viernes, 31 de diciembre de 2010

MIS MEJORES DESEOS PARA TI

Que no falte nada importante. Que si sobra, sea amor. Que pocas sean las pruebas de Dios para ti y muchas sus bendiciones. Que entiendas que Dios da, pero también quita: que aprendas a decir gracias y amén. Que en tus mejores y peores momentos te des cuenta que lo único que necesitas es a Dios. Que tu corazón nunca sea indiferente a las injusticias. Que mi amor por los animales te contagie un poquito, tan sólo un poquito. Que te deje de gustar la carne. Que alguien siempre rece y pida por ti. Que te enteres que la oración es la debilidad de Dios (si puedes reza por mí). Que descubras que la felicidad es más fácil de alcanzar de lo que creías. Que no olvides que te llevo siempre en mi corazón.

Esos son mis mejores deseos para ti. Con mucho cariño.

Jo

jueves, 11 de noviembre de 2010

AL VOLANTE


Espinoza-Paz empieza a hablarme con voz queda, con un dejo de enfado, con lentitud; cuando la música comienza, me manda al diablo con la calma que no amerita el caso, dice que ya no soy su otra mitad. Luego, El chapo de Sinaloa, con esa voz extraña que lo caracteriza, canta en mis oídos palabras lascivas e impropias que en un momento dado me hubieren hecho sonrojar. Yo hago coro con el volumen al máximo para que mi voz se funda, o debo decir más bien se confunda, entre esas voces masculinas que pienso, me cantan a mí. Llevo las ventanas abiertas para que mis berridos se pierdan al aire y porque en cierto modo malicioso, disfruto mostrarle al mundo que me importa un bledo si mi música les parece displicente. Mi pie, sobre el acelerador, lleva la batuta al ritmo de las canciones norteñas.

Me considero una buena persona, excepto cuando manejo. De algo tengo la certeza en este mundo: Si cuando muera voy al infierno, será por mi manera de conducir. Es impensable, no hay cabida para la bondad en mí mientras conduzco. Cómo sería eso posible si todos los días hay algún idiota al que se le ocurre chocar y alentar el tráfico para los que venimos detrás o hay algún zopenco que por estar “chateando” en su celular o distraído con alguna otra cosa, nos hace perder la luz verde, o peor aún, cambia de carril sin intención. Cómo imponer la inalterabilidad de las emociones, si nunca falta el imbécil que decide manejar despacio en la vía de alta velocidad o que decide doblar, sin avisar. “El problema de los pendejos es que son muchos”, me decía confiadamente el maestro Germán, sin pensar que algún día citaría sus sabias palabras entre comillas y a él como el autor.

No es paciencia lo que falta en la vía que considero mi pista de carreras, es que sobra la estupidez en sus calles; es que el tiempo resulta invariablemente medido, por no decir exacto, mientras manejo a una velocidad constante que necesita ser rápida para llegar a tiempo. Es el demonio que pareciera apoderarse de mí al momento que mis manos se posan en el precioso y brillante volante del automóvil: un demonio que no me deja ceder nunca el paso; que me obliga a rebasar con zigzagueos constantes; que me hace recordar la vasta lista de palabrotas ordinarias, impúdicas y pendencieras que me sé; que me hace olvidar a la buena cristiana, que cuando estoy fuera del automóvil, intento ser. Un demonio que la colgante crucecita de San Benedicto de mi moderno celular bebería exorcizar, a como dé lugar.

Creo que Bart Simpson, aunque de filosofía poco profunda, siempre resultó un personaje sensato: “La última esperanza de un bribón, es la fe”. Puede que Bart tuviera razón. Por eso, pienso que debería tomar algunas precauciones como usar un escapulario ya que promete al devoto mariano corta estadía en el purgatorio después de morir; pienso que debería encomendarme a San Cristóbal porque aunque no soy camionera, manejo como tal; sobre todo, pienso que debería no sólo rezar de vez en vez el rosario que cuelga en mi espejo retrovisor, si no entender que no está ahí nada más para adornar.

No soy una buena persona mientras manejo, excepto en los meses de noviembre. Noviembre con su clima benévolo que no da ni frío, ni calor si no sólo una brisa suave y apacible que relaja y acaricia hasta mi alma, me hace sentir una mujer diferente; me hace sentir que puedo ser una buena ciudadana, ejemplo de una conductora modelo. No es el oficial con su pistola de radar, si no el céfiro de noviembre lo que me hace bajar la velocidad, lo que me hace no sentir esa prisa por llegar de primero o de estar tarde. Es el mes de noviembre cuando me lleno de calma que le doy un respiro a mis pobres compañeros de ruta; cuando deseo que todos los meses fueran como éste para no ser más un producto del ímpetu y la adicción a la adrenalina y la velocidad.

En noviembre cuando manejo sin prisas, cuando canto desentonada y mi pie no sigue el ritmo acelerado de las bandas musicales norteñas, agradezco a mi ángel de la guarda que siempre vuela a mi paso presuroso y se excede, junto conmigo, los límites de velocidad para no desampararme. Toco madera tres veces y doy gracias de estar siempre protegida sea el mes que fuera, sin importar lo atrevido de mis actos al volante y sobre todo, sin importar que a veces resulto no ser siempre la buena persona que debiera.

domingo, 12 de septiembre de 2010

COME, REZA, AMA...DUERME



Yo a ella le creo siempre, como si todo lo que me dice fuera verdad. No sé si es la elocuencia de sus palabras o simplemente su carcajada sincera que me invita a reír tanto cuando la escucho. No sé si dice la verdad o no. Aunque eso no importa: yo me lo trago todo. La autora del libro, Elizabeth Gilbert, no se equivoco con sus inteligentes y profundas palabras. Los productores de la película, Brad Pitt y Dede Gardner, tampoco lo hicieron con la actriz que escogieron para hacer el papel de Liz: Julia Roberts. Hoy, en esta película, ella me habla con filosofía: come, reza, ama. Le creo cuando me muestra que un lugar placentero para comer y tener una relación amorosa con tu comida, sin duda es Italia. Que la oración es poderosa y la India es un lugar propicio para hablar con Dios. También, que en Bali se puede no sólo encontrar paz interior, sino que también se puede encontrar de ese amor verdadero, puro y ciego, aunque sea feo…muy feo.

