionar sufrimiento alguno animal.

También, hagamos a un lado el hecho de dejar la carne simplemente por compasión y por el sentimiento provocado por el sufrimiento animal. Suponer y esperar tal grandeza en el alma de la mayoría, sin ánimos de ofender, creo que es pedir demasiado.

Tratando de seguir la lógica del carnívoro. Sin duda alguna, nosotros los seres humanos formamos parte de la cadena alimenticia, una cadena donde el pez grande se come al pez chico (Hablando de peces ¿Ustedes sabían que también existen granjas para criar peces para el consumo humano?). También aparentemente, como parte de la naturaleza y de nuestro instinto (matar para comer), la ley de la jungla- la del más fuerte- es la que nos predomina. Partamos desde la idea de que el instinto de alimentación carnívora no puede ser socavado de ninguna manera.

Ahora sí, hagámonos algunas preguntas:

Si es verdad que formamos parte de una cadena alimenticia que se da de manera natural, ¿Por qué el crecimiento y el desarrollo de los animales para nuestro consumo no puede darse de la misma manera natural?
¿Cuál debería ser el precio real de la carne, de los huevos y de los productos lácteos y sus derivados que consumimos?
Los animales están pagando caro para que nosotros tengamos precios de mercado ¿Es ésto justo?

Los costos de producción típicos son la materia prima, la mano de obra y los gastos de fabricación. ¿Será justo incluir dentro de los costos de producción el costo del bienestar animal?

Si no es posible un cambio en nuestro estilo de vida (de carnívoro a vegetariano), disminuyamos en lo mayor posible el consumo de carne. Se ha comprobado científicamente que las dietas dominadas por productos animales, debido a las grasas saturadas, el colesterol y las hormonas, promueven la obesidad, la diabetes y distintas formas de cáncer.

Asegurémonos, de comer huevos que provengan de gallinas libres de jaulas (son los huevos de color oscuro); que los distintos tipos de carne que consumamos provengan de animales que han sido alimentados con alimentos totalmente naturales, que han sido crecido libremente y en su ambiente natural. Si tomamos leche y comemos quesos, cremas y demás, no olvidemos verificar que estos provengan de vacas crecidas naturalmente y que no hayan sido inyectadas con hormonas de crecimiento. Consumamos pescados traídos directamente del mar. Compremos productos que sean certificados orgánicamente, que provengan de empresas que han sido certificadas como empresas humanas y que han sido reconocidas como empresas que se preocupan por el bienestar animal en todos sus procesos (desde el crecimiento del animal, transporte y métodos de matanza). Premia a esas compañías y vuélvete un cliente leal.

Sin duda alguna, las condiciones en las cuales viven los animales para nuestro consumo pueden ser empeoradas o mejoradas debido a nuestras decisiones de compra. Nuestro poder de compra es lo que obligará a las empresas a darnos lo que les pedimos. Demandemos un verdadero valor y altos estándares para el alimento que comamos: libre de hormonas, libre de antibióticos y libre de sufrimiento animal.
¿Queremos comer un bistec, o un sándwich de jamón y queso, o tomar un vaso de leche o un helado? Estemos dispuestos a pagar el precio justo y real por los productos de origen animal que consumamos, un precio que incluya un bienestar holístico para los animales y para el mismo ser humano. El que nos preocupemos y paguemos por el bienestar animal, NO debería ser una cuestión opcional.

Termino este tema regresando, una vez más, a lo mismo. Esta frase de George T. Angell me llega como caída del cielo mientras intento contestar la misma pregunta que, como a él, varios me han hecho: A veces me preguntan “¿Por qué inviertes todo ese tiempo y dinero hablando de la amabilidad para con los animales cuando existe tanta crueldad hacia el hombre?”.A lo que yo respondo: “Estoy trabajando en las raíces”.

Por un mundo compasivo. Por favor, muy pocas veces lo pido: comparte, copia, reenvía mi mensaje. Gracias y paz para todos (inclusive para los animales).

Johanna Ku-Britton

A veces las imágenes pueden decir más que mil palabras…