lunes, 28 de enero de 2008

MI DIVORCIO

Con cariño, nené

Muy joven sufrí los estragos de un divorcio. Mi hermanita no lo podía creer, o mas bien, aceptar. Había mucho amor, pero esta separación era inminente y, tarde o temprano, ambas no sólo presagiábamos, si no que estábamos seguras que esto pasaría.

Era hora ya de divorciarnos, de separarnos, de que cada quien hiciera su camino como el corazón le dictaba. Era tiempo de crecer y tomar cada cual su rumbo. Y así, cuando termine mi carrera, tome la decisión de mudarme a otro país para hacer algo serio con mi vida. No hubo pleitos: solo tristeza. Eran muchos años de convivencia. Toda una vida, corta, pero vida al fin, siempre inseparables.

Mi hermanita y yo, nos divorciamos. La separación – el hecho de estar lejos la una de la otra- ha sido dura. ¡Y como no serlo! Fuimos compañeritas de vida durante 23 años. Y nosotras dos hemos sentimos como un divorcio con todas las de la ley: hubo separación con su debida emancipación, división de bienes y común acuerdo de la patria potestad: ¡De mi querida perra! Y entonces nos tomamos a relajo lo inevitable: ¡Nos estamos divorciando! Anunciábamos jocosas pero con tristeza en el alma.

Lo peor parte del proceso –para mi, aunque para ti, mi hermanita, yo no estoy tan segura- fue la separación de bienes. Compartíamos todo -así son los hermanos- y dividir la ropa, las bolsas, los accesorios y las alhajas de oropel, fue lo peor. Aprovecho el espacio si no para denunciar, para externar lo injusta que fue la división. Claro, tu siempre fuiste más perspicaz y avispada que yo, así que terminaste con más…¡De todo! Pero, te perdono mi querida hermanita. Te perdono porque las hermanas mayores siempre somos condescendientes con las hermanas menores. Eso si, dicen las malas lenguas que te has apoderado de mi cuarto: ¡Ese, ese si lo quiero de vuelta, para cuando vaya de vacaciones!

Nosotras no cargamos con el estigma de ser divorciadas- estamos, no somos- y sin duda, creo que nadie debería cargarlo, en mi humilde opinión y mi poca experiencia, creo que esos son accidentes del ser que no deben definirlo como parte de su esencia.

Quedamos en los mejores términos –y lo seguiremos claro, siempre y cuando haya la devolución debida de la habitación mencionada, dicho sea de paso, que fue usurpada de la manera más pilla y con exceso de confianza que pudiera haber: durante mi ausencia- y estoy segura que la distancia no opacara ni desgastara todo el cariño, el amor y la amistad – sin mencionar la hermandad que nuestra condición de familiares trae por añadidura-, que nos une.

A diferencia de mucha gente que se ha divorciado y no quiere saber nada de la otra personas, nosotras dos estamos en la espera de volver a vernos para disfrutar de nuestra compañía – ¿Y por qué no? de nuestros pleitos- como lo hemos hecho siempre, desde que éramos niñas.

JKO

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