Para mí uno de los grandes placeres de la vida es comer. Por lo general, suelo ser bastante compasiva con los animales. Por eso, cuando de alimentación se trata, resulto ser irritablemente meticulosa: trato de evitar las carnes lo mayor posible y cuando las compro, me aseguro que sean orgánicas. Pero creo que las carnes no son la única fuente de placer alimenticia. A mí, me causa placer morder una pera dulce y sentir sus aromas mientras se hace agua en mi boca, me fascina el sabor de las moras azules y las cerezas congeladas mientras se descongelan en mi lengua. Tomar leche de soya con guayaba (¡Ese olor enervante de la guayaba!) o licuado de mamey. Comer queso con ajo horneado y pan. Calabaza entomatada con frijoles refritos o la variedad de tubérculos en sus diferentes tamaños y formas. ¡Uy, creo que ya me emocioné! ¿A quién no se le antoja un cheescake con mermelada de naranja o zarzamora encima o una barra de chocolate con almendras, pasas y arándano? No se diga nada de los camarones a la plancha o de empanizado con coco. Con estos últimos, no puedo negar que al comerlos, me siento como Ursula (el personaje malévolo y perverso de la Sirenita) comiéndome esas almas en desgracia: sin remordimientos, ni culpas y a montón. Claro, la frase que viene a mi mente en ningún caso podría aplicar sin consecuencias catastróficas: come como si fuera el último día de tu vida. En la película se sugiere la idea de comer sin culpas, ni preocupaciones. Yo creo que la clave del placer de la comida sin que la báscula vaya en aumento en cifras galopantes reside en alimentarse sin culpas, con variedad y sobretodo, con moderación.

Pero sin duda el mensaje importante de la autora no radica en que te debatas entre embutirte de comida o no. Es el vacío existencial que acongoja a nuestra sociedad moderna, el detalle más apremiante. ¿Qué puede llevar a una mujer que aparentemente no le hace falta nada (tiene marido que la ama, casa, carrera exitosa) a tirar todo por la borda? Ejemplos de este tipo hay de sobra: el esposo que se aburre de su mujer y su familia aparentemente perfectas y se busca una amante 20 años menor, el estudiante “modelo” de la escuela privada que decide drogarse, la ama de casa millonaria que cree que comprando y operándose el cuerpo para estar más bella va a encontrar la felicidad y cuando llega a casa llena de bolsas y con la cara restirada, se da cuenta que sigue tan vacía o peor…etc. Es la falta de Dios, la falta de contacto con él. Es tener el alma hueca. En realidad lo que nos diferencia de los animales no es la inteligencia (¡Me consta! Yo he conocido seres humanos que actúan como bestias y animales mucho más inteligentes que ellos). Lo es la capacidad de alabanza a Dios. Ningún animal tiene conciencia de Dios y mucho menos, de su alabanza. Hace falta acercarse más a Él. Hablarle, rezar. Pero hacerlo no como tarados canta-comerciales o loros que repiten sin tener idea de lo que se dice, incapaces de hallarle sentido alguno a la oración. El poder de la oración es fuerte, pero hay que tener a Dios en la conciencia y en el corazón para poder hablarle con verdadera intención. Dios no entra a la fuerza: Él todos los días, de mil maneras distintas nos habla, nos toca la puerta; nosotros somos los que lo ignoramos o peor aún, los que nos huimos de Él. Como bien se dice: no hay que correr de Dios, hay que correr hacia Él. Hace falta abrir las puertas de nuestra alma para dejarlo entrar. Con Él, el vacío se llena y se halla el sentido existencial que se nos ha perdido.

Por último y no de menor importancia esta amar. Si Dios cura el alma; un buen amor, es capaz de curar y dejar como nuevo el corazón. Hay amar sin medidas, sin reservas, ni avaricias. Sin reproches, ni quejas. Sin condiciones. Como si fuera la primera y la última vez. Amar como si nunca te hubieran lastimado, entregando el corazón en las manos del ser amado, sin pensar que este pueda dañarlo o peor aún, romperlo en añicos. Combínalo con un poco de placer mundano (que a nadie le cae mal) y la formula está casi lista. Yo creo que la autora olvido en la sección de amar, añadir el amor de familia y de amigos. No sólo hay que demostrar amor a la pareja, hay que hacerlo también con los hijos, con los padres, con los hermanos, con el prójimo. Todo esto crea un equilibrio perfecto en el apartado amar. Una de las cosas más maravillosas de este mundo es amar. No hay porque reprimir este sentimiento tan sublime bajo ninguna circunstancia o razón.

Yo incluiría una coma y un verbo más al título sin mayor explicación: dormir. Tengo la teoría de que la gente que duerme bien es más feliz. Por lo menos, yo lo soy.

Yo no creo que Julia, ni Elizabeth mientan. Hay que estar en paz con el cuerpo, en paz con tu alma y en paz con tu corazón. Ahí radica el secreto de la verdadera felicidad.

sábado, 10 de julio de 2010

LA FUSIÓN DE MUNDOS



¡Soy un peligro para las criaturas de Dios!

Yo creo que de las diferentes perspectivas que hay para conocer el alma humana, los actos de bondad no resultan ser tan definitorios como lo son los actos y las reacciones provocados por situaciones de alto estrés, donde el alma se queda sin defensas y afloran, de manera genuina, los verdaderos colores del alma.

