miércoles, 16 de noviembre de 2011

CORAZON DE POLLO

El aguacate esta de promoción. Esa es una razón suficiente y poderosa para que yo parase en el Subway que está camino a casa. Pedí un sandwichito de atún, con mucho aguacate. ¡Uno grande, por favor, one foot long!, le dije. Extrañamente ese día no tenía prisa alguna, por eso lo saboreé lentamente, mientras miraba sentada el tráfico amenazante que me esperaba al salir de ahí. Es tan fácil ser feliz cuando uno come: ¡Barriga llena, corazón super contento!



Alcancé a comer la mitad de aquel emparedado, lo que me obligo a permanecer más tiempo sentada de lo que había planeado. Había un misterio que yo no conocía, un misterio estaba a punto de develarse. Un hombre de mediana edad, de aspecto enfermizo y ojos desorbitados cruzo la puerta. Pregunto si alguien hablaba español, pero el dependiente de la tienda, de acento árabe, dijo que no. Yo, no dude en entrometerme, por lo que le ofrecí mi ayuda para que pudiera ordenar.



En dos minutos me contó su historia: que acababa de salir del hospital, que llevaba rato caminado, que tenía mucha hambre y sed y no tenía dinero para pagar. Toda la felicidad de mi corazón se vio ennegrecida y opacada cuando lo vi llorar. Brotaron lágrimas de sus ojos que lucieron aún más desorbitados que al principio. Me hablaba con desespero y angustia. Mi corazón se compungió, me sentía llorar junto con él: ¿Cómo podía yo estar tan feliz y tan llena, mientras alguien era tan miserable por tener el estómago vacío? Por momentos mientras me hablaba, sentí un ligero aliento alcohólico. Pero eso no me detuvo a ordenar otro sándwich grande para él. Me partió el alma verlo beber la soda con tanta rapidez. Presiento que aquél hombre mintió en parte de su historia, pero de una cosa pude estar segura: el pobre tenía hambre y estaba desesperado, su llanto le salió del alma. Y yo tengo el corazón de suficientemente de pollo, para que no me importe si su historia era inventada o no. 



Sentí que no sólo era hambre en el estomago lo que él tenía,  sino también hambre en el corazón. Recordé el versículo cuatro, del capítulo cuatro de Mateo: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". Por eso le conté un poquito de Dios cuando me preguntó porque hacía todo eso por él;  le pedí que nunca desconfiara de la providencia del Señor.  Deseó que sus hijas fueran como yo y el corazón se me hizo mierda un poco más. Sentí pena por él y por sus hijas. Nunca nadie debería de penar así, mucho menos sí se tiene hijos. Pensé en mis padres y pedí porque ellos nunca tuvieran que pasar por una situación así. No es tan difícil lo que Dios espera de nosotros, creo yo. El cuarto mandamiento es claro: “Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar” (Ex 20, 12). El hombre nunca debería abandonar a sus padres.



“Ser hombre, significa ser con los demás” y de acuerdo a Joseph Gevaert “en su significado más profundo y genuino, significa que el hombre no está nunca solo”. Es verdad que la definición del hombre debe basarse en cuanto a su relación con otros hombres, pero no en el sentido físico de estar acompañado o no, si no en cuanto a su capacidad de darse a los demás para dar y recibir amor. Dar amor nos dignifica como seres humanos y al mismo tiempo nos hace dignificar a los que nos rodean al recibir recíprocamente de ellos el amor que nosotros mismos les entregamos.



Aquél hombre zigzagueante siguió su camino con su sándwich en la mano. Yo seguí el mío, mientras lo veía hacerse chiquito por el espejo retrovisor. Yo sabía que tal vez al día siguiente él no se acordaría de mí, aun así yo esa noche recé por él. Lloré un poco su tristeza. Esperé que al menos se acordara del mensaje de Dios y se aferrara a Él. Al día siguiente me comí el sándwich con aguacate que me había sobrado el día anterior. Me supo mucho mejor.  Poco después decidí contar la historia que me hizo aceptar que soy una buena samaritana con corazón de pollo y confirmar la frase con la que firmo todos mis e-mails: La grandeza del alma radica en el amor que procuramos a las criaturas de Dios. Decidí contar la historia  de aquel hombre de ojos desorbitados y tristeza en el alma que me permitió entender lo que significa ser con los demás.

martes, 12 de julio de 2011

ALABANZAS AL SEÑOR

Breath es la nueva serie de Christ Fellowship. Yo me emociono, por eso comparto.

