lunes, 28 de enero de 2008

MIS GATOS

La gatita callejera se posó en mi jardín. Quizá por la sombra, quizá porque lo acababa de arreglar y de ponerle flores nuevas, quizá por ambos, no lo sé. El caso es, que se posó en la puerta de mi jardín, a contemplar la tarde, sin esperar ni pedir nada.

No le digan a la viejita Sara, pero la comida que olvide devolverle después de haber cuidado a su perra una semana, se lo di a la gata. Solo quería comprobar si estaba hambrienta. ¡Pobre flaquita! Sí lo estaba. Se comió el montoncito que le di. Pensé cuando se fue, que no la volvería a ver. Pero me equivoqué. Volvió al día siguiente y al día siguiente del día siguiente y así consecutivamente hasta que se acabo la comida de la perra de doña Sara. ¡Esperen! Eso, se escucho muy mal. Volvió consecutivamente hasta que se acabo la comida de Bety, la perrita de la Señora Sara.

La gatita empezó a venir todos los días a comer. Me parecía justo que me acompañara un rato, a cambio de un poco de comida, así que ahora sí, esta vez le compré alimento indicado para su especie: de gato. ¡Mira ya no esta tan flaquito el animalito! Comentaba animada al verla mas regordeta. Un par de meses después tuvo crías. Así fue como descubrimos que era gatita y no gatito. ¡Y que no estaba poniéndose gorda porque yo la alimentara bien, sino, porque estaba preñada! Así que dejo de ser Jack y empezó a llamarse Lisa. La idea de tener gatitos bebes a mi me encantó. Así que cuando nacieron, decidimos quedarnos con dos de ellos y dar los demás en adopción.

¡Mi gata no me quiere! Me quejo todos los días porque la trato de besar y no se deja. ¡Besuquéame mejor a mí! Me gritan desde el otro cuarto con tal de animarme. ¡Nooo! ¡Yo quiero besar a la gata! Respondo al tiempo que jaloneo al animal esquivo. A Violet no le gusta que la acaricie mucho y menos que la bese.

¡Violet no! ¡Violet bájate! ¡Violet deja! ¡Violet no muerdas eso! ¡Violet, mis zapatos nuevos! ¡Violet nooooo! ¡Chingadita salte de ahí! ¡Ve que hace tu gata! ¡Violet qué haces en la mesa! ¡Coooonio ve que hizo! ¡VIIIIOLET!... Violet me saca canas de colores al tiempo que destruye la casa a la que decidí llamarle hogar. ¡Pero que tierna y tranquilita luce cuando duerme sobre mi cama, la cual ocupó tan serena y placidamente, como si fuera suya! Nadie creería lo terrible que es.

Me sale un anuncio de error de Windows en la pantalla de mi lap top. Es culpa de Charly, que se ha venido a encaramar en ella y ha apretado los botones con las gomitas de sus patas. ¡Es un boludo! Bueno, al menos eso me deja ver. Así que lo digo, con toda la extensión que la palabra pueda tener y con todas sus acepciones Luego se sienta en el teclado, como si no le importara que lo estuviera yo usando. Le gustan las páginas coloridas y con movimiento. También le gusta perseguir el cursor de la pantalla. A veces, por maldad, me gusta marearlo moviendo el cursor rápidamente con el Mouse pero nunca logra atraparlo, pobrecito inocente. Se queda mirando la pantalla sin entender y cuando se cansa se echa junto de mí, o más bien, sobre mí.

A Charly le encanta que lo apapache y que lo quiera. Yo lo abrazo, lo beso y le hablo bonito, y entonces, prende su motorcito interno: brrrrr rrrrrrrrrrrrr brrrrrrr rrrrrrr brrrrrr. Le tiembla todo su pechito. Mi amiga la experta en gatos me dijo: ¡Jajaja! Eres una boba, de qué motorcito hablas, está ronroneando. ¿Ronroneando? ¡Mmmm! Yo prefiero decir que prende su motorcito. Y el gatito se estira, se acomoda y duerme placenteramente, sabiendo lo seguro que se encuentra aquí junto de mí.

La gatita se sigue posando en el jardín, quizá por la sombra, quizá por costumbre, quizá porque sabe que es su jardín. Pero ya no es callejera. Lo sabe porque ha aprendido lo que es dormir tranquila y ahora come mejor. Cuando se cansa de estar en la calle o empieza a llover, se posa en la puerta del jardín y no tiene que hacer, más que un par de maullidos para que yo la voltee a ver: ¿Mamita que haces ahí afuera? Le grito, al tiempo que le abro la puerta y la dejo pasar. Ella entra corriendo a su casa, como si siempre hubiera vivido aquí.

Nunca pensé que me gustarían tanto los gatos, especialmente porque antes los aborrecía. Sin duda alguna, mientras más trato al hombre-sobre todo si es algún burócrata del gobierno americano- más quiero a los animales. He descubierto que a veces pueden llegar a ser más nobles que el ser humano.

JKO

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