Aquella noche, la lluvia azotaba fuerte mis cristales. Parecía tormenta, pero no estaba segura si lo era. Nunca veo el pronóstico del tiempo. Aún si lo viera, el de Miami, resulta siempre incierto, improbable, astuto. Estaba agotada por eso me volé un par de altos antes de la lluvia. Mi único fin era llegar a casa lo más pronto posible, a como diera lugar. La lluvia no sería impedimento. Mi visibilidad era nula, pero no detuve el carro. Debí. Todo pasó como en cámara lenta. ¡Qué inconsciente, el pobre!, ¡salirse así! Lo vi a lo lejos cruzarse en mi camino. Bueno, en realidad, no era tan lejos. El carro patinó, con cierto encanto yo bien diría, como una patinadora profesional de hielo. Viéndolo desde ese punto, el chillido de las llantas fue como un fondo musical aterrador. El incidente fue inevitable. El carro lo golpeo, le pasó encima, lo dejó tirado ahí. Yo pegué un grito ahogado, los ojos y el rostro se me llenaron de lágrimas al instante, mi mente quedó en blanco. Pero no detuve el automóvil. Del susto y ya sin intenciones, me volé un alto más. Llegué a casa antes de lo imaginado, hecha un mar de tormentos.

Ella, de niñas, nos llamaba princesas. No nos contaba cuentos, pero nos llenaba de libros, muchos de ellos. Él tampoco nos contaba nada, pero llenaba nuestros anaqueles de caricaturas de Walt-Disney, de todas las que salían. Libros y caricaturas: de princesas, doncellas y damiselas; de dragones furiosos que arrojaban fuego por sus fauces o brujas perversas que hacían maleficios; de príncipes buenmozo o encantados, magos, caballeros valientes, plebeyos o lacayos que pasaban mil aventuras en bosques floridos, desiertos áridos o mares coléricos; de historias de castillos de cristal, hielo o arena, de castillos mágicos que flotaban en el aire o se erguían en la cima de una colina hermosa. Nadie nos dijo que los cuentos aquellos, no eran realidad.

Ella, de niñas, nos llamaba princesas, pero nos crió de manera que supiéramos hacer de todo…no cómo las princesas. Desde muy pequeñas ella nos inculcó a la idea de ser independientes: aprendimos a preparar nuestros propios alimentos; a hacer lo necesario para que siempre tuviéramos ropa limpia (lavar, tender, doblar, planchar); a saber cómo mantener limpio un hogar ( y créanme cuando les digo que con cuatro mascotas nunca fue fácil); a pegar botones o meter dobladillos (que por cierto, odié y hasta la fecha sigo odiando hacer); a mantener un jardín hermoso y en general, yo diría que a trabajar duro para conseguir lo que queríamos y hasta para lo que no. Él nos ensenó actividades un poco más masculinas: a cambiar lámparas fundidas; a arreglar una llave que gotea; a cambiar tanques de gas o a prender el calentador; a cambiar los fusibles cuando se iba la luz; a matar (o sacar) esos animalejos (serpientes, iguanas) que buscaban refugio del maldito sol raja-piedras de nuestra calurosa tierra Yucateca y que se colaban cuando, por error, dejábamos la puerta de nuestro patio frondoso abierta.

Entre libros y caricaturas de fantasías y actividades prontas a nuestra edad, creo,
crecimos con dos realidades paralelas. Y en este mundo real donde, atiborrados de trabajo, no hay tiempo de nada más que correr, las series de libros del mundo de la fantasía como Harry Potter, Narnia, El señor de los anillos y recientemente Crepúsculo (Twilight), no sólo permiten momentos de escape fascinantes y mágicos, sino que, también, se han convertido en grandes obsesiones. Tantísimo como sus películas.

De acuerdo a la concepción freudiana la fantasía representa la realización de un deseo, sea este consciente o inconsciente. El grado de fascinación que me provocan ese mundo de fantasía y de magia es tal, que he llegado a preguntarme si la simpleza con la que se desarrolla el mundo real pueda provocar en mí el deseo inconsciente de vivir en un mundo que no existe más que en la imaginación, los libros y las películas. Viéndolo desde el punto de vista positivo, ignorando por completo cualquier patología psicológica, tomemos como cierta la teoría de que las fantasías son un ingrediente esencial y básico puesto en la mente del ser humano, como una meta a conquistar en su vida real.

La pregunta del millón es sí al hacer de la fantasía (algo que por naturaleza propia es irreal) una meta a seguir, resulta obvio entender que la meta será inalcanzable, al menos en el mundo real. Me pregunto si al involucrarnos por horas en la lectura o en el cine, nuestro subconsciente entiende que siempre el mundo real y el de la fantasía serán mundos paralelos porque los esquemas que definen a cada mundo no sólo no pueden conjugarse y confundirse, sino lo que resulta peor, chocan entre ellos.

Sin duda alguna y con pena ajena reconozco que la imagen del Facebook de mi amiga, donde aparece mi nombre “tagueado” es un ejemplo claro de lo que resultaría una catastrófica fusión de estos mundos tan distintos. En primer plano, en la mesa, Jazmín, Ariel (la sirenita), Cenicienta y Bella fuman y beben en excesos. Mulán duerme sobre la mesa con varias botellas tiradas junto a ella. Las ratoncitas fuman, toman y juegan póker en medio de la mesa. Una princesa, de la cual desconozco su identidad, aparece con una botella empinada en la boca y a su lado, la zapatilla de Cenicienta. En un segundo plano, se alcanza a ver a Pocahontas y Blancanieves aprendiendo a bailar el “tubo”. “Ladies Night” es titulada la sátira de las princesas. Mi amiga Sabrina responde riendo que es nuestro futuro. Yo también me rio al pensar que así serían los cuentos de princesas si la fusión de los mundos llegara a existir. Las princesas modernas, me burlo y me rio más.

Aquella noche de lluvia inquieta, bajo el estrés constante de mi corre-corre habitual conocí la parte oscura de mi alma en el momento que, cuando se requería de valentía, me ganó la cobardía y salí huyendo de la escena del crimen. Dejé aquel cuerpo inválido, inerte. Ni siquiera miré el retrovisor. El peor de mis temores fue que mis mundos se hubieran fusionado. Me aterroricé, ese pensamiento me volvió loca. Destino despiadado y acerbo que al beberlo de golpe me hizo desear que el mundo de la fantasía, que tanto adoraba y en el que había creído toda mi vida, no existiera más. Papá hubiera aplaudido, pero yo sabía que mamá y nené (mi hermana menor) nunca entenderían que el día en el que mi príncipe azul, mi príncipe encantando (en forma de sapo) saltó a mí para besarme y conquistar mi amor, yo lo dejé hecho mierda sobre el asfalto y salí huyendo de él como alma que llevaba el diablo.

La Fusion de los Mundos Paralelos (cont..)
Por Elizabeth Ojeda


Mientra esto sucedia, en la otra dimension, la del mundo paralelo, la lluvia habia arreciado tanto que le impedia totalmente la visibilidad a los conductores de los vehiculos y poco a poco los iba obligando a bajar la velocidad y a avanzar a paso de rueda, hasta llegar el momento de detenerlos totalmente.

De pronto, justo ahi, frente al semaforo cuyas luces difusas apenas se distiguian en el torrencial aguacero, un resplandor ilumino totalmente el area, como si hubiera caido un rayo, y la luz de mil bombillas iridiscentes iluminaron la escena trajica de la pbre criatura que acababa de ser atropellada y barrida sobre el pavimento, ciertamente, la del pobre sapo que se lanzara en salto suicida buscando romper el hechico que sobre el pesaba y le devolviera a su condicion real.

La luz era cegadora y deslumbrante y tintilaba como si miles de diamantes giraran en torbellino y lanzaran destellos de tonos multicolores, por momentos azulados, otros violaceos o carmesi, en ocasiones, dorados y esmaldinos, pero siempre en una danza fantastica que se extendia al universo entero. El silencio era imponente y magestuoso. Hasta las mismas gotas de la lluvia que caian lentamente, tambien habian enmudecido para no profonar la solemnidad de aquel momento y ahora se habian detenido en el aire y quedaron como flotando en una atmosfera congelada en el tiempo.

De pronto, comenzo todo a girar, como en un remolino, en torno a los restos de aquella pobre criatura y las mil chispas de colores iridiscentes comenzaron a tomar la forma de una escencia angelical de belleza indescriptible y unica, en tanto que una voz, mas dulce que cualquier voz que jamas pudiera escucharse, como si fuera el tanido de campanas celestiales, traspasaba el silencio de aquel instante eterno en que los dos universos paralelos, en el infinito, habian tenido un punto de interseccion:

"Criatura de la Luz, tu hechizo se ha roto y has recuperado tu alma por cuanto tu sacrificio ha salvado la vida de una mortal, de una de esas criaturas tan amadas por el Senor que fue capaz de ofrecer por ellas, su propia vida en la Cruz, que si tu no te hubieras lanzado bajo las llantas de su vehiculo, asi como venia manejando, como loca, hubiera sido ella la que hubiera terminado barrida en el asfalto de algun boulevard, y tu sabes Angel guardian, como se hubiera desgarrado de dolor, el Corazon de Nuestro Amado Señor"

Un instante y todo recobro su anterior velocidad, tiempo, espacio, forma y dimension y los mundos paralelos que por un instante se habian unido en un punto del infinito volvieron de nuevo a ser dos mundos paralelos en la inmensidad.

La lluvia siguio cayendo con estruendo, los rayos siguieron hendiendo la voluta celestial, los vehiculos siguieron circulando en el atestado carrefour y los conductores siguieron pisando el pedal del acelerador sin mirar atras.

domingo, 13 de junio de 2010

ES PROBABLE


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En memoria de mi Lisita, mi compañera de vida peluda.
Nadie puede entender este dolor que me oprime el pecho mientras hace correr lágrimas que por momentos, siento que se agotan. Nadie puede entender este dolor, ni siquiera él.

Partiste Lisa, de manera dramática y prematura. Tu ausencia me ahonda de tristezas el alma, me deja sin voluntad, sin ánimos, sin ganas. El tiempo no se detuvo cuando te encontré en mi cuarto tirada sin vida, pero a partir de ahí, empezó a transcurrir lentamente. Muy lentamente. No hay nada que yo pueda hacer para retroceder el tiempo y cambiarlo, nada para borrarlo, nada para volverlo a su ritmo normal. Tampoco, nada para desatar este enredo en el que me siento atrapada y del que, extrañamente, no siento el más mínimo deseo de salir. Todo es caos. Un caos fuera del caos normal, uno que se trama muy despacio sin entender por qué.

Tu plato, Lisita, permanece vacío, en el mismo lugar. Han pasado varios días, pero no sé exactamente cuántos. El mundo continuó su ritmo vertiginoso y apresurado: ya es tarde córrele, trabajo, dormir, otra vez ya es tarde, trabajo, dormir. Creo que en el afán de olvidar la tragedia atiborré mis días de trabajo y prisas un poco más. Pero no funcionó. Algunos de esos días no comí, mi plato igual se quedó vacío: unos porque lo olvidé; otros, la verdad, me dio igual. No sé qué día es hoy, tampoco estoy segura de la hora. Permanezco en casa, sin valor, sin fuerzas, con ganas de dormir para no pensar. Las persianas permanecen cerradas, no siento deseos de mirar a través de la ventana. Lo que hay afuera también, me da igual.

Algo importante ha muerto en mí: parte de mi alma, tal vez. Esa parte que solía hacerme sonreír todos los días, hallar algo bueno en los días malos que insisten en perseguirme y también, hallar vislumbres de bondad en el alma de las personas, que el resto del mundo no es capaz de ver. ¡Al carajo con todo! Hoy no sonreiré porque no se me da la gana, le mentaré la madre a los días malos venideros y acosadores y mandaré a la gente “hijueputa” al lugar que les corresponde: al diablo. O tal vez… no haga nada.

No estoy de humor, no del complaciente y risueño que me caracteriza. Últimamente mi humor es otro, lleno de tristeza, de culpas. Me encuentro taciturna, dubitativa, con aires de introspección. Con mi nueva amante: la soledad. En el reinado de mi tristeza, la verborrea crónica fue amordazada, mandada a callar. Generalmente, no me gusta el silencio. Ahora mucho menos porque los pensamientos me persiguen, me recuerdan, me hacen llorar. He imaginado varías veces que dejaba el baño terminado de lavar, que le ponía seguro a la puerta, que te reprendía Lisita al verte abriendo la manija del baño, que evitaba que lamieras el limpiador, que me daba cuenta que no estabas bien, que intoxicaste, que no era demasiado tarde cuando te encontraba debajo de mi cama y te llevaba al veterinario, que cuando gritaba tu nombre y sacudía tu cuerpo sin vida, sólo había sido un sueño, una horrible pesadilla de la que pronto tu y yo íbamos a despertar. Nada fue un sueño. Tú no despertaste. Salí del veterinario con los ojos nublados de lágrimas y el alma, como tu jaula, vacía, sin ti. Todo ha sido imprudente, estúpido, tarde. Muy tarde.

No me gusta el silencio, ni la soledad, pero por el momento lo prefiero así. Necesito desahogar la tristeza de mi alma, llorarla, dejarla ir. Me pregunto si volverá algún día la alegría natural en mí. Sí mis sonrisas serán de nuevo puras y sinceras. Sí algún día renacerá en mí el deseo genuino de volver a hablar. Sí este dolor será pasajero o vino para quedarse en tu lugar. No he vuelto a cantar a toda voz cuando manejo en mi carro, no desde que te perdí. En este silencio que me acompaña, pienso en ti, Lisita, sólo en ti. En que ya nunca más te tendré a mi lado. En que no sé cómo decirte adiós.

¿Es anormal este apego emocional? ¿Es acaso, este amor a los animales exagerado? ¿Podrá ser pecado tanto amor hacia estos seres? ¿Será en vano toda mi misericordia para con ellos? ¿Es probable que nadie entienda este dolor que me oprime el pecho? ¿Es probable que nadie entienda que si tuviera que elegir entre salvar a mis animales o a un hijueputa, elegiría a mis mascotas, aunque ese sea mi camino al infierno? ¿Es probable? Tal vez lo es, tan probable como que en ese día de Corpus Christi, no sólo te haya perdido a ti Lisita, sino también, haya perdido el deseo de entender el mensaje que Dios, al arrancarte de mi vida, me ha querido decir.

miércoles, 12 de mayo de 2010

¡BÉCQUER DIJO QUE SÍ!


¡Habrá poesía!, murmura en mis oídos Gustavo Adolfo Bécquer en el sosiego de la siesta vespertina, ¡Si la habrá!, se repite para sí mismo. Concerto número uno en Mi mayor: La primavera, anuncia Vivaldi al tiempo que comienza a tocar el violín de manera vigorosa. Restándole importancia a la música, Bécquer insiste en voz baja: ¡Habrá poesía!, al tiempo que hace cosquillas en mi nariz con su pluma antigua de escribir y extiende en la cama una hoja de pergamino. ¡Achú!, ¡Achú! ¡Achú! Concerto número cinque: Alergia en Fa mayor; los estornudos se unen a la música de Vivaldi. ¡Achú!, una vez más. En medio de la somnolencia mi amiga de la secundaria me recuerda: “Dicen que si estornudas siete veces seguidas es como tener un orgasmo”. Le sonrío plácidamente a Gustavo y grito viendo al otro personaje: ¡Música, maestro!, deseando que la primavera de Vivaldi me dé más alergias que la de mi mundo real. Pero en vez de estornudar tanto, el vaivén de la hermosa música provoca efectos adversos en mí: Somnolencia total, caigo de nuevo y sin resistencia en los brazos de Morfeo. Le pido que me deje dormir en las nubes de algodón o por lo menos, comerlas. Pienso: si fuera musa de William Cotton me comería sus escenarios. Antes de que Vivaldi termine de tocar su última estación, una voz familiar me arranca con dulzura de Morfeo y pregunta si terminaré mi escrito. Yo dejo de comerme la sábana y con la cabeza le digo que sí. Por alguna extraña razón, duda si habrá poesía y me cuestiona al respecto. El susurro se escucha aún con mayor entusiasmo: ¡habrá poesía y esta noche! Yo sin pensarlo mucho respondo: Bécquer dijo que sí.

jueves, 22 de abril de 2010

YO CONFIO EN TI



Mamá escribe y cuando lo hace y yo la leo en silencio, pero con prisa, atropelladamente; con ese sentido de urgencia que siempre me hace ir más rápido de lo que yo debiera. Una premura que resulta sin sentido cuando me doy cuenta que al fin y al cabo, no ganaré ninguna carrera, ni siquiera aquella contra el tiempo. “Misioneros de la Divina Misericordia”, leo su título de nuevo y me reprimo a mi misma: Las cosas de Dios no pueden ser así…necesito calma para poder escuchar lo que Dios tiene que decirme.

Yo leo a mamá y me siento pequeña de nuevo cuando descubro lo grande que es ella, especialmente cuando escribe, cuando pienso que nunca lo haré como ella y que plasma sus palabras de manera majestuosa, en un modo que mi mente jamás concibió, ni concebirá. Dios le habla y ella escucha, por eso escribe. Tiene espíritu grande que no encaja con la talla de sus pequeños zapatos y la talla de su ropa petitte, así es mamá: pequeña y al mismo tiempo grande, muy grande. Y pienso que Dios no sólo es maravilloso y que tiene que ser un tipo “cool”, sino que además me quiere mucho porque no importa a qué destino me lleve mi alma errante y viajera, Él siempre rodea mi vida de ángeles protectores y extraordinarios, aunque Él me hable de mil maneras y yo no siempre lo escuche, al menos no como lo hace mamá.

Hoy le hago caso al tipo ‘cool’ después de leer a mamá y pienso que quiere que gritemos juntas lo infinito de su misericordia. Confieso que no se cómo hacerlo. Me vienen a la mente de manera repetida las últimas palabras de Jesucristo antes de entregar su espíritu: Eloí, Eloí, ¿lama sabajtaní? Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado? La oveja misericordiosa invoca a su padre en sus últimos momentos terrenales. La oveja sufre, pero sabe bien que su muerte tiene un propósito magno: nuestra salvación. ¿Quién aguantara tanto dolor? Sólo Él, ese Cristo de amor, ese Cristo de misericordia. Entonces, deseo con tantas ansias que su misericordia llegue a todos los corazones. Pienso que de este modo Él no tendrá que volver a sufrir así. Ni Él, ni nadie.

Busco respuestas. Abro mi biblia y encuentro imágenes del Cristo de la misericordia que no recordaba estuvieran ahí, con varias líneas subrayadas: “Yo soy el Amor y la Misericordia. Cuando un alma se acerca a Mí con confianza, la colmo con tal abundancia de gracia que ella no puede contenerlas en sí misma, sino que las irradia sobre otras almas. Has de saber que cualquier cosa buena que hagas a cualquier alma, la acojo como si la hubieras hecho a Mí Mismo. Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzan la misericordia”.

También encuentro este poema de autor desconocido que, como acto misericordioso, prometo compartir con la colombiana desesperada que parece actuar influenciada por el café (o por algo aun peor) y que cada que visita la tienda compra 30 o 40 rosarios y me hace sentir, con su desespero, que no le ha caído el veinte del verdadero mensaje de Dios.

El poema…

¿Por qué te confundes y te agitas ante los problemas de la vida? Cuando hayas hecho todo lo que esté en tus manos para tratar de solucionarlos, déjame el resto a Mí.

Si te abandonas en Mí, todo se resolverá con tranquilidad según mis designios.

No te desesperes, no me dirijas una oración agitada como si quisieras exigirme el cumplimiento de tu deseo. Cierra los ojos del alma y dime con calma: Jesús, yo confío en Ti

Evita las preocupaciones y angustias, y los pensamientos sobre lo que pueda suceder después.

No estropees mis planes queriéndome imponer tus ideas. Déjame ser Dios y actuar con libertad.

Abandónate confiadamente en Mí. Reposa en Mí y deja en mis manos tu futuro.
Dime frecuentemente: Jesús, yo confío en Ti

Y no seas como el paciente que le pide al médico que lo cure pero le sugiere el modo de hacerlo.

Déjate llevar en mis manos. No tengas miedo…Yo te amo.

Si crees que las cosas empeoraron, o se complican a pesar de tu oración, sigue confiando, cierra los ojos del alma y confía. Continúa diciéndome a todas horas: Jesús, yo confío en Ti

Necesito las manos libres para obrar. No me ates con tus preocupaciones inútiles.
Confía solo en Mí, abandónate en Mí. Así que no te preocupes, echa en Mí todas las angustias y duerme tranquilamente. Dime siempre: Jesús, yo confío en Ti

Y verás grandes milagros, te lo prometo por mi amor.

Después de leer, decido dejar de subastar mi alma por e-Bay y se la encomiendo a Dios, estando segura que es Él el mejor postor. Oprimo en mi pecho la cartera. Más que por el billete, lo hago tratando de abrazar al Cristo que está dentro de ella. Es el de la misericordia, mi favorito. Y sin pensarlo mucho, cierro los ojos y repito en voz baja: Señor, hágase tu voluntad y no la mía. Ilumíname para que en mis palabras lleve tu palabra a aquellos que la necesitan tanto como yo. Jesús, yo confío en ti.

Misioneros de la Divina Misericordia
Por Elizabeth Ojeda Palma

Ayer domingo se celebró un año más la Fiesta del Señor de la Divina Misericordia y como cada año, desde aquel domingo en que se puso la primera piedra en el lugar donde se levantaría lo que es hoy la Iglesia de la Divina Misericordia en el Fraccionamiento de San Ramón Norte, asistí para participar en la Eucaristía del Dios-Amor, Dives in Misericordia, (Rico en Misericordia) como lo llamara el Papa Juan Pablo II en su Encíclica con este mismo nombre, dedicada precisamente a hablar de la Misericordia de Dios, de ese Dios que se nos revela y se nos entrega tan enamorado del ser humano que no sólo se hace a su forma sino que llega hasta la locura de dar la vida por amor a él, de ese Dios que sigue derramando a raudales torrentes de Gracias Celestiales a través del Agua y la Sangre que brotan de su Corazón Sacratísimo, de ese Corazón que ha sufrido inimaginables sufrimientos, como Dios y como Hombre, misteriosa dualidad que el ser humano jamás alcanzará a comprender, de ese Corazón de Dios-Hombre que en la Noche del Calvario sintiera tanta soledad y tristeza como para exclamar “Mi Alma está muy triste hasta la muerte”, de ese Corazón que al sentirse abandonado por su mismo Padre, experimentara un dolor emocional tan profundo que llegara al punto de derramar gotas de sangre a través de su piel, como médicamente se ha demostrado que sucede en casos excepcionales de tensión emocional en que se rebazan los límites de la capacidad física de sufrimiento y los vasos capilares de la piel se rompen y la sangre empieza a brotar por los poros de la piel, de ese Corazón de Dios-Hombre que, comprendiendo las limitaciones de la condición humana, con paciencia infinita sigue revelándose ante el ser humano de mil maneras a fin de abrir sus ojos, sus oídos y sus sentidos todos y mover su corazón que está ciego y sordo y permanece insensible ante Su Misericordia Infinita y Su Amor Incondicional, Eterno y Unico, de ese Corazón Suyo que ahora nos lo muestra, no con las dos manos como en Su Imagen del Sagrado Corazón, sino con una sola, mientras que la otra la levanta en actitud de bendecir en tanto que camina hacia aquel que está lejos, hacia aquel que es pecador y no conoce Su Amor y Su Misericordia, aquel por quien precisamente ha dado su vida y se ha realizado el Milagro de la Redención, justamente por aquel por quien El se vuelve a manifestar ahora, una vez más, en pleno Siglo XX, a su apostol Sor Maria Faustina Kowalska.