Presta un minuto atención a tu respirar. ¡Respira profundo! Llena tu cuerpo de oxigeno. ¡Exhala! Repite la operación.

Ahora piensa en un momento en tu alma. ¿El alma necesita respirar? ¿Cómo se le mantiene en buen estado? Las alabanzas a Dios oxigenan tu espíritu, como el aire a tu cuerpo. Respira profundo de nuevo e inhala las bendiciones que Dios tiene para ti. Exhala alabanzas en su nombre. Oxigena tu espíritu con su amor y demuestra todo este amor de regreso. Las alabanzas son una expresión de amor hacia Dios, es como lanzarle besos. No dejes que tu alma se llene de apatía.

¿Tienes dos minutos más para cantar conmigo? Cántale y contagia a alguien más.

http://www.youtube.com/watch?v=rGgX_oqdib4



PD: Déjalo entrar en tu corazón, Él es pequeño como brisa suave, sencillo como una sonrisa, niña...

lunes, 13 de junio de 2011

LA OCIOSIDAD ES LA MADRE DE TODOS LOS VICIOS…



¿Cómo no se me ocurrió eso a mí? Creo que a todos, alguna vez nos ha pasado ese pensamiento por la mente, mientras odiamos al maldito o maldita que se le ocurrió fascinante idea antes que a nosotros. Suele pasar. Es indiscutible, que hay gente con una tendencia mayor que otros a generar ideas brillantes. Pero ¿A qué se debe esto?

Hablemos un poco acerca de la creatividad. Ser creativo significa ser original, hacer las cosas de manera diferente, novedosa, única y yo diría que hasta cierto punto, un poco atrevida. Creatividad es la capacidad de dar origen a cosas nuevas y valiosas y la capacidad de encontrar nuevos y mejores modos de hacer las cosas, de acuerdo a la definición de Mauro Rodríguez Estrada.

Cierto es que la creatividad no debe ser exclusiva de artistas o inventores; por el contrario, aprendiendo a ser creativos podemos resolver, no sólo los grandes problemas y enigmas de nuestras vidas, sino también los pequeños (pero que a veces dan tantos dolores de cabeza como los grandes) problemas del día a día.

Mucha gente piensa que la creatividad es algo innato o heredado que algunas personas traen consigo al nacer y otras no; que es cuestión de suerte tenerla; que sólo se tiene cuando las musas y las hadas de la inspiración te visitan.

Mi maestro preferido de la universidad, el maestro de creatividad Germán León Lara no se cansaba de repetirnos las palabras sabias de Tomás Alba Edison: “El genio es un uno por ciento de inspiración y un noventa y nueve por ciento de sudor”. Es verdad que no hay hadas, ni musas (más que en los cuentos de fantasías) que traigan la respuesta perfecta o la fórmula mágica solucionadora de problemas. Tampoco es cuestión de suerte o echarse un volado la respuesta para ser creativos. Es cuestión de sudor, de trabajo duro y constante.

Pero es necesario mencionar otro factor en la fórmula: el refuerzo a la creatividad. Haciendo un análisis de la creatividad en términos de aprendizaje operante, resulta más sencillo entender la relación que hay entre el refuerzo y el aumento de la creatividad. El trabajo duro, per se, no va a crear soluciones creativas. La creatividad, como cualquier otro comportamiento que se desea que ocurra y repita, necesita reforzarse. Si lo que se quiere es aumentar la creatividad en la gente, es importante que lo que se refuerce sean los comportamientos creativos y no en sí la mera realización del trabajo o actividad. Es necesario crear una contingencia o dependencia entre las recompensas y el comportamiento creativo; entendiéndose que no hay “premio o alabanza”, si los resultados, tareas, comportamientos, etc. resultan ser convencionales, poco innovadores, faltos de ingenio, etc.

