jueves, 9 de abril de 2009

Crónicas de un encuentro inesperado con aquel de los ojos profundos

Me miró fijamente. Yo lo mire también, pero su mirada me provocó una sensación extraña, por eso permanecí mirándolo con descaro. No, no fue descaro. Más bien, debo de admitir llena de vergüenza que fue ansiedad, de esa que te hela y te deja estático. Tal vez añadiría que con un poco de miedo y curiosidad, esas que se sienten “la primera vez”. Yo no parpadeé, me olvidé por completo. Estaba atónita, con los ojos fijos en su mirar, en su cara, en todo su cuerpo. Nunca había sentido eso por alguien de su clase. Empecé a sentir mi corazón agitado, palpitando como si quisiera salirse de mi cuerpo; mi respiración entrecortada, jadeante, como que el aire en cualquier momento se fuera a acabar. Mis manos frías, inmóviles. ¡Fue la impresión! Estuve a punto de entrar en un ataque de pánico cuando el pestañudo que dice ser mi esposo me descubrió. Pero yo no le puse mucha atención, debo admitir. Era verdaderamente grande, no podía ponerle atención a nadie más.

¡Sácalo!, le grite con emoción. No, no fue emoción. Viéndolo bien, era desesperación. Desesperación de poder ver claramente esas largas prolongaciones de su cuerpo, sobresaliendo por doquier. Digno representante de su especie, debo admitir. No dejé de sentir su mirada oscura y profunda fijamente en mí por ningún momento. ¿O era que sólo yo lo miraba a él? El dudo: Sacarlo o no fue un dilema que más tarde terminó por convertirse en burla. Yo ya no aguantaba, por eso decidida como estaba, intente sacarlo con mis propias manos santas, pero todo fue en vano. Tuve que soltarlo de inmediato. Me dio asco sentir esa cosa tan larga en mis dedos. Consideré mi integridad física amenazada y se lo externe abiertamente. Yo nunca bromearía con cosas así. EL pestañudo no supo qué hacer; moría de la risa el muy canalla (por no decir el muy cabrón). Se desternillaba a gusto, se burlaba de mí plácidamente. Yo no reí, permanecí seria. Un menester, como ese tan básico, pero tan importante no podía ser tomado a la ligereza y mucho menos ser blanco de bromas y de carcajeo.

¡Sácalo tú!, insistí, ¡yo no puedo! Esto está fuera de mí, pensé sin decir nada más. El resolvió llamar a la mesera sin parar de reír, pero accediendo a mis demandas. ¡Dile que lo saquen! Le repetí por si, en su fiesta no había entendido las instrucciones. Pero tan pronto como ella se acerco, el traicionero, muerto de la risa como estaba, me dijo con muy poca seriedad: dile tú, a mí me da pena tu ridiculez. Poco importa la vergüenza ante casos de vida o muerte ¿No? Este claramente era uno de esos casos, por eso me arme de valor y bajando un poco la voz para que el resto de los comensales no se entere le dije: Me siento amenazada por el platillo que me acabas de traer ¿Podrías sacar ese camarón tan feo y grande de mi sopa?, le dije señalando con el dedo índice los ojos profundamente negros y fulminantes del animalejo aquel y luego, sus patas picudas y largas, tan largas como sus antenas mismas. Trate de evitarlo, pero creo que puse cara de asco una vez más. Desee nunca haber tenido que verlo así, con esa entereza que poco caracteriza a los camarones más pequeños que toda mi vida he comido.

Pedí que lo tiren a la basura, pero el pestañudo se negó. En vez de eso pidió que lo pongan en un plato extra y solicitó una herramienta (me pareció del tipo que usan los plomeros) para acabar con él. No pude mirarlo mientras acometía tan despiadada labor. Tampoco pude dar bocado de aquel “Chupe” de camarones peruano, por eso volví a casa vencida con mi sopa intacta que hasta el día de hoy sigue en el refrigerador. ¡Maldito camarón gigante de mirada profunda!, me repetí mil veces mientras sacaba del microondas mi sopa instantánea y hacia una búsqueda exhaustiva del par de camarones minúsculos que suelen traer para tirarlos a la basura, sólo “por si las moscas cochinas” estos resultaran tan observadores y de mirada profunda como la del grandulón aquel.
JKO
He aquí una muestra del espécimen. ¿Verdad que no estoy quedando loca, ni paranoica?

No hay comentarios.: