martes, 15 de abril de 2014

El lago de Dios



 
El lago de Dios me inspira cuando lo camino cada mañana. En sus alrededores se conjugan dulces melodías, mezclas de la tecnología móvil con la naturaleza, olores frescos de la grama humedecida con aroma a primavera, se conjugan risas, llantos, voluntad y esperanza de la gente que como yo lo visita a diario. Lleva un nombre que yo misma le inventé para poder llamarlo de alguna manera.

Cuando camino a la orilla de sus aguas plácidas, lo miro sin mucho detenimiento, a pesar de ser prueba irrefutable de la presencia de Dios. Es simple para ser un lago y sin embargo, no hace falta contemplarlo largas horas para entender de donde proviene su belleza, ni cómo le transmite a mi alma esa paz inexplicable, especialmente cuando mamá pata nada en él con sus pequeñas crías,  o cuando el silencio de la mañana invade sus aguas con roció y los rayos tenues del sol se reflejan en sus aguas con timidez.

El lago de Dios es tibio y callado como mi alma que en sus mejores momentos agradece el lago, las flores, las nubes y la vida misma y en sus días de ingratitud, sólo agradece el lago por la calma que le comunica.  A mi paso, las flores de sus orillas exhalan a todo pulmón sus perfumes para mi deleite y mis alergias y entonces, confirmo el presentimiento más grande que mi alma pueda tener: Que la presencia de Dios está aquí y siempre lo estará. Mientras camino, pienso que este paisaje debe estar lleno de historias y que este lago las atesora como fiel guardián en su memoria; pienso que en este lago no hay oración, llanto o alegría que no alcance al cielo. Pienso que sin duda alguna, no hay cabida para la simpleza cuando un lago es de Dios.

En la presencia de mi respirar profundo y de ésta tranquilidad que mi alma cristiana añora, la palabra Namasté invade mi pensamiento y mi espíritu y  entonces, deseo  de todo corazón que lo divino en mí, sea capaz de honrar lo divino de cada una de las almas que atraviesan mi camino. Deseo inhalar calma y exhalar paz, deseo respirar a Dios y darle la bienvenida. Estando en el lago de Dios, pienso que todo es posible.