Congruente con la Mística de la devoción al Señor de la Divina Misericordia, el Párroco de la Iglesia en su honor, el P. Alfredo Cirerol, ha construído una página electrónica con el nombre “El Señor de la Divina Misericordia” en la dirección electrónica www.jesusmisericordia.com.mx en la que aparece todo género de información, tanto teológica, como de actividades parroquiales, grupos apostólicos etc., con el fin de llevar esta devoción también a tantísima gente que tiene hambre y sed de la Misericordia y el Amor infinito de Dios, pero que viviendo en este mundo actual, tan exigente, tan abrumador y tan estresante, es arrastrado en su vorágine de una manera tal que, en ocasiones, llega al extremo de no tener ni siquiera el tiempo indispensable para satisfacer las necesidades básicas de su condición humana. Y estoy hablando de personas de todas las edades y de todas las clases sociales, sin importar a qué estrato económico productivo pertenezcan o cual sea su estado de vida, ya que independientemente que sean personas en edad productiva o retiradas, niños o ancianos, estudiantes o amas de casa, personas de la vida religiosa o seglares, de una manera u otra, todas las personas están inmersas y forman parte de la misma comunidad, de la misma sociedad, de la misma forma de vida actual y a todas ellas llegan las mismas consecuencias de las crisis económicas, morales y ambientales.

En el Inicio de la Página Electrónica del P. Cirerol, aparece el rubro “Los Discípulos Misioneros y Misioneras de la Divina Misericordia”. Mi curiosidad me mueve a entrar al vínculo y me encuentro con una página en blanco, todavía en construcción, en la que se señala que pronto habrá información. Las páginas en blanco han sido siempre una invitación a escribir para todos aquellas personas que tienen el gusto por las letras y a quienes Dios les ha regalado el don de la escritura. Yo creo que a todos Dios nos ha colmado de bienes, de bendiciones y de dones, aún cuando en ocasiones tal vez no los hayamos descubierto o no nos hayamos dado cuenta de lo que poseemos, pero definitivamente, todos estamos llenos de capacidades sin límites y de dones excepcionales que podemos convertir en Carismas al ponerlos al servicio de nuestros semejantes, mejorando con ello las cosas de nuestro entorno y haciendo nuestro mundo un poquito mejor. Como creo que uno de los dones que Dios me dio es el de la escritura, me dispongo a escribir algo sobre la Divina Misericordia. Lo primero que me viene a la memoria es el hecho de que ayer en la Santa Misa, el padre que la celebraba hizo la pregunta de cuáles eran las Obras de Misericordia. Silencio absoluto fue la respuesta de los fieles. Silencio, hubo en mi corazón también, silencio que confieso, me pesó en el alma y me llenó de tristeza y de vergüenza por no conocerer la respuesta, por no tener ni siquiera el más leve recuerdo de mis estudios del catecismo del P. Ripalda cuando me peparaba para la Primera Comunión. Tal vez por no practicarlas, el tiempo se encargó de hacerme olvidar lo que seguramente en algún lejano ayer aprendí, pero ¿Cómo, me pregunto entonces, cómo puedo decir que soy devota de la Divina Misericordia, cuando ni siquiera puedo recordar lo más básico y elemental que es saber cuáles son las Obras de Misericordia? Y ya no digo saber lo que es la misericordia y más aún, profundizar en lo que es la Misericordia de Dios, que precisamente estábamos celebrando el día de ayer. Lo menos que podía hacer era investigar al respecto y después de haberlas recordado intentar ponerlas en práctica, antes de seguirme considerando devota del Señor de la Misericordia y de intentar informarme de cómo ser un Discípulo Misionero de la Misericordia de Dios.

Afortunadamente vivimos en tiempos de la Internet y como dicen los chicos de ahora, ahí encuentra uno lo que quiera. Encontré como respuesta:

Las Obras de Misericordia son 14: 7 Espirituales y 7 Corporales.

Las Obras de Misericordia Espirituales son: 1.- Enseñar al que no sabe. 2.- Dar buen consejo a quien lo necesita. 3.- Corregir al que se equivoca. 4.- Perdonar las injurias. 5.- Consolar al afligido. 6.- Tolerar los defectos del prójimo y, 7.- Orar por los vivos y los difuntos.

Las Obras de Misericordia Corporales son: 1.- Dar de comer al hambriento. 2.- Dar de beber al sediento. 3.- Vestir al desnudo. 4.- Visitar a los enfermos. 5.- Redimir al cautivo. 6.- Dar posada al peregrino y, 7.- Sepultar a los muertos.

Después de conocer la preciada respuesta y de haber aliviado un poco el peso de mi consciencia y mi corazón, pienso entonces que puedo iniciar mi proceso de transformación y crecimiento espiritual en la Misericordia del Señor, el día de hoy, con la primera Obra de Misericordia Espiritual, compartiendo mis conocimientos recién adquiridos sobre las Obras de Misericordia con todos aquellos que no lo sepan o quienes en algún momento lo supieron pero lo han olvidado. Me decido entonces a enviar por correo electrónico mi artículo esperando que mueva el corazón de todos quienes lo lean para iniciar cada uno su propio camino de crecimiento espiritual y sean también Misioneros de la Divina Misericordia del Señor. JESUS, YO CONFIO EN TI.

jueves, 18 de febrero de 2010

UN DIA EN EL SUPERMERCADO


Un jovenzuelo somnoliento y de cabello revuelto entra al supermercado con pesadumbre. A duras penas abre la puerta a la que maldice por no ser automática. Una vez abierto el espacio suficiente para dejar entrar su humanidad, suelta la puerta…en mis narices. Yo pienso que en Miami no hay caballeros, sólo caballos.

Un pequeño, colgado de una de las piernas de su madre, llora afligidamente mientras ella camina a duras penas al tiempo que empuja el carrito del supermercado. Ella le repite que no le comprara lo que pide y cada que lo hace, él llora con más hondo pesar, grita, carga un poco más su peso en la pierna de su madre y se deja arrastrar mientras hace el berrinche. Yo le sonrío a su madre, de manera cínica, como entendiendo su pesar, pero tan pronto como pasa le lanzo una mirada fulminante al niño para que se calle, que sus llantos me perturban. Él, después de mirarme, llora y grita más fuerte.

