lunes, 28 de enero de 2008

EL PEDACITO DE CIELO

Yo, definitivamente, creo en el libre albedrío del ser humano. Dios es un buen tipo, pero creo que esta demasiado ocupado como para estarse preocupando por hacer un plan de vida de cada una de las criaturas de su universo, o peor aun, estar detrás de cada uno de ellos viendo que se cumpla dicho plan. Creo fielmente en el libre albedrío y con ello, en la determinación del ser humano para alcanzar los objetivos que se propone.

Aun así, cuando uno hace todo lo que esta en sus manos y lo planeado resulta fuera del plan, entonces pienso que la divina providencia esta metiendo mano por algún motivo en especial: dicho sea, por evitar un mal mayor o por simple distracción, como yo creo que es mi caso.

Yo creo que Dios es un niño travieso que se divierte jugando con lo de papá. Le caigo bien, le gusto o al menos le llamo la atención (quizá por las cosas brillantes y llenas de colores que me gusta usar), por eso se divierte conmigo y juega con mi destino para entretenerse un rato. Eso si, papá no le ve y cuando le descubre, entonces hace cosas maravillosas para compensar sus descuidos, o al menos para distraernos de lo que ha pasado. Sí, es la única conclusión a la que puedo llegar, que me permite darle un poco de cordura y orden al caos aparente.

El día que esperaba ansiosa, después de una larga espera, la cita de inmigración para definir mi estatus migratorio y poder volver a México sin problemas, sucedió lo impensable-para mí-, indudable-para el mundo- e improbable-guiándonos en las reglas de la probabilidad y la estadística-: mi cita fue programada a la misma hora no de una, si no de otras dos citas, por lo que fue necesario reprogramarla una vez más. Sí, lo digo bien, una vez más. Reflexiono acerca de dos cosas: Una, que la pendeja cubana de migración que lleva mi caso necesita una agenda para el nuevo año que recién comienza y dos, ¡Que alguien se ha estado divirtiendo conmigo últimamente!

Yo me enojo con la cubana que ya me tiene loca con tanta burocracia, tramitología y sobre todo, tanta ineficiencia y estupidez. Por su puesto, el instinto asesino que llevo dentro, hace que me de ganas de agarrármela a golpes con saña, mucha saña, y mientras me explica la situación y los pasos a seguir, yo divago imaginando la golpiza que merece que le de. Por supuesto, eso no pasa porque tengo momentos de cordura, lucidez y reflexión, además concluyo que eso atrasaría mucho más tiempo mi cita. Pero tan pronto como salgo de su oficina profiero no un par, si no el repertorio completo de insultos que sé en español-y vaya que son bastantes-, los cuales, hasta el día de hoy, no encuentran día de expiración. La maldigo una y otra vez, aunque mi mamá siempre me ha prohibido maldecir. Y lo mejor-o peor- de todo, es que me vuelvo la niña mala que a veces suelo ser y disfruto imaginando las peores cosas que desearía que le pasen por alargar mi espera una vez más.

También me enojo con Dios, otra vez. Él y yo Somos como esos amigos que se pelean a cada rato. Le peleo como si, con los insultos a la cubana no me hubiera gastado la molestia; le reclamo enojada, alegándole que nunca escucha mis ruegos; le grito iracunda, sintiendo que fue una perdida de tiempo haber hecho oración; le lloro amargamente sintiendo que mi fe se desmorona, le lloro por la impotencia que me causa todo este asunto. Lloro mientras mis gatos me miran con extrañeza porque no están acostumbrados a verme así. Le pego a la puerta y luego al carro, aunque Larry me mire extrañado y no entienda porqué. Dios sí lo entiende y lo entiende bien, y sabe lo insolente que soy cuando me enojo. También sabe que digo muchas cosas que no es mi intención decir y aun así, las digo. Sabe que nada es en serio. También sabe que siempre, a pesar de todo, vuelvo a Él, que le soy fiel; por eso me perdona que sea tan atrevida y lenguaraz.

Entonces Dios, a lo alto, al notar que una de sus criaturas- esa que tanto lo molesta- difícilmente articula de tanto que se queja, mueve las manos sin cesar en señal de desaprobación y patalea como si le estuviera dando un ataque, tiene cierta duda al respecto y voltea a ver a su pequeño al cual encuentra muy entretenido. Él lo descubre todo. Por eso, el día que perdí la paciencia con la cubana, también me topé con un pedacito de cielo que se había desprendido y caído de ahí.

Fue el joven del alma noble quien lo rescató y lo trajo a mí. Podría apostar que Dios se lo pidió de favor, y bien seguro de que yo no diría que no, diseño el malévolo, que diga, el benévolo plan para hacer llegar a esa criatura hasta donde me encontraba yo. Estaba hambriento, por eso lloraba sin cesar, también temblaba y estornudaba en demasía. Tenía como mes y medio y a tan temprana edad, ya había sufrido maltrato infantil. Sí, la niña tonta que encontró a Sam (así lo bautizamos), lo había mantenido un par de días sin comer ni beber y lo lanzaba al aire como si fuera un juguete, por eso fue, que aquel del alma noble se lo quitó. En casos como este, es cuando estoy a favor de la violencia. Esa chamaca sí que se merecía una buena tunda o al menos, una decena de buenos coscorrones, bien dados.

Todo el enojo y la frustración de la mañana se desvanecieron en cuanto lo vi. Así que acepté al pequeño sin pensarlo dos veces, ¡cómo decirle no a ese pobre gatito sin hogar, después de escuchar su trágica historia!

¡Tramposo!-Articulo, ahora sí perfectamente, con la mirada a lo alto, como sabiendo de la trampa en la que acabo de caer. Pero sonrío como si no me importara nada, mientras alimento con un biberón que esta hecho a su medida, al pequeñito muerto de hambre que se encontraba envuelto en una toalla como si fuera un bebé. Dios bien sabe de mi debilidad y mi perdición por los animalitos, sobre todo si se encuentran indefensos y maltratados. Lo único que puedo hacer en esos casos, es rendirme ante ellos y ponerme a su merced. Y así lo hice.

Yo sé bien que no podré quedarme con el nuevo bebé, se le olvidó a Dios que ya tengo muchos gatitos. Pero así como se encontraba apacible y a medio dormir, y aun a sabiendas que no me entendía, yo lo abrazo fuertemente como si toda su vida hubiera estado aquí conmigo y le prometo en voz bajita, hallarle un nuevo hogar donde lo quieran y puedan hacerse cargo de él como se merece, como la criatura de Dios que es.

Creo que Dios a veces se divierte jugando conmigo, por eso cuando papá le descubre, hace cosas maravillosas para compensar sus descuidos…Por eso sigo sin tener mi cita de migración y un nuevo gatito ya se robó mi corazón.

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