El pensamiento divergente, suave, lateral no es difícil de alcanzar; pero hay que procurarlo, hasta llegar al punto de hacerlo vicio. La creatividad puede ser un vicio, cuando la usamos frecuentemente y en exceso, sobre todo, si ofrece recompensas positivas. No hay nada de malo en volverse un vicioso, si entendemos que vicio, de acuerdo a la RAE, es todo gusto especial o demasiado apetito de algo, que incita a usarlo frecuentemente y con exceso. La ociosidad es la madre de todos los vicios, dice el dicho popular. Pero siendo un poquito viciosos y divergentes en pensamiento, podríamos decir que la ociosidad es la madre de todos los vicios, incluida la creatividad. Aplicando las técnicas de reforzamiento recién adquiridas (Nunca pensé que yo diría esto) me atrevo a decir: ¡Viva los vicios y los viciosos! y corrigiéndome un poquito para que esto no suene tan mal, ¡Viva la creatividad y los viciosos creativos!

miércoles, 25 de mayo de 2011

VIRGEN MORENA



Ella es pequeña y delicada de porte. Con algunos rasgos indios: Su cabellera es tan oscura como su piel morena, aunque su semblante luce dulce, fresco, suave. Su cabello está lleno de estrellas y constelaciones, brilla tanto que su resplandor se refleja en su manto de cielo. Un color de cielo nunca antes visto; un poco azul, un poco verde, un poco aguamarina. Su túnica color de tierra cela un precioso secreto que para las reglas sociales de la época sólo puede revelarse con la cinta morada oscura amarrada al vientre: está embarazada, “en cinta”. Ella es la luna y el fruto de su vientre, es el sol que destella rayos luminosos para ella, formando un halo a su alrededor.

Se llama Coatlaxopeuh (se pronuncia Quatlasupe). En español significa: “la que aplasta la serpiente” (Coa significando serpiente, tla el artículo "la", mientras xopeuh significa aplastar). De nombre náhuatl como su lengua, como su piel. Aunque su nombre más conocido en la actualidad, se debe precisamente a los frailes españoles de la época prehispánica, quienes a sus oídos escucharon en el vocablo Náhuatl Coatlaxopeuh (Quatlasupe), el nombre de la virgen española de Extremadura: Guadalupe.

Esta es su historia: Ella se le aparece a Juan Diego varias veces y le habla en Náhuatl con palabras amables y bondadosas.

1) Desea un templo en ese cerro por lo que lo manda con el obispo de México: "Juanito, el más pequeño de mis hijos, ¿a dónde vas?... sabe y ten entendido, tú el más pequeño de mis hijos, que yo soy la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive; del Creador cabe quien está todo; Señor del cielo y de la tierra. Deseo vivamente que se me erija aquí un templo, para en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa pues yo soy vuestra piadosa madre.”

2) El obispo no le cree a Juanito. Él siente que es demasiado poco para ser escuchado (“Yo soy un hombrecillo, soy un cordel, soy una escalerilla de tablas, soy cola, soy hoja, soy gente menuda”). La virgen se le aparece de nuevo.

"Oye, hijo mío el más pequeño, ten entendido que son muchos mis servidores y mensajeros, a quienes puedo encargar que lleven mi mensaje y hagan mi voluntad; pero es de todo punto preciso que tú mismo solicites y ayudes y que con tu mediación se cumpla mi voluntad. Mucho te ruego, hijo mío el más pequeño, y con rigor te mando, que otra vez vayas mañana a ver al obispo. Dale parte en mi nombre y hazle saber por enero mi voluntad, que tiene que poner por obra el templo que le pido."
3) Por segunda vez, el Obispo no le cree a Juan y le pide una señal. Juan Diego se entera que su tío Bernardino está muy grave y le pide le lleve un sacerdote para confesarse. Al día siguiente, Juan Diego toma otro camino para que no lo detuviera la virgen. Pero ella, se le aparece en el camino.

“Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige, no se turbe tu corazón, no temas esa enfermedad, ni otra alguna enfermedad y angustia. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿Qué más has menester? No te apene ni te inquiete otra cosa; no te aflija la enfermedad de tu tío, que no morirá ahora de ella: está seguro que ya sanó... Sube, hijo mío el más pequeño, a la cumbre del cerrillo, allí donde me viste y te di órdenes, hallarás que hay diferentes flores; córtalas, júntalas, recógelas; en seguida baja y tráelas a mi presencia.”
“Hijo mío el más pequeño, esta diversidad de rosas es la prueba y señal que llevarás al obispo.”

El resto de la historia es bien conocida; al desenvolver Juan Diego su manta, se esparcieron por el suelo todas las diferentes rosas de Castilla y apareció dibujada en la manta la imagen de la Virgen de Guadalupe como la conocemos en la actualidad.

En algún momento de mi vida, la historia fue contada de manera diferente. En un salón de clases de psicología del mexicano, se nos hizo creer a muchos que la virgen de Guadalupe era un ejemplo de antropomorfismo y un buen invento para ayudar a los misioneros españoles en la evangelización del nuevo continente.

Quizá es un poco tarde y quizá el medio el incorrecto para externarle a la maestra Paty Ancona algunos de mis pensamientos contradictorios acerca de sus enseñanzas. Quizá, a este punto, ni siquiera le interese saber lo que una de sus ex-alumnas piensa. Aún así, creo después de todo, que no estoy tan tarde para defender los dogmas de mi fe.

En principio, entendiendo que una enseñanza laica, como la de las escuelas públicas (incluida la de la Facultad De Contaduría y Administración de la UADY), debe no sólo mantener una independencia con respecto a cualquier creencia o práctica religiosas, lo que incluye opiniones a favor o en contra de ciertos íconos e ideas religiosos, sino que además debe procurar y mantener un respeto para dichas creencias y prácticas religiosas. La laicidad de la educación no debe crear hostilidad o indiferencia contra ninguna religión o iglesia.

En segundo, aunque creo que la mayoría de las ideas pueden ser evaluadas bajo las reglas de la lógica, evidencia y el método científico, también creo, que muy pocas son aquellas ideas que no necesitan una prueba empírica tales como son las creencias religiosas y los valores personales que, se sostienen en la fe.

Basada en mis ideas refutables por el método científico, creo en Dios. Creo que Él nos habla de distintas maneras, en distintas formas, lenguas y en distintos tiempos y lugares para que le entendamos. Que sus maneras de manifestarse son incontables. Creo que Dios no tiene color de piel, ni lengua oficial alguna más que la lengua del amor. También creo que a Dios no le interesa ser aprobado en una hipótesis, ni convertirse en teoría porque hace falta no inteligencia sino, mucha humildad en el corazón para escucharle y entenderle cuando nos habla. Creo que nunca es tarde para encontrar a Dios. Creo también, en la Virgen María de Guadalupe. Que el mensaje que nos trae, viene de parte de Dios. Creo que como cualquier madre, ella intercede, ayuda y defiende a cualquiera de sus hijos. También creo que la primavera es un buen pretexto para creer en ella y así, celebrarla junto a sus rosas de Castilla que hizo aparecer en el cerro de Tepeyac.

AMEN.

jueves, 14 de abril de 2011

DEL AMOR Y SUS FACETAS

“El amor es un arte que nunca se aprende y siempre se sabe” Benito Pérez Galdós

Nunca ha sido fácil hablar del amor. Hacerlo implicaría entenderlo, por lo menos un poco. Yo no lo entiendo nada, pero me lo imagino como un poliedro; sí de esas figuritas geométricas que tienen muchas caras. Así es el amor, con muchas facetas.

Quizá todos debiéramos saber que el amor es un niño caprichoso y desnudo que corre armado y apunta aquí y apunta allá y dispara al azar. Que venda tus ojos y te gira mil veces y te marea porque siente ganas de jugar a ponerle la cola al burro.

A veces, el amor es un monstruillo que atrapa con sus garras tentadoras y una vez que te tiene, no libera. Hace la finta una y otra vez porque le entretiene, pero no quiere dejarte ir. Nunca lo hará. Es en ocasiones, un joven lanza piedritas de la ventana sin balcón. Quiere entrar y cuando lo hace, canta una canción romántica al oído y te hace bailar y así, caer y caer en sus redes llenas de deseos seductores y ganas impropias de hacer el amor.

El amor es un loco que ríe a carcajadas, que brinca y baila y contagia y te hace creer que no hay, ni habrá espacio nunca para la tristeza: ¡qué se vaya al diablo!, te dice en secreto y toma tu mano y te hace reír y creer que todo es verdad; que la felicidad es para siempre y que eres tú el personaje protagónico del cuento que no es de hadas.

Es acaso, un ladrón que al pasar junto a ti, roba tu alma y juega con ella, la tira al aire repetidas veces, la vuela como papalote, la enamora y le hace caricias suaves, la besa hasta el cansancio. Luego, la guarda en su bolsillo para mantenerla a salvo. ¡Devuélveme mi alma, por favor! Yo le grito, pero se niega rotundamente.

Me sonríe. Le parece divertido tenerme así: en ascuas, desalmada, sin aliento. El amor te roba el aliento y si puede, mil suspiros. Nunca pregunta, ni pide permiso, es maleducado.

Es un brujo, un hechicero que hace conjuros y embelesos y un poco de brujería cuando es necesario. Los amarres son sus preferidos y cuando los hace, te deja sin voluntad alguna, más que para amalo; hace que sólo tengas ojos para él. En uno de sus embelesos te obliga a cambiarle revuelcos por tickets al cielo. ¡Garantizado o le devolveremos el revuelco!, se ufana el desgraciado.

El amor es también un mal que da mucha calentura y ganas de quedarse en cama. De nada han servido los trapitos húmedos, ni las aspirinas. Es como un cáncer en el alma: crece de manera exponencial y sin control. ¿Cómo se cura uno de estar enamorado? No se cura, tampoco mata, dice el especialista. El amor es un mal, es un mal necesario.

Así es el amor: un niño juguetón, un monstruo que atrapa, un joven seductor, un loco sin razón, un ladrón de almas, un brujo hechicero, un mal deseable e incurable. De múltiples facetas, difícil de entender. Pero a veces es mejor así…

domingo, 23 de enero de 2011

LOS TRES HOMBRES SABIOS: LOS REYES MAGOS



Este año traicioné a Santa. No hubo carta para el botijón, ni si quiera pasa saludarlo. Aunque dejé por si acaso un par de galletas simplonas; sin azúcar, ni chispas de chocolate, y un vaso de leche de soya sabor vainilla. Me tomé esa libertad porque me preocupa su sobrepeso y sobre todo, aquí entre nos, porque no quería a nadie pedorreandose en mi casa. A los renos les dejé un poco de hierba de gato seca, esperando que pierdan cordura y sean felices como los son mis mininos cuando les doy.

El día de la víspera de navidad, manejando de regreso del trabajo, una luz brillante apareció en el cielo; parecía una estrella fugaz, sólo que se movía lentamente. Me pregunté si pudiera haber sido un helicóptero policiaco buscando a un niño perdido, pero entonces, me di cuenta que Él no estaba perdido, sólo no había nacido. Esperábamos por Él. Pensé que en vez de reyes magos, agentes del FBI lo buscarían. Yo no seguí esa luz de mi camino, nunca he sido sabia y mucho menos, atenta de las señales

En la bolsa de mi última compra navideña, en su empaque original y a mitad de precio, un pequeño de ojos hermosos llenos de esperanza y amor, aguardaba su momento de brillar. Fue bienvenido a mi hogar con la mayor alegría. La almohada (incluida) de tela fina y detalles dorados no lograba representar la verdadera realidad de un nacimiento que fue en extrema pobreza y humildad, en un pesebre sobre una cama de paja improvisada. Empero, representaba grandeza, era la almohada digna de un rey: el rey de los judíos, el hijo de Dios, por eso se la dejé.

Alguien me dijo que los reyes magos llegan en enero a conocer al niño Jesús. Que también vienen a traer regalos. Yo planeo la mejor forma de congraciarme con ellos. Melchor, Gaspar y Baltasar. Tres son multitud, pero bienvenidos a mi hogar. ¿Me pregunto si traerán más regalos que Santa? ¿Si les gustarán las galletitas con chispas de chocolate? ¿Qué comerán sus camellos?

El chocolate caliente hace espuma y se reboza de la lechera de estaño. Una rosca de reyes espera en la mesa de la cocina. Quien saque muñequito (niño Dios) será su padrino para presentarlo a la iglesia el día de la candelaria (2 de febrero), luego dará los tamales. Deseo que sean estilo México; también, no ser yo la que tenga que pagar por ellos. De ser necesario me comeré el muñequito.