Quiero una galleta, me pide un niño no mayor de 5 años de edad. Yo me doblo para quedar a su altura y le repito sin que sus papas me vean: ¿Qué se dice? quiero una galleta y la palabra mágica POR FAVOR, le hago repetir haciendo hincapié en esta última palabra.

¡Dame!, me dice la señora cubana al tiempo que extiende la mano para que yo le sirva en ella. Yo sin mirarla siquiera, ni inmutarme por su falta de cortesía, le señalo con el dedo índice que puede servirse ella misma. Yo me olvido lo que significa servicio al cliente. Ella de las leyes de la cortesía y las buenas costumbres y come y come sin parar…y sin comprar. También me olvido de las leyes cristianas y espero que sea alérgica o que le haga mal, muy mal.

Un joven golpea con su carrito el tendón de Aquiles de un señor que va delante de él y se disculpa con sinceridad inmediatamente. El señor le grita molesto que disculparse no es suficiente, qué ponga atención para no volverlo a hacer. El muchacho sorprendido por la reacción del señor, le repite en vano que no fue su intención lastimarlo. Yo me sorprendo por la paciencia del joven y me pregunto por qué no mandó al viejo “andropausico” a chiflar a su madre. Yo en el fondo disfruto saber que le dolió el pie.

La adolescente que masca chicle como prostituta y habla por su celular en voz alta, como si nadie más estuviera ahí, le dice a su mama que está en la escuela terminando un proyecto. Le dice que ya no le vuelva a llamar porque la interrumpe. Cuando cuelga, le sonríe al muchacho mal vestido que carga una caja de cervezas y lo besa como si nadie más estuviera ahí.

El balsero que parece recién llegado a este país habla un español rústico, incomprensible. Lo hago repetirme tres veces lo que me dice, despacio. Después de descifrar, descubro que intenta coquetearme de manera burda y primitiva. Se levanta la camisa de manera poco disimulada para mostrarme su “six-pack”. Me pide que le consiga una novia como yo y le contesto que cuando la encuentre le mando señal de humo, que mientras vaya a aprender inglés o por lo menos, español. Con eso logro alejarlo y tan pronto lo hace mi compañero de trabajo y yo nos burlamos de él, de sus formas.

“Me cago en Dios” grita el español evidentemente enojado, sabrá el ofendido Dios por qué.

“Se me perdió mi mujer”, me dice el abuelito como si yo pudiera saber dónde está o la tuviera en mi bolsillo. Como a veces resulto amable, decido bromear con él: ¿Y busca a la misma, señor, o a una nueva? Él suelta sus risas y después, me guiña el ojo de manera seria y me dice q si no la encuentra vuelve por mí. Yo deseo que el hombre encuentre a su vieja y que, con ella o sin ella, se vaya al diablo de manera pronta. Decido no ser amable más y agradezco a Dios porque ya es hora de irme.

Alguien de la pescadería pone un letrero al estanque repleto de langostas vivas: “Take me home, I’m on sale” (Llévame a casa, estoy en oferta). Yo cierro los ojos cada que veo que sacan una para vender, le ponen una etiqueta con código de barras y la envuelven en plástico para poder transportarla con facilidad hasta la olla de agua hirviendo que será su patíbulo. Pregunto si les dan de comer y me dicen que no porque eso ensucia el agua; agua que mandan a limpiar una vez al mes ya que les cobran $150 (dólares) por tratarla para mantenerla a cierto pH para que las langostas no mueran. La última gota cae y el vaso se derrama cuando un cliente pregunta si llegara viva a la casa, ya que al morirse cambian de sabor. Me da asco el tipo, me pregunto si tiene alma, lo miro con repugnancia. Me armo de valor y cuando nadie me ve, le doy el pésame a las futuras occisas, les pido perdón por el pecado y empiezo a soltarles las malditas galletitas con mantequilla que debería darle al muchacho somnoliento, a los niños malcriados, a la cubana sin educación, al muchacho distraído, al viejo andropáusico, a la adolescente que masca chicle como prostituta y a su novio, al balsero, al español enojado y al viejito “ojo alegre”, pero que en realidad a ninguno de ellos deseo dar. Las hecho todas, que se den banquete las langostas. Yo espero salir libre de la fechoría porque nadie me ve. Nadie me ve excepto las cámaras que me graban en acción tirando galletas como una desquiciada. Alguien llama al jefe y minutos después el jefe me despide, que descontará el precio de las langostas de mi sueldo. Yo me siento una heroína libertadora y sonrío al pensar que mi cheque no dará para pagar todas las langostas.

En mi camino de salida un viejo gringo me pregunta dónde está el pan. No pasan ni 2 segundos y con poca paciencia me repite la pregunta lentamente con muecas exageradas y me pregunta de manera grosera, como regañándome, que si no hablo inglés. Como no llevo uniforme y oficialmente ya no trabajo ahí, me vengo (de vengarse), le respondo en inglés, y con mucha amabilidad, que no trabajo para la tienda, pero que el pan está en al otro extremo, en el pasillo trece y le indico para que lado seguir. Muero por ver su cara cuando descubra que la tienda solo tiene diez pasillos y mucho más cuando alguien más le diga que el pan está en la dos, un pasillo a lado donde él inicialmente se encontraba. Muero por ver su cara y gritarle “sucker”, pero no me quedo, así que sólo me la imagino. Me carcajeo, me apuro, me subo a mi carro y me voy.

Mi amiga educa a sus hijos con esmero para hacerlos en un futuro no muy lejano personas de bien, dignos ejemplos a seguir: no pegues, no insultes, baja la voz, no escuches conversaciones que no son tuyas, ayuda a tu hermanita, respeta, comparte, di por favor son algunas de las frases que escucho de su boca constantemente en su ardua y no remunerada labor de madre. A mí me basta un día en el supermercado para saber que todo lo que hace es en vano, que cuando uno está en la jungla, resulta mejor y más conveniente nadar con la corriente.

JKO