lunes, 28 de enero de 2008

LA PEQUEÑA CAJA DE LOS RECUERDOS


“Los amores vienen y van, se los lleva el viento: como las palabras y los pensamientos, excepto, cuando los escribimos. Y entonces, estarán presentes ahí, para la posteridad: como los recuerdos. Algunos como azúcar, otros como sal, pero sin ellos la vida seria pura sinsabor. ¿O no? ”

Uno de esos días de poca lucidez mental, tuve una de las más brillantes ocurrencias: Atreverme a amar de nuevo. Claramente recuerdo mis palabras: El amor, a mi parecer, es el sentimiento más sublime, exquisito y majestuoso, que puede sentir un ser humano, por otro ser humano: Ahora, ese sentimiento sublime lo siento por ti. Indisputablemente, el amor nos hace sentir engrandecidos, nos hace dar lo mejor de nosotros mismos-en el mayor de los casos- y, en cierta-o mucha- medida, nos hace enloquecer. Recalco este último punto: bien dicen que todo aquel que ama, tiene algo de loco. Mas la locura, en mi: a su máximo esplendor, que me creí capaz de sanar tu alma herida, con mi amor.

Siento mucho haberme equivocado así: Un corazón hecho añicos, es más difícil de reparar, de lo que pensé. Y tu, eso lo sabías mejor que yo, pero nunca dijiste nada. Yo, con el tiempo-un poco tarde quizá-, vine a darme cuenta de ello. Nuestro amor nunca supo que era decadencia, pero tampoco supo lo que era la paz: siempre un amor impaciente, desasosegado y tormentoso. ¿Por qué no podíamos amarnos sanamente, como todos los demás? Si, conozco bien tu respuesta: A nosotros nos gustaba amarnos así.

Pero esa forma de amarnos no podía terminar bien; ambos estábamos conscientes de eso. Me viene a la mente una (la última) de las tantas tardes habituales, caracterizadas por nuestras acaloradas discusiones. Tus palabras las recuerdo tan clara y vivadamente, que todavía me duelen: ¡Te odio!, ¡Te odio!, me gritaste cuando te dije que no podíamos continuar así. Yo aprendí a conocerte demasiado bien y sé, que en verdad, no las dijiste con esa intención-tu no estabas, ni lo mas cerca posible de odiarme-, pero nunca supiste-ni tampoco yo te enseñé- controlar la rabia que puede escupir un corazón recién herido. El daño, desgraciadamente, sólo lo notabas después de haberlo hecho. No, mi amor. ¿Cómo podría odiarte?, si sabes lo mucho que te adoro. Yo, si de algo tenia certeza, era de dos cosas: del amor tan profundo que tú me tenías y de tus arrebatos desquiciados, patológicos -tan desquiciados y patológicos como los míos mismos-y tan lastimeros. Aún a sabiendas de ellos a la perfección, yo nunca estuve preparada para evitar que me lastimaran. Debo admitirlo, como tu, yo tampoco fui nunca dueña de mis emociones y nos hicimos mucho mal, aunque no lo hubiéramos querido así.

Por nuestra salud física, mental y emocional nos separamos. Por eso un día, mi pequeña caja de madera tuvo que ser abierta de nuevo- con muy pocas ganas, sabrás-. Quise llamarle sudor a esa lágrima que se me escapo del ojo, cuando desprendí tu amor de mi alma. No me enjugue la cara, como cualquier persona lo hubiera hecho, yo deje esa lágrima recorrer mi rostro triste, y caer, como si fuera algo sin importancia-pero tu bien sabes lo importante que fue.

A tu amor, no lo tire a la basura, como juré que lo haría -presa de la misma rabia que solía corroerte a ti- en nuestro último pleito que presagiaba ya, la despedida. ¿Como podría hacer semejante barbaridad? Sabes lo boca grande que suelo ser y me conoces bien: nunca me atrevería a tratar tu amor así, con esa vileza que no se merecía. En realidad, intacto como estaba todavía, lo tome con mucho cuidado, como si su integridad estuviera amenazada (Y es que en esos tiempos turbulentos, creo que siempre lo estuvo). Antes de doblarlo, has de saber que lo imprimí de besos tiernos y caricias múltiples, y lentamente, como si no estuviera decidida a guardarlo aún, lo metí en la cajita de los recuerdos; pensando que, tal vez, algún día lo sacaría de ahí para volverlo a usar, como todo aquello que se encontraba guardado ahí.

Encontré varios amores y sus recuerdos resguardados, incluso, algunos de los que ya me había olvidado. Aquel que fue mi primer amor, siempre lo situaba encima porque era muy difícil de olvidar: ¡Así son los primeros amores! Pero aquel que entraba por primera vez, ocupa siempre el sitio especial: El lugar del ex; acolchonado- sugiriendo su fragilidad latente- y, a la vez, el más cercano al cerrojo, por si había que sacarlo de emergencia de ahí.

Antes de asegurar aquella caja vieja de madera, suspire profunda y pausadamente. Después de girar la llave: exhalé, como si acabara de terminar una tarea difícil de realizar. En ese suspiro, lamente no haber cumplido la promesa de sanar tu alma e inclusive haberla herido-sin querer- un poco más. Hesité -no un instante, sino miles- en volver a abrir dicho cerrojo. Sin embargo, bien lo sabía: No debía retirar lo último que metí. Aunque debo confesar, que deseé en primera instancia -como con todos los amores ahí guardados- no haberlo tenido que situar ahí.

Y así, es como le puse punto final a nuestro amor. Un punto final obligado, pero necesario; tu bien lo sabías. Por favor, no pienses que fuiste un simple devaneo para mí: No lo fuiste, mi amor. Tampoco que me arrepentí de haberte amado así, con un amor que tanto dolió-Por favor, tú conoces bien mis tendencias masoquistas-. No fue fácil sacarte de mi alma y mucho menos de mi vida, ni sencillo decirte adiós.

¿Sabes? Para desprender tu amor de mi alma y que pareciera que esa herida no dolió, antes recordé: Primero, se me desgarró el corazón entero. Quise llamarle sudor a esas lágrimas que se me escaparon de los ojos, cuando desprendí tu amor de mi alma y de mi vida. Quise llamarle sudor a esas gotas, aunque en el fondo, tú y yo sabemos, que fueron lágrimas de llanto, por nuestro fallido amor.

JKO

No hay comentarios.: