miércoles, 27 de agosto de 2008

La primavera del amor

A mi bebe
(Para ver si con este poema lo convenzo de visitar mi blog)

Es un boleto al cielo la naturaleza de tu cuerpo,
pase directo después de amarte.
Hora de bañar las flores. Hora del amor.
Bocanadas de aire fresco de tu boca se respiran.
Cascadas que se estrellan en los pedregales
de tus muslos vastos, delirantes.
Tierras áridas que se riegan en la lluvia de besos
y se vuelven húmedas y fértiles.
Praderas florecidas con olor a grama
en la primavera de tu cuerpo.
Suavidad de rosas al amar.
Tempestad después de la calma.
Piel bañada de rocío.
Olor de naranja en flor al atardecer del amor.
Polinización.

domingo, 17 de agosto de 2008

YO SÓLO QUIERO DORMIR

Mi vida es un libro abierto. El capitulo que vivo, el tres, segunda parte: Yo solo quiero dormir.

4:30 a.m. la hora de mayor odio del día: la alarma suena, se la “mento”. La apago. Un ratito más, le ruego; pero no escucha mis suplicas, se vuelve a prender. Me canta canciones de moda, le grito que se calle, pero no hace caso. Quisiera apretar el botón de dormir (para siempre). No me atrevo. ¡Mama, hoy no quiero ir a la escuela! Recuerdo el chiste aquel del joven que no tenía ganas de levantarse. Idiota, pero si tu eres el profesor, le contesta en replica su mamá. Yo sólo quiero dormir.

Hoy me decido hablar con mi jefa de la farmacia. Le pido mi renuncia temporal mientras están las olimpiadas. No me toma en serio. Me manda a trabajar. Le prometo contar mal en el inventario, seré la peor auditora. Tampoco me cree. ¡Que me vaya a trabajar! Recuerdo una frase: “Si el trabajo es salud, que sólo trabajen los enfermos”. A favor. Yo sólo quiero dormir.

Se avecina huracán. Deseo si llegase que se lleve con su paso al esposo de mi jefa. Molesta mucho. Tuvo suerte con el tornado que paso cerca de su casa. Salió ileso. Yo hubiera deseado que volara lejos, como Dorothy en el “Mago de Oz”, pero que no encontrara nunca el camino de regreso a casa. Maldigo su suerte. Yo, en el súper por jamón y queso porque no hay nada para desayunar. La gente hace compras de pánico. Me pregunto si debería preocuparme, pero no lo hago. Yo sólo quiero dormir.

El teléfono suena. No contesto, duermo. Suena el celular. Despierto con cuatro en la cama. Pateo a uno sin querer. Me maúlla, me muerde el pie. Encuentro el celular, lo maldigo. ¿“Allo”? (es la jefa). No, no quiero horas extras. Deseo que venga el huracán. Mi novio quiere hacer cosas. Le digo que no. Me incita al amor, insiste. ¡Que no!, grito enojada. Se enoja él igual. Trata de vengarse. Me hace “wedgie” (calzón chino). A mí no me importa nada. Yo sólo quiero dormir.

JKO

lunes, 11 de agosto de 2008

EL AMOR QUE NO SE PUEDE DAR

Mi pequeña gata adolescente se unta en mí como mantequilla en el pan. Se restriega, ronronea, me maúlla, me mira con ojos de amor. Las palmaditas que, extrañada, le doy en su espalda provocan que suene como un muñeco de peluche con sonido que tiene el botón en on. Ella no suele ser tan cariñosa como ahora. Aún así, yo trato de quererla, apapacharla y darle amor, pero ella se da cuenta que no es el que necesita. Por eso, cuando se fastidia de mí, se va a la alfombra a regar su amor en ella. Por eso también, después de un rato, vuelve sin éxito otra vez a mí.

Mamacita, ¿No ves que ese amor no te lo puedo dar yo?, le digo quitada de pena mientras continuo dándole golpecitos, como si hablara yo con un ser humano al que trato de hacer comprender. Yo me doy cuenta que le hablo a mi gata que me ignora, pero a veces cuando me mira directamente, pienso que ella puede llegar a tener un entendimiento mayor que algunas personas que conozco (¡Y pocas no son!).

Quizá sí hay amor que no se puede dar. Quizá no lo hay y simplemente es caprichoso y a veces, cabrón. Me he preguntado si habrá seres humanos que no tengan capacidad de amar o que no quieran hacerlo. Yo creo que sí los hay. Amor impotente, que enamora sin entregarse, que huye en plena primavera, que promete lo que se lleva el viento, que tiene miedo de ser la potencia que puede ser. Un amor miedoso, timorato. Un amor que duda, que sueña de más. Hay amor que no se puede dar. Ese de aquellos que aman a destiempo, desfasados de su momento ideal; su amor llega antes de lo esperado o llega tarde cuando la puerta alguien más ya la tocó. Amor errante, confuso, arrebatado. Por esos ella llora, él se queja, alguien más sueña castillos de cristal. El amor es así; es muchas veces azar y pocas, certidumbre, es muchas, casualidad y pocas, certeza, es muchas, incierto y pocas, certero. Es como ya lo dije, algunas veces caprichoso y algunas otras, cabrón.

¡Obvio! Ya no le estoy hablando a mi gata, no espero tanto de ella. Tampoco le hablo a él. No después de poner a prueba y validar como cierto aquel artículo donde se comprueba científicamente que la voz femenina agota al cerebro masculino. Por eso, intento cansarme yo misma con mi propia voz: pruebo un poco de mi propia medicina.

Mientras tanto, mi gata me mira como si nada le importara más que la acaricie. Por eso, se echa sobre mí. Alguien alguna vez me hizo el comentario: “Yo creo que el gato es el animal más ingrato”. Pueda ser que sí, como también igual de ingrato el corazón que ama esperando algo a cambio o peor aún, que no ama porque sabe que lo que espera, no le será concedido. Es una manera de envilecer el amor, me pienso, más canalla que la “ingratitud” del gato. Yo amo a mi gata, pero después de un rato la echo y le digo: ¡Vamos, niña, que ese amor que tú buscas, no es el que yo te puedo dar!

NO LO HAGAS

No prometas el viento
cuando es imposible tenerlo;
no prometas amor eterno,
si sabes que mañana no estarás.
No desates este hilo del que pendo,
no me sueltes porque siento que me pierdo.
No le cortes las alas a mis sueños
porque te dio miedo estar en ellos.
No me pidas que te deje de querer,
si al no quererte mato parte de mi ser.
No pretendas saldar deudas ya olvidadas,
ni a tus otras cuentas, unas nuevas aumentar.
Róbate aquellos momentos desastrosos,
y déjame los inolvidables y maravillosos.
No dejes que aparezca la demencia,
cuando es la conciencia la que debe conquistar.
No me permitas caer en tu juego
o tan siquiera enséñame cómo jugar.
¡No deje restos de amor regados en mi vida!
¡No sonrías por favor, que tu sonrisa mata!
No renuncies a esto que te ofrezco
respondiendo que inesperado te llegó.
No hace falta que me des explicaciones,
basta con que digas que sobró o que faltó.

JKO

lunes, 4 de agosto de 2008

LO QUE AMO DE MIAMI


“What do you love about Miami? (¿Qué es lo que amas de Miami?)”, me preguntó una tarde saliendo de clases, Calvin, un fabuloso profesor de inglés.

Poco creíble dada mi verborrea crónica y como pocas veces, la prudencia de permanecer callada, totalmente innecesaria ese día, estuvo presente. No le respondí. Lo pensé de más y no hallé una respuesta sensata, por eso prometí contestarle cuando supiera, algún otro día.

Terminaron mis clases y nunca le contesté. Sin embargo, continúe preguntándome lo preguntado.

Pueda ser el clima que me recuerda tanto a mí: loco, caprichoso, voluble, antojadizo. Los dos cambiamos de acuerdo al humor de Dios. Bueno, yo así me digo para no culpar a mis hormonas. Suena un tanto más romántico de esa manera. Cierto y acertado fue el comentario de un locutor de radio cuando habló acerca del pronóstico climatológico para Miami: “Quizá llueva, quizá no. Yo soy igualita, aunque no me debato en ningún dilema “Shakespeareano” profundo(Quizá sea, quizá no). Yo, una simple mortal, me debato con pensamientos superfluos: Quizá hoy sea pelirroja, quizá no. Y a la merced de mi humor, mi cabello sufre los estragos, por tener un alma bohemia, delirante y cambiante.

Quizá son los atardeceres tostados tan únicos de ésta ciudad, manchados en el horizonte con tonos violetas, azules, naranjas y rosados pastel; mezclados, puros, con destellos de luz a la caída del sol. Ese cielo que Dios, sin duda, en sus ratos libres, utiliza como paleta para pintar. Son las nubes floridanas con forma de borregos amontonados, en las que descubro por vez primera, la línea que las define, argéntea y esperanzadora que nunca antes vi o a la que jamás le preste atención hasta después de escuchar el refrán en inglés: “Every cloud has a silver lining” (cada nube tiene una línea plateada). No, nunca antes la vi.

Mezcla. Eso me gusta de esta ciudad. Mezcolanza en términos más coloquiales, pero que a mi gusto definen mejor la magia de este lugar; sí, es una mezcla extraña, incluso confusa, pero que me encanta. Lo diferente, lo extraño, lo nuevo y su revoltijo. Los anuncios de la tele en “spanglish” que definen bien la subcultura de esta ciudad. Las palmeras regadas por toda la ciudad, que dan la idea de estar ahí por equivocación. Sus lagos por doquier, el lago de la parte trasera de mi hogar con la pequeña playita donde descanso con mi vecinita después que caminamos cuatrocientos metros y con la que soñamos para llevar nuestras computadoras y sentarnos a escribir en medio de ese paraíso lleno de aves, especialmente de patos cagones acostumbrados a que la gente les dé de comer, ese paraíso lleno de ruidos naturales, de ruidos humanos que, gracias a Dios, se pierden ante tanto espacio abierto.

Me gusta mi televisión prendida de lunes a viernes a las diez de la noche en el canal veintidós, un canal local. Me gusta escuchar a Jaime Bayly hablar de política, con un lápiz en mano y un cuaderno para anotar todas las palabras extrañas que utiliza para buscarlas posteriormente en el diccionario. Me gusta como habla. Es capaz de mentarte la madre de una manera educada. Eso me encanta.

Por último, me gusta el camino que me lleva a él. Es la calle Krome. Larga, y en los puntos donde yo la transito, sin semáforos y con algunas curvas poco pronunciadas por las que me gusta pasar a gran velocidad cuando es de día. De noche, una carretera de paso para muchos viajeros, tediosa, extensa y sin iluminación que me da pánico y me hace bajar la velocidad para ver como lentamente las luces de los carros del carril contrario me deslumbran con su paso. Pero de día pareciera que el escenario está listo para comenzar la excelsa obra de teatro. Los telones se suben. De ida, pongo más atención al canal pantanoso que hay del lado derecho ignorando un tanto a los arboles gigantes y majestuosos de alrededor. Imagino la cantidad de cocodrilos que se pasean debajo de las hojas de loto, recuerdo a las tortugas tímidas que a veces se ven por ahí. De regreso al lado derecho, los pinares y arbustos y sus hojas que hacen un juego de luces y sombras espectaculares me dan la sensación de estar manejando en medio del bosque, de encontrarme en una alameda sin fin. Imagino estar en un viaje cuyo destino no ansío llegar porque descubro que lo mejor de él se encuentra precisamente en el camino. Me gusta sobre todo, cuando llego a él y entonces, me toma entre sus brazos, como él bien sabe hacerlo.

Esta vez sin tener que pensarlo tanto. Ahí está profesor, le dije que algún día le contestaría.

Mientras hacia este escrito, me acorde de esta poesía de mi poemario de antaño. La comparto.

SIENTE

Siente el viento como pasa,
Cómo tierno te acaricia,
Oye atento como llama,
Y te envuelve con su brisa.

Siente el aire en movimiento
Que jugando está, tu pelo,
Trata un solo momento,
Con tus manos retenerlo.

Mira el rayo tenue y cálido
Que tocando esta, tu cuerpo.
Siente aquél quemar fallido,
Que triunfará al correr el tiempo.

Mira el cielo tan brillante
Con sus nubes de algodón.
Mira aquél azul radiante,
Ávido de admiración.

Nota cuánto el árbol crece,
Mira su fuerte ramaje.
Huele la flor que pretende,
Con pétalos vestir de traje.

Mira la danza de las hojas
Si el viento sin querer las toca.
Mira aquella fruta roja,
Que te pide que la cojas.

Oye el ave cuando canta
Como anuncia la mañana,
Mira altiva cómo encanta,
Cuando el vuelo al cielo traza.

Mira la vida y sonríe,
Que Dios nunca nos miente,
Convence a tu cuerpo que vive,
Que es verdad lo que siente.

Dale gracias al Señor,
Que te permite estar vivo,
Y sentir la naturaleza,
A través de tus sentidos.

JKO