miércoles, 12 de mayo de 2010

¡BÉCQUER DIJO QUE SÍ!


¡Habrá poesía!, murmura en mis oídos Gustavo Adolfo Bécquer en el sosiego de la siesta vespertina, ¡Si la habrá!, se repite para sí mismo. Concerto número uno en Mi mayor: La primavera, anuncia Vivaldi al tiempo que comienza a tocar el violín de manera vigorosa. Restándole importancia a la música, Bécquer insiste en voz baja: ¡Habrá poesía!, al tiempo que hace cosquillas en mi nariz con su pluma antigua de escribir y extiende en la cama una hoja de pergamino. ¡Achú!, ¡Achú! ¡Achú! Concerto número cinque: Alergia en Fa mayor; los estornudos se unen a la música de Vivaldi. ¡Achú!, una vez más. En medio de la somnolencia mi amiga de la secundaria me recuerda: “Dicen que si estornudas siete veces seguidas es como tener un orgasmo”. Le sonrío plácidamente a Gustavo y grito viendo al otro personaje: ¡Música, maestro!, deseando que la primavera de Vivaldi me dé más alergias que la de mi mundo real. Pero en vez de estornudar tanto, el vaivén de la hermosa música provoca efectos adversos en mí: Somnolencia total, caigo de nuevo y sin resistencia en los brazos de Morfeo. Le pido que me deje dormir en las nubes de algodón o por lo menos, comerlas. Pienso: si fuera musa de William Cotton me comería sus escenarios. Antes de que Vivaldi termine de tocar su última estación, una voz familiar me arranca con dulzura de Morfeo y pregunta si terminaré mi escrito. Yo dejo de comerme la sábana y con la cabeza le digo que sí. Por alguna extraña razón, duda si habrá poesía y me cuestiona al respecto. El susurro se escucha aún con mayor entusiasmo: ¡habrá poesía y esta noche! Yo sin pensarlo mucho respondo: Bécquer dijo que sí.