Mientras doy grandes bocados de pan, recojo poco a poco los adornos navideños con forma de santa, renos, muñecos de nieve. Cuando recojo el nacimiento, miro a la sagrada familia y luego con detenimiento, a los reyes magos. Bebo un poco más de chocolate y brindo por esos hombres que en realidad no fueron ni reyes, ni magos, si no más bien sacerdotes de la casta medo-persa. Brindo por ellos porque fueron, por sobre todo, hombres sabios (three wise man) capaces de reconocer que en una tierra lejana, en condiciones económicas muy distintas a las de ellos y en una religión diferente a la suya, el mesías había por fin llegado y supieron aceptar sin dudas, ni escepticismos a Jesucristo como el hijo Dios.

APARTADO DE LA AZAÑA PARA CONSEGUIR ROSCA DE REYES

El año comienza con un par de libras de más por los excesos navideños. Un par de libras que ignoro porque espero pronto regresar a mi rutina de correr. También porque la rosca de reyes traída de Homestead (una ciudad cerca de Miami, donde se presume viven muchos Mexicanos) me invita a saborear sin penas aquel tesoro que con tanto trabajo y penas conseguí. Con cada milla que recorría al sur, el sol se escondía más en el horizonte. El barrio no era el más fino. No hubiera llegado nunca sin el GPS. Yo, como algunas otras veces, imprudente, ignorante, atrevida.

La panadería era un lugar pequeño y no muy iluminado, pero estaba llena de panes diferentes y roscas de varios tamaños que me emocionaban. Olía a México. Por eso tome mi bandeja y la llene de panes (conchitas, orejas, polvorones) que me recordaron a los de “La Perlita”. La panadería estaba llena de mexicanitos: tuve que hacer cola para pagar. Cuando llegó mi turno, el muchacho que atendía se sorprendió al ver el tumulto de mi bandeja, pero respondió amablemente a mi sonrisa dándome la rosca más grande que había. ¡Dos!, señalé con mis deditos, pero él ya no parecía sorprendido. Mucho menos después de mirar de soslayo mi panza prominente.

Al salir, también me sentí como en México. Caminaba hacia mi carro como un pavo de doble pechuga, y no era precisamente mi sostén nuevo de Victoria’s Secrete que a duras penas alcanza una talla “B” lo que me hacía sentirme así. Eran las dos cajas y la bolsa llena de carbohidratos y azúcar que mis cortos brazos apenas podían cargar y me hacían sentir, no sólo que si no me apuraba a llegar al carro algo caería al suelo, sino también, orgullosa de mi compra y especialmente, de mi misma por haber llegado hasta ese lujar lejano sin ninguna compañía. Fue cerca del carro cuando pasó lo inesperado: El “naquete” de la camioneta me echó un silbido y su compañero “sombrerudo”, un par de besitos. No me atreví a mentarles la madre: me sentí en terrenos peligrosos, pero les hice mueca de asco y me metí rápidamente a mi carro, lanzando las roscas y el pan en el asiento del copiloto y deseando que prendiera mi cacharro a la primera, por si tenía que salir huyendo como alma que lleva el diablo. Puse los seguros al instante. Debí pasarle mi adrenalina porque encendió sin contratiempos. Al prender las luces, vislumbre a un par de hombres que caminaban erráticamente hacia mí. Coño, deseé no haber ido sola a ese lugar. Casi me los llevo al retroceder. Uno de ellos en un inglés mal hablado se disculpó por haberse atravesado así. Yo ignoré sus disculpas. Juré no volver más a ese lugar feo y lleno de…Paisanos. Me fui de ahí con un acelerón que me hizo pensar que si algún borracho más se me cruzaba, no sería tan prudente de frenar. Total, la prudencia nunca ha sido mi mejor aliada y yo sentía que debía huir, correr, no mirar atrás; me sentía como un animal salvaje que acababa de liberarse, por algún hecho favorable del destino, de su presa cazadora.

En el camino de regreso comí un pan y luego, otro. Luego robé parte de los adornos de la rosca de reyes sin importar las represalias futuras. El pan todavía calientito, me supo a gloria y el olor que emanó en mi carro me hizo olvidar lo sucedido. Pensé: tal vez vuelva pronto a ese lugar después de todo.