lunes, 2 de junio de 2008

MI TIERRA, SU COMIDA Y SU CALOR



Mi país natal, bizarra sensación volver a él después de estar más de un año fuera. Un tiempo que, hay que mencionar, se me hizo eterno.

En el vuelo de ida me propuse firmemente, en primera instancia y a como diera lugar, hacer llegar a mi poder (y a mi boca) unos sabrosos tacos. Pero no cualquier tipo de tacos, tenían que ser al pastor, de esos que tanto me gustan. Así me lo propuse y así fue. Mis hermanos no tuvieron objeción en consentir a la recién llegada. Ni la hora (casi media noche), ni el lugar (Cancún) y, cabe mencionar, ni el precio, fueron propicios para el amor (amor que puede llegar a nacer entre mi persona y un buen plato de comida). Tampoco el sabor. No, no estuvieron tan buenos como mi mente retorcida lo imaginó todo el camino, aún así, a mí me supieron a gloria. Al punto, que me permití la grosería de chuparme los dedos a media cena.

¿Y cómo no habrían de saberme a gloria, si después de la exhaustiva búsqueda durante la misión secreta “Buscando tacos decentes en los Yunaites”, no sólo me tope con los peores malhechores, tacos desabridos, imitaciones “chafas” nada baratas, sino que además, como símbolo de desesperación y falta de cordura y sensatez, me permití coronar con laureles y ramo de rosas en el primer lugar del pódium, a la franquicia “Taco bell” y lo hice merecedor del premio “El mejor taco”?

¡Ah! ¡La madre! ¡Qué calor!, exclamo en mi primer día de vuelta a mi hermosa ciudad Yucateca, la "Blanca Mérida", exactamente a las dos de la tarde, mientras me derrito y siento que me cuezo por dentro, sin alivio alguno, a pesar de la botella de litro de agua bien fría que llevo junto a mí. Por momentos el calor me hace desvariar y en mi delirio, me pregunto si habré muerto. Me imagino con un trajecito rojo, no con el de caperucita roja que alguna vez mi mamá me hizo de pequeña, sino más bien con uno bien pegadito que me hace ver sexy junto con mi trinchante, mis cuernitos y mi larga cola. Pero luego, es tanto el calor, que mi cuerpo con todo y mi traje lindo empiezan a arder en llamas hasta el punto de achicharrarse. Mis pecados no logran ser perdonados aún, cuando el sonido de un claxon me saca del transe. Ah sí, estoy en mi hermosa ciudad “panuchera”, me doy cuenta, no en el infierno. ¡Maldito calor de abril! Si acaso existiera el infierno, segura estoy que tendría una temperatura promedio a la de Yucatán. Por eso, me doy el lujo de portarme mal, total que ya estoy acostumbrada a las temperaturas infernales.

Definitivamente no extrañé el calor en lo más mínimo. Pero cuánto extrañé el sabor de un sabroso platillo yucateco. Panuchos coloridos y bien servidos y salbutes de carne molida del mercado de Santiago del puesto de Don Marquitos; esos vaporcitos de Montejo hechos por Oscar y su familia bañados en salsa de tomate recién preparada; exquisitos tacos de relleno blanco cortesía de Doña Elda, la abuelita de poncho; huevos motuleños remojados en salsa de tomate y frijol, salpicados de jamón, queso y chícharos, del restaurante de Don Manuel, en Motul; ese tamal colado y esos panuchos del pueblo de paso, donde paramos a cenar (por cierto, los más baratos que me encontré); ese pip de Oxcutzcab, hecho a la leña y fuera de temporada, que Miguel y su esposa Ana María, tan amablemente, mandaron a hacer especialmente para mí (¡Gracias chicos!), sopa de lima humeante y queso relleno de carne molida preparado a la perfección, sabrá Dios por qué ángeles, que se sirvió en la fiesta de clausura de la Cámara de Comercio; brazo de reina con pepita y hoja de chaya, longaniza con cebolla roja, naranja agria y unas tortillas recién salidas del molino, polcanes, tacos de relleno negro, tortas de carne asada, empanizado y cochinita pibil. Bueno, ¡Tendrían que haber estado ahí conmigo, para que supieran de lo que les hablo! ¡Ah, manjar de Dioses! Si acaso existiera el cielo, segura estoy que tendrían comida como la de Yucatán. Por eso, trato de portarme bien, a pesar del calor.

¡ABRE LA LATA Y DEJANOS BAJAR!, grita mi hermanita con un dejo de histeria, en la parte trasera del “volcho” de mi hermano. Fue una manera sutil, pero vil de castigar al gemelo por no tener aire acondicionado en su carro y habernos obligado a subir en él con esas temperaturas. “¡La lala laaaata, la lala laaata!” canto yo a manera de burla después de su exclamación. Ella y yo nos soltamos a carcajadas, sobre todo después de ver la cara de indignación que nos puso el gemelo por haber insultado a su carrito así. ¡Bonita época en la que elegí para ir: en la del calor más intenso! Claro que la bebida de chaya con limón, ese día de tanto calor, nos supo más sabrosa.

Una parte de México se vino conmigo a mi regreso. No en mi alma, sino en mis maletas, de contrabando. Salsas picantes, botana y dulces enchilados, cacahuates enchilados y los nipón (¡No, no hay aquí!), panecitos y galletas Bimbo y Marinela, quesos, tostadas, dulces típicos mexicanos, concentrados para preparar horchata, jamaica y tamarindo, bebidas embriagantes (Bienvenidos a mi casa Licor de Nance y X’tabentun)…y claro, tortillas congeladas para preparar panuchitos (el mayor de mis orgullos que sobrevivió a la aduana y a la “migra” americana). Un pedazo de rosca “Brioch” también se coló en mi bolsa de mano sin problemas.

¡Viva el aire acondicionado y la comida chatarra que traje de Mérida! Ojalá nunca se acabara, pienso alegre e ilusamente, mientras a bocanadas de jugo de tamarindo trato de quitarme la quemazón de la boca por comer tanta botana enchilada. Con cada palanqueta me como a México, con cada charrito a Yucatán. ¡Qué recuerdos tan gratos vienen a mí, mientras embuto mi boca de cosas sabrosas! Mi panza está un poquito más prominente de lo normal y me arde levemente, pero no me importa. La época de las vacas flacas, de la rana (Ranitidina) y de la añoranza llegarán. Mientras tanto, no me queda otra opción dada mi felicidad del momento que gritar: ¡Viva mi tierra y su comida sabrosa, manjar de Dioses, pecadores y gordos!

JKO

5 comentarios:

Ernesto G. dijo...

Hola, Johanna, es Ernesto, tefelicito por tu blog y te invito a que visites el mio. Saludos.

william Rios dijo...

QUE LINDO MEXICO QUE LINDO CANCUN ALLA FUI...Y ME TIRE EN UN CENOTE

Unknown dijo...

Hola Yoita!! nuevamente es un placer leerte, en tu descripción de los manjares yucatecos despertaste no sólo gratos recuerdos que tengo de la bella ciudad blanca, también la nostalgia y añoranza de estar nuevamente en ese bendito estado, degustando mi platillo favorito: los papadzules, recibe un cordial saludo desde Puerto Morelos Q. R.
José Manuel Castelán

JOHANNA dijo...

Buena apreciacion la tuya querido Willi: Q lindo es MExico =P

Gracias por comentarme....

JOHANNA dijo...

Querido Jose Manuel:
Yo solo de pensar en responderte ya se me antojaron unos tamalitos jejeje.
Que bueno q mis escritos te triagan esa anoranza tan maravillosa de mi pueblo querido.
Muchas gracias por tu comentario
=)